The Objective
Francesc de Carreras

En la agonía del experimento

«El experimento era un experimento, ha durado lo que ha durado pero se encuentra en estado agónico. Claro que las agonías pueden ser largas»

Opinión
En la agonía del experimento

Ilustración de Alejandra Svriz.

Estamos preparando las vacaciones, se acaba el curso político y la sensación es de fin de ciclo, el fin de ciclo de un experimento que comenzó en el interior del PSOE durante el curso 2016-2017. 

Efectivamente, en otoño de 2016 el entonces ya secretario general Pedro Sánchez, en el cargo desde 2014, planteó al Comité Federal de su partido que la estrategia política del mismo debería consistir en coaligarse en el Parlamento con los demás partidos de izquierda y con los partidos nacionalistas, tanto de derecha como de izquierda. Si no se aceptaba esta propuesta, presentaría su dimisión. 

Dicho y hecho: no se aceptó y a renglón seguido presentó la dimisión que le fue aceptada. No le echaron de la secretaría general, como se dice con frecuencia, sino que él mismo se autoexcluyó, cumpliendo su palabra, porque había perdido la votación en el Comité Federal. Es más, también pidió la baja como diputado en el Congreso. 

Algunos quedamos muy satisfechos. Con la retirada de Pedro Sánchez se acababan las frívolas veleidades que ya habían comenzado con Rodríguez Zapatero, el PSOE volvía al reformismo socialdemócrata y se aseguraba seguir dentro de la centralidad de la política española, en compañía del PP y Ciudadanos. Así, también, se contenía la fuerza creciente del populismo social de Podemos y la amenaza segregacionista del independentismo catalán, otra variante del populismo, en este caso la nacionalista. 

Tras esta crisis, el Comité federal designó a una comisión gestora, presidida por Javier Fernández, un socialista de gran prestigio con gran autoridad entre los militantes. Parecía que todo se encaminaba a un partido dirigido por Susana Díaz, continuista con una línea que iba desde Felipe a Rubalcaba. 

Pero pronto Pedro Sánchez se arrepintió de su dimisión, se subió al ahora famoso Peugeot y, junto con Ábalos, Koldo y Cerdán, empezó a recorrer las agrupaciones socialistas prometiendo cargos a quienes le apoyaran en el próximo Congreso que debía elegir nuevo secretario general. Con sorpresa relativa, Sánchez salió elegido. La estrategia de agrupar a populistas de izquierda y nacionalistas fue de nuevo la estrategia del PSOE y al año siguiente se puso en práctico con la moción de censura a Rajoy. El 1 de junio de 2018, Sánchez ya era presidente del Gobierno con el apoyo de sus nuevos socios: empezó el «somos más». 

Pero «somos más» es una simple manera de sumar, es una fórmula aritmética que no encaja con la forma parlamentaria de gobierno. Un gobierno parlamentario requiere una cierta homogeneidad ideológica y estratégica en sus apoyos, no una simple suma de escaños. Hay que pactar un programa en serio y atenerse al mismo. Este programa debe ser realista y posibilista, no una simple forma de mantenerse en el gobierno para repartirse cargos públicos con el fin de que los aspirantes a los mismos le apoyen dentro del partido. 

Todo ello no se ha cumplido en estos años, en estos «gobiernos de coalición progresista», denominación que Pedro Sánchez nos repite constantemente. Que tres de los ocupantes del Peugeot estén en este momento encausados ante la Justicia tiene una gran relevancia política, nos hace sospechar fundadamente que la estrategia política no estaba basada en ideas sino en intereses. Que el cuarto hombre del Peugeot no supiera nada sólo se lo creen muy poquitos y muy interesados en seguir en sus cargos: uno puede ser tonto pero no tanto como para no darse cuenta de lo que están haciendo sus más estrechos colaboradores. 

Es más, la sospecha fundada es que este cuarto hombre, el que aún no ha comparecido ante la Justicia, aunque sí lo han hecho su esposa y su hermano, era y sigue siendo el jefe de la banda, lo era entonces y lo es ahora. A Pedro Sánchez ya se lo creen muy pocos, en España, en Europa y en el mundo. Sólo hay que leer el Financial Times para comprobarlo. Y en política perder credibilidad es precipitarse hacia el vacío: no es de extrañar su demacrado aspecto. 

Pero a todo cerdo le llega su San Martín, dice el refrán. Como decía al principio, la sensación es de fin de ciclo, esto se acaba, estamos en una agonía, la agonía del experimento que el Comité Federal del PSOE no le aceptó en octubre de 2016 pero entusiasmó a los militantes elegidos en primarias en mayo de 2017. 

Los signos de que el experimento se acaba están hoy encima de la mesa. La amnistía es de difícil aplicación porque el derecho de la UE lo impide y las instituciones europeas se están dando cuenta del fraude. Ello no puede gustar ni a Junts ni a ERC. El cupo catalán ha quedado aplazado hasta no se sabe cuándo y sólo se ha llegado a acuerdos en unos principios generales que no caben en la Constitución y son inaceptables para las demás comunidades, incluso las gobernadas por el PSOE. 

La transferencia de ciertos aspectos de la Seguridad Social al gobierno vasco no está bien visto por Sumar que ocupa, nada menos, que la vicepresidencia del Gobierno. También a Sumar, a Yolanda Díez en particular, se le ha retrasado hasta el otoño su propuesta política de reducción de la jornada laboral. Tiene toda la pinta de que dicha propuesta no tirará adelante. 

Tampoco parece que puedan tirar adelante las reformas del poder judicial que propone el ministro Bolaños y que interesan sobremanera al propio Sánchez por la parte que le toca. Controlar la prensa mediante reformas en el Reglamento del Congreso o en la Ley de Secretos Oficiales limitan derechos fundamentales y tienen aroma autocrático venezolano. 

En la Unión Europea están atentos a todo ello: su informe sobre el Estado de derecho es muy duro, el Parlamento Europeo se queja de que España sea el único país de la Unión que no ha aprobado la reforma de la ley electoral que estable un mínimo de un 2% de votos para obtener eurodiputados (los dos partidos nacionalistas vascos no obtendrían ni uno). La amnistía está en la cuerda floja, muy floja: Conde-Pumpido no es la última instancia judicial en determinados casos. 

Total: el experimento era un experimento, ha durado lo que ha durado pero se encuentra en estado agónico. Claro que las agonías pueden ser largas. Desde el atentado a Carrero Blanco hasta el fallecimiento de Franco pasaron casi dos años. Ya sabemos que gobernar, lo que se dice gobernar, no se gobierna y desde las elecciones de julio de 2023 han transcurrido dos años, los mismos que la agonía de Franco. Vayámonos de vacaciones: a la vuelta del verano todo estará más claro y podremos comprobar el estado del experimento.

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