La insolidaridad de Illa
«En lugar de acusar a Madrid de falsa insolidaridad, Illa debería copiarla y renunciar al instrumento más insolidario que hay, que es el conocido como cupo catalán»

Ilustración de Alejandra Svriz
Salvador Illa, tras insistir en la Conferencia de Presidentes en una financiación singular, finalmente ha logrado este pasado lunes que el Gobierno inicie la ruptura de la solidaridad entre las regiones al otorgarle a Cataluña el principio de la gestión y recaudación de los tributos, comenzando por el IRPF. Se retrata la insolidaridad de Illa y el carácter interesado de Sánchez, ambos para seguir en el poder.
Illa, habitualmente, dice que el concierto catalán no es insolidario, sino que lo único que quiere es que todos jueguen con las mismas reglas para que no haya dumping fiscal, del que acusa especialmente a la Comunidad de Madrid. No dice la verdad, y lo hace para tapar la incompetencia que siempre arroja el intervencionismo, practicado por el socialismo y el independentismo con su equivocada política económica, que lastra la libertad.
Quien fuera el ministro de Sanidad que nos encerró a todos inconstitucionalmente, que no supo parar a tiempo la expansión del virus, que lideró un equipo que decía una cosa y la contraria hace ahora cinco años, y quien fue contra Madrid por tratar de mantener la actividad económica ligada a la prudencia sanitaria, quiere ahora quedarse con parte del dinero de todos los españoles, de los contribuyentes de toda España, para poder gastar a manos llenas sin tener que aplicar ajustes necesarios por el derroche que se ha vivido en Cataluña.
El cupo catalán es una aberración, como ya he dicho en reiteradas ocasiones, insolidario e inconstitucional, que a quien más afectará será a las regiones más pobres, pero Illa culpa de todo a Madrid, cuando bien haría en copiarla para tratar de que Cataluña abandonase el aldeanismo en la que fue introducida desde hace décadas por el independentismo y también por el socialismo. No ha habido región más favorecida por la política nacional en España que Cataluña durante los siglos XX y XXI, pero no supieron aprovecharlo.
Dumping es bajar precios vendiendo a pérdidas para quedarse con el mercado o practicar de manera desleal una actuación que otros no pueden hacer. Lo primero no se da, porque Madrid baja impuestos y recauda más gracias a la mayor actividad económica que genera por su ambiente propicio para la inversión y el desarrollo profesional. Lo segundo, tampoco, porque Illa tiene las mismas competencias que Ayuso para bajar los impuestos; si no lo hace, será porque no quiere o porque desea gastar más, que es lo que hace. Esa es la realidad. Dumping fiscal podrían realizarlo el País Vasco y Navarra, que tienen unos sistemas forales propios con los que no pueden competir ni La Rioja ni Aragón, por poner dos ejemplos de regiones limítrofes con las dos forales, ni el resto de las comunidades.
«La gestión socialista hundió a Cataluña y la hizo retroceder económicamente, hasta el punto de que Madrid la sobrepasó en todo»
Ahora, la política económica de Madrid podría copiarla, impuestos bajos incluidos, pero no quiere porque como buen socialista no concibe otra cosa que no sea asfixiar a los contribuyentes con impuestos para repartir subsidios con los que tratar de comprar voluntades electorales. Anteriormente, la gestión socialista hundió a Cataluña y la hizo retroceder económicamente, hasta el punto de que Madrid la sobrepasó en todos los indicadores. Para ello, basta con analizar qué sucedió entre 2003 y 2010, cuando los socialistas gobernaron en Cataluña: retrocedió frente a Madrid, al aplicar en Cataluña una política intervencionista frente a la liberal de Madrid. Eso mismo es lo que volverá a suceder ahora, pero sobre un nivel de partida de Cataluña mucho más pobre.
En esos siete años, en Cataluña se subían impuestos y se introducía una gran rigidez en la economía; en la Comunidad de Madrid, se bajaban y eliminaban impuestos y se liberalizaba la economía. Ambas regiones utilizaban su margen de competencias para aplicar políticas completamente diferentes.
Si lo analizamos desde el punto de vista del nivel de servicios públicos ofrecido, se comprueba que la economía madrileña ofrecía más al aplicar mejor sus recursos, desde la eficiencia: Madrid hizo más centros de educación infantil, más centros de salud, más plazas de residencias, más kilómetros de metro, más universidades, más hospitales y más camas hospitalarias, con menos gasto, menos déficit, menos deuda, menos impuestos y más eficiencia.
Esas dos formas de gestión dieron, por tanto, resultados diferentes: la Comunidad de Madrid se convirtió en motor económico de España, en su mayor economía y la que mejor cumplió con la estabilidad presupuestaria, mientras que Cataluña se estancó, fue la más endeudada y dejó de ser la región española de referencia económica.
Illa tapa la insolidaridad que supone el cupo catalán con una falsa insolidaridad de Madrid que se inventa. Madrid es la región más solidaria con el resto de regiones, incluso con la Administración General del Estado a través del fondo de competitividad. Illa sabe que Madrid es solidaria, al igual que sabe que el sistema singular que pide para Cataluña rompe con la solidaridad. En lugar de acusar a Madrid de falsa insolidaridad, Illa debería copiarla y renunciar al instrumento más insolidario que hay, que es el conocido como cupo catalán, que, desgraciadamente, ha iniciado su camino esta semana.