The Objective
Pilar Cernuda

¿A quién llama Pedro Sánchez?

«¿A quién puede llamar para sentirse apoyado y, además, querido? Siempre tendrá a Bolaños, pero en el plano confidencial personal, no parece que haya tanta cercanía»

Opinión
¿A quién llama Pedro Sánchez?

Ilustración de Alejandra Svriz.

El fin de semana después del convulso Comité Federal lo pasó en Quintos de Mora con su mujer. Necesitaba descansar y necesitaba también reflexionar, porque ha llegado al fin de curso político en una situación de tensión extrema, con informaciones que desbarataban la imagen de la que tanto presume: adalid de la lucha contra la corrupción.

Prescindir de Ábalos hace tres años fue un golpe político y personal, la prueba es que quiso retomar la relación con su principal colaborador y buen amigo para las elecciones del 2023. Que Santos Cerdán también estuviera bajo sospecha fue un nuevo golpe, se había ganado su confianza y su afecto. Y que Paco Salazar apareciera como hombre con trato inadecuado hacia mujeres que trabajaban a sus órdenes, o incluso ajenas a Moncloa, como ocurrió con una periodista, fue un mazazo para Pedro Sánchez, que afrontó un Comité Federal que se adivinaba polémico. 

Se inició con la noticia de que Salazar acababa de dimitir. Por una causa que demostró, una vez más, que el sanchismo estaba metido de lleno en una espiral que llenaba de vergüenza a propios y extraños. La dimisión de Paco Salazar, probablemente inducida, fue un golpe muy duro para los miembros del federal, pero sobre todo lo fue para Sánchez, que de nuevo perdía un amigo y un confidente. Ábalos, Cerdán, Salazar… ten amigos para esto, debió de decirse el presidente de Gobierno.

Pedro Sánchez apareció en la sede de Ferraz con un rictus amargo, rostro serio y demacrado. Habló poco, escuchó estoicamente la intervención de García-Page, con el tiempo medido y sin derecho a réplica, y en cuanto pudo se marchó a Quintos de Mora para huir de los problemas. No es la primera vez que, acosado por los problemas, se distancia de Moncloa para dedicarles una pensada. Se tomó cinco días hace meses, con carta previa en la que daba a entender que se estaba planteando la dimisión. Nada más falso. Con el tiempo se supo que llamó a algunas personas de confianza y consultó cómo estaban los ánimos; pero al menos uno de ellos asegura que en ningún momento tuvo la impresión de que Sánchez pensaba dimitir. No se equivocaba.

Ahora, en Quintos, tenía al lado a su mujer, pero no es fácil hacerse a la idea de cómo podía ser una conversación sincera con ella en este momento, cuando ha saltado la noticia de que el presidente de Gobierno había sido tocado por la generosidad de su suegro, un hombre que nadie considera corrupto pero con negocios de prostitución. Algo difícil de aceptar en un presidente y líder de un partido que aboga por la prohibición de la prostitución y no pudieron aprobarla porque algunos de sus socios no estaban por ilegalizarla sino por regularizarla. 

«Aquellos que durante años le escucharon en los momentos delicados, Ábalos y Cerdán principalmente, están fuera de juego»

Así la situación, con su familia en Quintos de Mora, lugar lleno de recuerdos para los presidentes que le precedieron, que agasajaron allí a dignatarios como Bush Lula, Blair, Chirac y tantos otros ¿A quién podía llamar Sánchez para desahogarse, para buscar palabras de afecto que le dieran seguridad en sí mismo y le levantaran el ánimo? 

Aquellos que durante años le escucharon en los momentos delicados, Ábalos y Cerdán principalmente, están fuera de juego. Salazar acaba de caer. Zapatero tiene protagonismo desde hace tiempo en su vida política, pero sus relaciones se mueven en otro nivel. ¿A quién puede llamar Pedro Sánchez para sentirse apoyado y, además, querido? Siempre tendrá a Bolaños como hombre para todo, pero en el plano confidencial personal, no parece que haya tanta cercanía. 

Otro asunto, conociendo su egolatría, debe quitarle el sueño. O, al menos, darle que pensar: su papel en el escenario internacional ha quedado muy tocado. No hace falta ni explicar por qué. 

No solo los españoles conocen los múltiples casos de corrupción, sino también la trastienda de esos casos, con puterío y dinero familiar procedente de negocios que el sanchismo considera inaceptables. Sánchez, que no es tonto aunque cree que los españoles lo son y se tragan sus mentiras, seguro que ha advertido que cuenta menos en Europa de lo que contaba, no le llaman a las reuniones en petit comité que celebran los gobernantes de peso, que han incorporado además a Starmer a algunas de esas reuniones para hablar de Trump, de aranceles, de las dos guerras, de Oriente Medio … Por no mencionar que el servicio jurídico de la Comisión Europea, que preside su amiga Ursula von der Leyen, ha enviado un informe al Tribunal de Justicia de la UE que es demoledor para Sánchez y para el TC. 

«El congreso del PP ha irrumpido con nuevo espíritu, con un Feijóo decidido a poner el partido en situación de ganar las elecciones»

El TJUE decidirá lo que considere oportuno cuando tenga tiempo para analizar el asunto en profundidad, pero ese informe de la Comisión respalda casi milimétricamente lo que el PP y sobre todo destacados juristas españoles, opinan sobre la sentencia del Tribunal Constitucional. Mal asunto para Sánchez.

Y algo más se ha metido en el escenario político rompiendo con la seguridad con la que se movía el presidente en ese escenario, convencido de que nada ni nadie perturbaría su trayectoria ni sus objetivos, y que concluir la legislatura era un paseo militar.

El congreso del PP ha irrumpido con nuevo espíritu, con un Feijóo decidido a poner el partido en situación de ganar ampliamente las elecciones cuando se celebren. Lo más sonado ha sido poner a Miguel Tellado al frente de la secretaría general del partido, lo que sorprendentemente ha caído muy bien en un sector amplio del partido. Digo sorprendentemente porque siempre me ha parecido un portavoz voceras escaso de argumentos, pero en sus primeras declaraciones apunta maneras. Otras maneras. 

Hay más cambios en el PP, pero el de Tellado es relevante. Aunque lo es mucho más el nuevo Feijóo que ha aparecido en escena. Contundente, con propuestas muy directas, claras, que abarcan todos los campos de actuación, desde la economía a la justicia, pasando por vivienda, sanidad, asuntos sociales, inmigración, energía, política exterior y sanidad. Rompe el discurso de los partidos de su oposición –que son todos, con Vox demostrando la mayor inquina–, que le acusan de que no tiene programa, que no tiene proyecto. Pues lo tiene, lo tenía, y con él se presenta para batirse en duelo con Pedro Sánchez. 

Un Sánchez debilitado en muchos frentes, no solo por la corrupción. El cupo catalán –que los sanchistas se resisten a llamar como lo que es– le está pasando ya factura, hasta el punto de que se está planteando mantenerlo. Ya se sabe, una retirada a tiempo es una victoria. Pero Sánchez detesta que le obliguen a dar un paso atrás. 

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