De lameculos y profesionales… de la jeta
«El arte de hacer la pelota a quien se debe y, por supuesto, la fidelidad casi perruna a los superiores se ha convertido en una vía de acceso fulgurante a la carrera política»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Confieso que no dejo de reír cuando me cuentan una y otra vez el chiste del individuo que se presenta a un puesto de trabajo y al que su entrevistador, currículo en mano le dice: «Y dice usted, en su Curriculum Vitae, que domina la lengua inglesa…» a lo que el aspirante, sin cortarse un pelo, responde: «oui, oui…» Sorprendido, el entrevistador interrumpe al aspirante con un «Oiga, pero ¡esto es francés!», y el aspirante, de nuevo con tremendo swing y un morro estratosférico, responde «Pues ¡apunte, también, apunte …!».
Como chiste, resulta divertido, pero como práctica habitual entre nuestra clase política es francamente bochornoso. En todo caso, no por vergonzante deja de ser una actitud inquietantemente habitual y, por lo general, no enmendada.
El último caso, que ha obligado a la ya exdiputada del PP, Noelia Núñez, a abandonar todos sus cargos (como flamante vicesecretaria del PP y como diputada en el Congreso) es uno más en una ominosa e interminable lista en las que también están esculpidos en mármol un sinfín de nombres de altos cargos del PSOE (Desde el que fuera director de la Guardia Civil, Luis Roldán, por remontarnos unas décadas atrás, hasta la delegada del Gobierno de la Comunidad Valenciana, Pilar Bernabé, e incluso el actual portavoz parlamentario socialista, Patxi López, han sido acusados de maquillar más que a una drag queen sus respectivos CV).
Podemos, por tanto, llegar a la conclusión que inflar, adornar o exagerar el CV, que en definitiva, no es otra cosa que mentir a la hora de presentarse uno mismo y su profesionalidad, es una práctica habitual, no enmendada por las instituciones a las que se les cuelan una y otra vez esos currículums fake, pero tampoco sancionada por los propios partidos, ni por la ciudadanía, acostumbrada a que nuestros representantes públicos mientan, manipulen o maquillen con desahogo y sin aparente consecuencia.
En estos días, desde los cuarteles generales de PP y PSOE han dado instrucciones a los suyos para que revisen y le pasen el «borrador mágico» a sus CV que aparecen publicados. Y algunos, de ambos partidos, se han «retocado» en cuestión de horas, desnudando de supuesta formación e incluso hipercualificación sus relatos laborales. Resulta francamente penosa la práctica, pero también lo son los patosos borrados de última hora, ahora que se ha puesto en marcha la caza del currículo tramposo.
«No son los mejores quienes llegan a representarnos, sino quienes no tienen mejores opciones en su futuro laboral»
No me resisto a echar mano de la memoria reciente, cuando jóvenes abogados, profesores universitarios, médicos y profesionales cualificados de todo tipo y en activo, allá por los años 70, decidieron cambiar el rumbo de sus vidas profesionales y dedicarse a la política, con vocación de servicio y la firme voluntad de construir una España democrática y ávida de progreso. Seguramente con dudas, interrogantes y probablemente incluso algo de miedo, aunque lo asumieron. Desde entonces hasta ahora ha llovido mucho, tanto que esa vocación de servicio se ha tornado en buena medida ambición de poder y los currículos profesionales de alto nivel se han visto adelantados o sobrepasados por los de aquellos políticos que «han mamado partido» desde chiquititos y, puestos a succionar, vaya usted a saber qué otras cosas pueden haber chupado las criaturas.
El meritoriaje en los partidos y el arte de hacer la pelota a quien se debe, en el momento que se debe y, por supuesto, la obediencia debida y la fidelidad casi perruna a sus responsables superiores se ha convertido, por desgracia, en una vía de acceso fulgurante a la carrera política, por delante de estudios, formación y hasta valía profesional, en muchas ocasiones.
Denunciaron en su día tanto la que fuera alcaldesa de Madrid, Ana Botella, por el PP, como el exalcalde de La Coruña y diputado en el Congreso, el socialista Paco Vázquez (hoy ya sin carné del PSOE) poco más o menos que las Juventudes de sus respectivos partidos eran escuelas de conspiración política y poco más. Casi les corren a gorrazos desde sus propios partidos, por ser «políticamente incorrectos». Sin embargo, algo de razón tenían esas voces críticas Sus denuncias, no obstante, cayeron en saco roto y la situación se fue agravando hasta hoy.
Hemos llegado a un punto en el que cualquiera que echase un vistazo a nuestros representantes políticos en la actualidad y los comparase con los de épocas pasadas podría llegar a la conclusión de que estamos, en un buen número de ocasiones, ante un proceso de «darwinismo inverso», de selección natural de las especies invertida, no son los mejores quienes llegan a representarnos en las instituciones, sino quienes no tienen mejores opciones en su futuro laboral, quién sabe si por el hecho de haber dedicado gran parte de su tiempo a medrar y a succionar con fuerza lo que les echen en sus partidos, en lugar de prepararse profesionalmente y pensar que, el paso por la política debería ser coyuntural y nunca una salida profesional.
Dado que los partidos presentan a sus representantes en los comicios en listas cerradas y bloqueadas, bajo las siglas y la marca de la formación política, corresponde a cada formación fiscalizar los relatos de sus «elegidos», para evitar futuros desmanes. Sería todo un detalle.