The Objective
Jorge Vilches

Mujeres maltratadoras

«Cultural y socialmente está admitido un nivel de agresión y desprecio hacia el varón por parte de una hembra, que es intolerable en sentido contrario»

Opinión
Mujeres maltratadoras

Ilustración de Alejandra Svriz.

Hablar del maltrato que sufren los hombres a manos de las mujeres es equivalente a que el universo progresista te situé entre los «ultras» o «negacionistas». Es un anatema, el mayor que hoy existe. Si no se comulga con la violencia unidireccional y se asume el discurso oficial, se corre el riesgo de la muerte civil. El caso de Francesco Arcuri con Juana Rivas, indultada por el Gobierno de Sánchez por una cuestión ideológica, nos sirve de ejemplo porque cumple el perfil científico de maltratadora.

Llegar al punto de tener que explicar lo que dice la ciencia para responder a los dogmáticos a los que se les cuestiona el discurso, me recuerda a la etiqueta de Anís del Mono, cuyo dibujo del simio recordaba a Darwin, que decía: «La ciencia lo dijo y yo no miento». En el siglo XIX se encolerizaron los feligreses cuando el evolucionismo apuntó con datos científicos que el hombre procedía del mono. Se rieron, lo negaron, persiguieron a los científicos, pero finalmente tuvieron que reconocerlo. En esto pasa lo mismo: existe el maltrato de las mujeres sobre los hombres.

Sé que en este punto siempre hay una feminista que, envanecida por encontrar una excusa, suelta: «Bah, es un porcentaje pequeño». No es cierto. Hablamos de más de un 30% de las denuncias por violencia doméstica según cifras oficiales. Esas frases solo sirven para continuar el maltrato porque suponen la negación del delito y el apartamiento social del agredido. Esas feministas son colaboradoras de la maltratadora porque niegan que haya una víctima. En esta tarea participan las instituciones públicas, e incluso alguna privada, que solo dan servicio a las mujeres maltratadas. Dirán aquí esas feministas que cuando se ha hecho para hombres, no ha ido ninguno. Tiene una explicación, y no es por falta de víctimas.

Tienen razón las feministas cuando dicen que quedan atavismos machistas en nuestra sociedad y mentalidad. Uno de ellos es la consideración de que un hombre, si de verdad lo es, tiene que aguantar el maltrato de su mujer sin decir absolutamente nada a su entorno. Es más; resulta corriente que se utilice como chiste en series y películas, incluso en programas de televisión, que un hombre sea insultado, despreciado o incluso agredido por una mujer. En el lenguaje feminista serían «miniagresiones» si fuera al revés. Es decir: cultural y socialmente está admitido un nivel de agresión y desprecio hacia el varón por parte de una hembra, que es intolerable en sentido contrario aunque tenga la misma intensidad.

Vamos con el perfil de la mujer maltratadora tal y como lo señala la ciencia. Nos puede servir para identificar, o no, el caso de Juana Rivas, pero seguro que también a cualquiera le puede sonar a alguien cercano. Esas maltratadoras son personas que carecen de capacidad de autocrítica. Consideran que todo lo hacen bien, y si algo sale mal es por culpa de los demás, normalmente de los que tiene más cerca, ya sea su pareja masculina o sus hijos, a quienes castigan para que aprendan la lección.

«La maltratadora se victimiza, lo que aumenta el sentimiento de culpa e inferioridad en la verdadera víctima»

Esas agresiones no suelen ser físicas, aunque también existen, sino sobre todo psicológicas. Ojo, porque nos encontramos aquí con un enorme tabú masculino: los hombres no exteriorizan sus emociones tanto como las mujeres y ni suelen acudir al psicólogo por padecer este tipo de maltrato. Poco a poco se va rompiendo el tabú de la salud mental entre varones, gracias, especialmente, a que algunos deportistas están desvelando sus episodios depresivos. Cuando esto se normalice, y los maridos, novios o hijos expresen la violencia psicológica sufrida, algunos se van a llevar una sorpresa. De momento, son hombres invisibles.

El entorno no se suele enterar porque la maltratadora se forja con sumo cuidado una imagen pública de persona simpática, servicial, entregada, o buena madre y esposa. Solo si un tercero está avisado puede intuir el maltrato que se produce en la intimidad por una frase, un gesto o una descalificación de la pareja. «No sirves para nada», «Anda, quita, ya lo hago yo, como siempre» o «Sin mi no eres nada», son expresiones que se escuchan con relativa frecuencia. También la maltratadora se victimiza, lo que aumenta el sentimiento de culpa e inferioridad en la verdadera víctima. Esto produce un daño psicológico grave que se traduce en baja autoestima, dependencia emocional, ansiedad y depresión.

La psicóloga Silvia Congost cuenta en El hombre invisible (2018) que la maltratadora incluye reacciones que atemorizan al varón, como los gritos y las amenazas. Esto se acompaña de técnicas de maltrato, como es la incomunicación, que consiste en castigar con el silencio a la víctima haciendo como si no existiera. Esto se hace con maridos e hijos. Es parte del aislamiento con el que se humilla a la víctima. También está el control y la manipulación con la vida sexual, que se torna en premio o castigo a voluntad de la mujer dependiendo de si el hombre «se lo merece», y el manejo del dinero familiar.

Las consecuencias en el hombre maltratado, escribe Congost, son la pérdida de memoria y concentración, ansiedad, insomnio, alteración del peso, o depresión. En España, tres de cada cuatro suicidios los comete un hombre según el INE. Los estudios nos señalan que los motivos son las normas de masculinidad, como la dificultad para confesar el maltrato, la represión de la tristeza y del llanto por no ser «cosa de hombres», o la incomprensión del entorno. En fin; el día que se normalice la salud mental tanto como la física, insisto, el discurso oficial se cae.

Y no quiero terminar sin aludir al punto más duro del maltrato que hacen las mujeres, y que afecta al caso de Francesco Arcuri con Juana Rivas, y a muchos hombres separados. Me refiero a la alienación de los hijos contra el padre. En su manipulación, la maltratadora hace que los menores levanten falso testimonio, que le cojan miedo o que repudien al progenitor, lo que es un maltrato a toda la familia y que se arrastra para siempre. Haríamos bien, por tanto, en estar atentos, ayudar y denunciar si hace falta, perdiendo el miedo al no comulgar con la corrección política.

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