Titulitis aguda
«Hizo bien el pater Feijóo en ‘dimitir’ a su Noelia, al menos para responder al ‘Y tú más’ de las huestes socialistas con un ‘Y nosotros menos que vosotros’»

El clon de la semana: Noelia Núñez. | TO
Tener o no tener, que diría Hemingway. Esa es la cuestión, aunque siempre haya sido un error de cálculo. ¿De qué le sirvió a Zapatero, por ejemplo, tener una tesina de la Universidad de León (aprobada por el benévolo profesor Sosa Wagner) sobre el estatuto de la comunidad autónoma? De nada, si al final se dedicó a desgobernar como pocos en la historia de la democracia han sabido hacerlo. (Lo de Sánchez es peor que desgobernar). Su único mérito, y por eso pasará a la historia —esa historia en la que todos los monclovitas sueñan entrar— fue aprobar el matrimonio homosexual. No es una mala causa, incluso bien podría habérselo endilgado a su amigo Erdogan para que se enterara de lo que es civilización. Pero no basta para justificar que haya estado siete años al mando de una nación que era histórica, digo era.
El mal, como siempre, es endémico, no solo español, aunque aquí mucho español, que diría el gallego registrador de la propiedad. Nadie puso en duda el expediente ni la oposición de aquel gran cómico desperdiciado. Tampoco al chusquero Aznar, ni mucho menos al aristocratizante ingeniero y pianista Calvo-Sotelo, ni al hijo del vaquero González, que ejerció de abogado laboralista con título auténtico. En esta sucesión de presidentes hay que recordar a Adolfo Suárez, que según la Wikipedia —esa cajita de sorpresas colaborativa donde intentar corregir algo es una odisea— “estudió Derecho por libre en Salamanca, titulándose no sin dificultades (sic). A comienzos de 1955, acababa de conseguir su primer empleo remunerado en la Beneficencia de Ávila, cuando su padre huyó de casa por un escándalo de negocios.” (Él típico “era de noche y sin embargo llovía” de la Wikipedia).
A Suárez nunca se le cuestionó su titulación, por difícil que le fuera obtenerla. Sí se le recibió por lo demócratas con recelo por su pasado falangista. Genial aquel chiste de Martimorales en que un falangista decía a otro: “¿No es maravilloso…? Y se llama Adolfo…”
Y llegamos, por fin, al ínclito Sánchez, hombre de mil caras y todas ellas estupefacientes. Sus estudios económicos en la prestigiosa Juan Carlos culminaron en una tesis doctoral que probablemente sea la más huera, más ciclostilada, más folletizada de la historia. Copió y pegó párrafos enteros de folletos ministeriales del equipo de Herr Profesor Sebastián, doctor por Minnesota. El endogámico panel de jurados era toda una loa a los Tristes Trópicos de Lévi-Strauss. Más que probablemente fue escrita por un negro amigo (que no amigo negro) con quien luego publicó una secuela que hoy se vende en Iberlibro como un dedito reliquia de Santo Tomás. Amen, ora pro nobis.
Descendiendo en la escala, algunos ministros socialistas tuvieron que ser “dimitidos” por mentir en sus declaraciones de renta o inflar sus perfiles de LinkedIn. Una lástima que no exista una “machine time” que transparentara los palimpsestos de los CV de nuestros políticos.
Pero la actualidad más reciente se cobra una pieza mayor con la caída de Noelia Núñez, estrella fugaz y luego estrellada del PP, por atribuirse titulaciones que solo tenía en grado de tentativa. Abierta la veda, todos los políticos falsarios (casi un oxímoron para muchos) van a ir retocando a la baja sus currículos, no vaya a ser que el nuevo tribunal inquisitorial mediático les clave sus implacables ojos.

Hizo bien el pater Feijóo en dimitir a su Noelia, al menos para responder al previsible “Y tú más” de las huestes socialistas con un “Y nosotros menos que vosotros”. Se rumorea que Patxi & Puente, Puente & Patxi, en la danza del tanto monta, viven sin vivir en ellos desde que les reclaman que abran sus propios Ridiculum Vitae.
Pero el caso de Noelia es sublime por elevación: nadie antes se había atribuido tantas y tan diversas titulaciones, incluso una docencia en régimen de fijo discontinuo en una universidad guatemalteca —a ver quién se atreve a comprobarlo in situ—.
La aupó Feijóo básicamente por tener muchos followers en la red, ganados a base de declaraciones altisonantes y sandungueras, que siempre pirran al personal adicto. ¿Qué pensarán ahora sus seguidores? Seguramente que con dos… ovarios.
Hubo una entrevista viral en la que el entrevistador de la señorita Núñez desgranaba su titulación sin que ella pestañease. Solo cuando le mencionaron su actividad docente enarcó una ceja y lanzó un “profesora, buenoooo” de falsa modestia.
Hay que ser zopenca de nacimiento para no imaginar que sus mentiras no iban a ser cazadas y que pagaría un alto precio político. Solo político, que es el problema: al día siguiente del escándalo y el mutis por el foro ya le habían ofrecido un sueldecito de tertuliana en La Cuatro, en el infame talk-show de Nacho Abad, En boca de todos.
Naturalmente, la exconcejal de Fuenlabrada y exvicesecretaria de Movilización y Reto Digital del Partido Popular entre noviembre de 2023 y julio de 2025, conocida como la “Ayuso de Fuenla”, ahora sí tiene un reto digital: convertir su felonía en una baza reputacional pues ya es un espectro político, y si entras en la web del PP que la alojaba hasta hace poco te topas con un irritante Error 404 / La página que busca no existe o no está disponible en este momento. (No creo que vuelva a estar disponible de momento).
¿Acaso no aprenderán nunca? En la era del internet todo se sabe, aunque muchas veces sea mentira, y exhibir un CV falso es una temeridad absoluta.
Y como dijo H.H., la mejor defensa es un buen ataque. Ahora el politburó genovés anda pidiendo los CV de Patxi (conjunto vacío) y de Puente, a quien ya acusan de haberse columpiado también con el suyo.
Ya puestos, y en nombre de la obscena transparencia que exige esta democracia mal entendida, ¿por qué no exigir también que se publiquen los expedientes académicos (y las cartas de recomendación tipo begoñescas)?
Sin ir más lejos, ahora se sabe que Pablo Iglesias, por su mediocre expediente, no podrá volver a dar clase en la Complutense. Gran alivio para su alumnado, pues era conocido por su sectarismo a la hora de puntuar —si no le cantabas un Laclau, mala nota— y sobre todo para sus alumnas, con quienes quizá le gustaba fantasear con azotar hasta hacerlas sangrar (metafóricamente, claro). Mariló vuelve pronto.
En España se penaliza más el puterío que la corrupción, y menos la corrupción que la titulitis. Ni hablemos de los GAL, que en absoluto fueron la causa de la caída del gobierno González. Así nos va.
Es lo que hay. Y si no les gusta, como decía Vargas Llosa, a ver si votan mejor.
P.D. A Montoro, ese conejo hacendoso de la mala suerte, se le ha aparecido Noelia, desplazando sus noticias de páginas interiores por unos días.
Coda 1) El arte de firmar abajo y figurar arriba. La troupe de los de la ceja de siempre –artistas, intelectuales, biempensantes en nómina– reaparece para respaldar a Pedro Sánchez con otro manifiesto, otro aquelarre de vírgenes ultrajadas. Pero lo que importa no es el texto, sino la firma: el “who is who” del progresismo subvencionado. El cejijunto no busca ideas, no lee el manifiesto, busca nombres; para ubicarse respecto a ellos, para decidir si firma o si, por esta vez, pasa.
La motivación es tan cándida como contable: si llega la derecha con Vox en ristre, se acaba el chiringuito. Temen por sus goyas, por sus cenas, por su estatus. Les horroriza un ministerio de Cultura dirigido por un fascista que no aplauda sus dogmas buenistas y progresistas. No hay buena fe, solo pánico a perder privilegios.
Y, sin embargo, pecan de miopía: sus proclamas ya no arrastran votos y podrían costarles público. Su parroquia no cambiará, firmen o no firmen, pero los tibios podrían rebelarse cancelando entradas y dejando de comprar libros.
El segundo manifiesto, (porque con los trenes, uno siempre oculta a otro que no tarda en llegar) de la izquierda “verdadera”, sobrio, jacobino y machadiano, recuerda obviedades democráticas que, paradójicamente, solo enarbola hoy la derecha. Esta izquierda lúcida, antinacionalista, sin subsidios ni poder, debería ser coherente: autodisolverse en la orilla y pedir el voto útil. Ese que pica, pero cura.
Coda 2) Macronada. Macron, que nunca deja pasar la oportunidad de interpretar su papel de protagonista universal, anuncia que Francia, encarnada en su persona –sin consulta con el Gobierno ni debate parlamentario: prerrogativa regia–, reconocerá al Estado palestino. Será en septiembre, con la escenografía de la reunión de la ONU. Francia, miembro del G7 y del Consejo de Seguridad, se convierte en el primero de los grandes en dar el paso. Un gesto de peso, sin duda, aunque no de resultados.
El problema no es quién se suma, sino quién no: Alemania y Reino Unido siguen en su negativa. Y la soledad de París, sin sus dos pares, convierte la decisión en una grandilocuente declaración sin dientes. Tel Aviv responde con indignación previsible: siete de cada diez israelíes no quieren ni oír hablar de los dos Estados. En Washington, Trump, con su estilo habitual, despacha la jugada: “enano político”, dice de Macron.
La población de Gaza, mientras tanto, seguirá esperando que acabe la pesadilla. Estos reconocimientos no les traerá pan, ni refugio, ni paz. Tampoco frenarán la expansión israelí en Cisjordania, proceso ilegal pero en marcha. Es, como casi todo en esta historia, un gesto simbólico, una manera de tomar partido sin pagar el precio. Una condena de los crímenes de guerra que no cambia nada sobre el terreno.
Macron tiene el don de ir contra la corriente, o de creerse que va. Su presidencia ha pasado del fulgor reformista al desgaste de los solistas sin orquesta. Promueve una reforma electoral proporcional –cuando el sistema mayoritario le ha funcionado al país desde De Gaulle– y gobierna sin mayoría, a merced de los restos del centroderecha domesticado por Le Pen. Si el centrista Bayrou cae en otoño, como se murmura ya en París, le quedará un último truco o canto del cisne: un socialista que intente someter a los Insumisos de Mélenchon y a los centristas en torno al partido Renacimiento del presidente. Una nueva mayoría inestable, esta vez hacia la izquierda.
Último cartucho de mal augurio. Porque, salvo milagro, el verdadero duelo será entre quien logre pasar a segunda vuelta y el heredero de Le Pen: el joven Bardella, posible primer futuro presidente sin estudios universitarios. Francia, una vez más, a la vanguardia de Europa.
Coda 3) Los niños siempre mienten. Dice el entorno de Rivas que los niños no mienten para justificar las mentiras y la carta que supuestamente ideó Daniel y que mandó a la ministra de la infancia, Sira Rego. No es cierto, los niños mienten, Casi todos. Solo algunos cuando lleguen a adultos dejarán de hacerlo…. por imperativo kantiano.
Pero por fin se ejecutó la orden judicial y se cerró el culebrón: Daniel Arcuri regresa a Italia con su padre, el único lugar donde debió de quedarse para evitar el secuestro de su madre, una delincuente con problemas mentales. Los jueces italianos, más cautos tras la experiencia, han restringido las visitas maternas a la isla de Cerdeña, reduciendo así el riesgo de un nuevo rapto.
Pero la calma será efímera: en septiembre Arcuri deberá enfrentar otro juicio, esta vez por malos tratos, la excusa que usó Rivas y su séquito para negarse a entregar al niño. La rapidez y el sentido común de la sentencia serán decisivos: si no favorecen al padre, el caos resurgirá. En ese caso, la tutela estatal sería la única solución sensata, cabe esperar que provisional, para proteger a Daniel.
Entrevista maldita
Algunas entrevistas envejecen mal. Verbigracia, ésta al gran escritor italiano Leonardo Sciascia (1921-1989), al que muchos consideraron “la conciencia de Italia”, tan buen novelista, tan valiente ante la Mafia, tan lúcido sobre su país y la condición humana. Es meritoria porque muchas de sus respuestas contienen el mismo grado de verdad ayer como hoy. Pero… (Entrevista del conocido periodista Enzo Biagi (1920-2007) en el libro Dicono de Lei, 1978, Rizzoli Editore, Milán).
-¿A quién admira entre los contemporáneos?
-Me gusta Ceaucescu por lo que hace, por cómo lo hace, porque intenta ganar la independencia sin menoscabo de los ideales…