The Objective
Pilar Cernuda

Encerrado en La Mareta

«España se quema, y todo lo que se le ocurre al presidente de Gobierno es ‘echar’ al ruedo al ministro más deslenguado para dar un sopapo al PP con el peor estilo»

Opinión
Encerrado en La Mareta

Ilustración de Alejandra Svriz.

Ahí está, en La Mareta, disfrutando de los lujos y privilegios del Patrimonio del Estado.

Tres semanas de vacaciones cuando España arde, cuando Transparencia no informa sobre lo que está obligada a informar, a quiénes más –familiares y amigos– costeamos la estancia. Se ha reunido con Zapatero y con Salvador Illa, que no son visitas precisamente tranquilizadoras para los españoles. Zapatero es el hombre que abre puertas en Venezuela y China, malos aliados para un país que pretenda ser democrático; por no mencionar que hay sospechas fundadas de que el expresidente se está haciendo de oro gracias a sus alianzas con Maduro y Jinping.

En cuanto Illa, su deriva actual se acerca tanto a la causa independentista que ya no hay nadie, excepto los sanchistas, que le considere hoy un político en el que se puede confiar si se le pide que defienda los derechos de España y de los españoles. De todos los españoles. Por eso es inquietante que sean Zapatero e Illa los únicos invitados de los que se tiene noticia que han visitado La Mareta.

No solo Sánchez está missing. Arde España –hay que escribirlo a gritos, a ver si se escucha en Lanzarote– y tanto el presidente como la práctica totalidad de los ministros han hecho mutis por el foro. Excepto Óscar Puente, que ha aprovechado la tragedia para sacar lo peor de sí mismo, que es mucho.

Ni una palabra sobre la «desaparición» del Gobierno central, dedicado a arremeter contra los gobiernos regionales. Como si una catástrofe de la magnitud de la que se está viviendo, sufriendo, fuera asunto ajeno al Gobierno central. A quienes, como Puente, consideran a los gobiernos regionales responsables únicos de la tragedia y de tomar las medidas necesarias para paliar sus efectos, les vendría bien echar un vistazo a la Constitución y a la Ley de Protección Civil del 2015, que recoge que «todos los residentes en el territorio español tienen derecho a ser atendidos por las Administraciones públicas en caso de catástrofe», sin que se especifique en ningún texto que es la administración regional la que debe reaccionar ante la emergencia.

«A Puente se le dan muy bien las redes sociales, pero es pésimo para que trenes y aviones lleguen a su destino a tiempo»

Puente, por cierto, sí es responsable máximo de los asuntos del transporte, que funcionaban sin problema –con excepciones mínimas– hasta que él llegó al ministerio. Se le dan muy bien las redes sociales, pero es pésimo en encontrar la manera de que trenes y aviones lleguen a su destino a tiempo, como antes. Y pésimo también en encontrar la manera de facilitar transporte alternativo a quienes se han quedado tirados en un aeropuerto, una estación, o en una vía en medio de la nada.

El poderosísimo ministro de Transportes, que cuenta con el mayor presupuesto del Gobierno, no parece comprender cuáles son las necesidades mínimas ante una emergencia. Ni siquiera se le pasa por la cabeza la urgencia de facilitar unas botellas de agua, y enviar a unos técnicos que arreglen el aire acondicionado dentro de un tren parado, con pasajeros ateridos de frío o desmayados por el calor. Ni mencionar que se les lleve también algo de alimento, sería mucho pedir a un Óscar Puente insensible a cualquier tragedia e incapaz de pensar en una fórmula para paliar el desastre del transporte. Que no iba mal hasta que él llegó al ministerio.

Soportamos, aunque es un presidente legítimo, a un gobernante recluido en La Mareta –la reclusión se está convirtiendo en su estado natural, en cuanto pisa la calle le llueven insultos– incapaz de dedicar un minuto de su tiempo a adivinar por qué le pasa lo que le pasa: hace meses que no le convocan a las reuniones de dirigentes de los países de la UE que analizan la delicada situación internacional. Sánchez ha perdido crédito dentro y fuera de nuestras fronteras.

Presume de que fue el primer jefe de Gobierno que apostó por la creación de un Estado palestino, y es verdad; pero lo hizo cuando la política exterior de la UE debía ser pactada entre todos, como le recordó Josep Borrell, en aquel momento responsable de la Política Exterior y de Seguridad comunitaria. Lo hizo Sánchez además cuando Israel no había iniciado una estrategia demencial e inhumana en Gaza que ha dado pie para que, ahora sí, otros países pidan la fórmula de dos Estados para sentar bases de estabilidad en Oriente Medio y acabar con la tragedia de Gaza.

«Sánchez sume las posiciones de los dictadores del populismo de izquierdas, lo que provoca recelos en nuestros socios»

Sánchez se cree cargado de razón y los españoles sufrimos las consecuencias. Asume las posiciones de los dictadores más radicales del populismo de izquierdas latinoamericano, lo que provoca recelos en nuestros socios occidentales y atlantistas –de ahí que se le aparte de algunas convocatorias relevantes–, y no hace caso de ninguna clase de advertencias que se le hicieron hace años. Por ejemplo, de la importancia de Tanger Med, que se ha convertido ahora en letal para el comercio mediterráneo del puerto de Algeciras; no parece importarle la presencia china en importantes puertos españoles de Levante, ni las consecuencias económicas y políticas de marcar distancias con Trump. Un hombre que, guste o no guste, es el presidente de Estados Unidos y en este momento está moviendo el mundo.

Los llamados a La Mareta han sido Illa y Zapatero. Cuando se echa la vista atrás y se recuerda quiénes eran los gobernantes y personalidades internacionales que se reunían con los presidentes españoles en esa residencia, o en Doñana, Quintos, o donde pasaran unos días de vacaciones, dan ganas de llorar. Cuánto prestigio hemos perdido…

España se quema, y todo lo que se le ocurre al presidente de Gobierno es «echar» al ruedo al ministro más deslenguado para dar un sopapo al PP con el peor estilo y la máxima torpeza política.

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