Los méritos del emérito
«El próximo 22 de noviembre se cumplen los 50 años de la entronización del rey Juan Carlos I, que juró fidelidad al legado de Franco para así poder traicionarlo mejor»

Alejandra Svriz
El próximo 22 de noviembre se cumplen los 50 años de la entronización del rey Juan Carlos I, que juró fidelidad al legado de Franco para así poder traicionarlo mejor, y poder obrar en pro de la instauración (no reinstauración, a ver si habrá que revisar la historiografía) de la democracia… Y ello sin derramamiento de sangre. Estos son los hechos: si tienen otros mejores, vuelvan ustedes mañana.
Comoquiera que la efeméride coincide, con una diferencia de dos días, con la de la muerte del dictador, y comoquiera que estamos en el año Franco por decisión del Gobierno iliberal de Sánchez and Co., y comoquiera que el interesado está autoexiliado, desde hace cinco años, en Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos), resulta que Hacienda (que depende de quien depende, ya me entienden) ha decidido abrirle una carpeta al interesado, justamente ahora, poniendo en cuestión una residencia fiscal en el extranjero que durante años no le había preocupado lo más mínimo, pues es indudable que la tal no es española al no residir el investigado en España, y no sólo menos de la mitad del año fiscal; es que apenas “reside” algunos fines de semana al año.
Pero el fin de semana del sábado 22 de noviembre, a buen seguro, no “residirá” en España. Parece ser que pronto se trasladará a vivir a una casa entre Cascais y Estoril, no lejos del lugar donde pasó gran parte de su infancia con su familia; y esto para estar más cerca de España y de su familia. Pero igualmente exilio, al cabo.
Es casi un lugar común afirmar que la salida al extranjero del rey emérito (qué cursilería llamarlo así, ¿no bastaba con el rey a secas, o el rey jubilado, o si se quiere ser más técnico el rey abdicado) responde a una voluntad de preservar a “la institución”, encarnada en la persona de su hijo Felipe.
Así comunicó el viejo rey su “meditada decisión de trasladarme, en estos momentos, fuera de España» mediante una carta abierta a su hijo, el rey joven: “Ante la repercusión que están generando ciertos acontecimientos pasados de mi vida privada” y con el fin de “contribuir a facilitar el ejercicio de tus funciones, desde la tranquilidad y el sosiego que requiere tu alta responsabilidad”.
¿Hasta qué punto esta regia decisión la tomó en solitario Juan Carlos, la tomaron de consuno Juan Carlos y Felipe, que ya llevaba seis años en el trono, o la tomó Sánchez en comandita con su vicepresidente Pablo Iglesias? Esperemos que no hayan de pasar 50 años para que se desclasifique la información y pueda saberse.
Apuntaba en una columna de este periódico Esperanza Aguirre que el incombustible Ramón Tamames (memorable su intervención como candidato en la moción de censura en marzo de 2023) acaba de pedir en ABC que se cree una Fundación Real Juan Carlos, “con máxima atención a la ciencia y tecnología y a la cultura, viéndola como algo permanente, y a la que desde su comienzo pueda contribuirse con recursos de toda clase de donantes e incorporación de sabios y emprendedores”.
Bueno sería bueno que el proyecto viera la luz cuanto antes, impulsad, en efecto, por la sociedad civil (de los partidos poco cabe esperar), que el viejo rey resuelva los asuntos pendientes personales (con las sanciones correspondientes, si las hubiere) y pueda volver a residir en España, cerca de los suyos, y cerca del ingrato pueblo español, que tanto le debe. No hay que ser monárquico para desearlo, basta con tener memoria y ser medianamente demócrata.
P.D. Cabe pensar, y desear, que el libro del rey titulado Reconciliación que publicará para la campaña de Navidad el sello Planeta incorporará retazos autobiográficos de última hora.
Coda 1) Basset tovarich. Lluís Bassets, vieja primera espada internacional de El País, ¿de quién es agente? Escribiendo ayer sobre el encuentro del viernes en Alaska entre Trump y Putin, y refiriéndose a la delegación americana, afirmaba que es “el naufragio de la diplomacia amateur que el amiguismo corrupto de Trump ha instalado en el Gobierno, después de destrozar las mejores instituciones y los más brillantes profesionales con los que haya contado un país democrático para gestionar sus relaciones exteriores”.
Y por si cupiera duda de quién es agente: “[Trump] tenía enfrente otra institución excelente, disciplinada y eficaz, fraguada en la profesionalidad de los servicios secretos y militares soviéticos y de la agitprop estalinista, que sabe explotar la vanidad, la codicia y la corrupción del trumpismo y lo ha hecho una vez más a conciencia en los preparativos del encuentro de Alaska”.
Seguramente Trump no debería de haber recibido en territorio americano al criminal de guerra ruso, pero hoy por hoy su intermediación es la única vía plausible para acabar con la invasión de Ucrania, vista la incapacidad de la Unión Europea de hacerlo, por mucho apoyo “incondicional” a Zelenski y al pueblo ucraniano desde hace tres años. Y Zelenski y el pueblo ucraniano lo saben.
Coda 2) Señor Conde. “Cuando un monte se quema, algo suyo se quema… señor Conde” era el lema de una famosa campaña anti incendios del tardofranquismo, a la que contribuyó el humorista gráfico El Perich: aquí la genealogía del lema. El conde hoy somos todos. Un porcentaje de los incendios que un año más, este con especial violencia, azotan España son inevitables, pues se producen por causas naturales; otros son de origen humano, por diferentes tipos de negligencias; y el resto son intencionados, bien por intereses varios, bien por pirómanos, enfermedad mental. En todos los casos, dotarse de medios para combatirlos es clave. Y la prevención, naturalmente, no sólo es el debrozado masivo, sino también la adaptación de la normativa “ecosostenible” con los mínimos parámetros de prevención anti incendio. De nada sirve echarse la culpa las Comunidades Autónomas al Gobierno central y viceversa, en un espectáculo político abominable. Aumentar el gasto para combatir esta emergencia nacional ha de ser una prioridad nacional.
Coda 3) Último mohicano. Murió Javier Lambán, el último socialista bueno y, probablemente, el último buen socialista. Era además un hombre culto, de muchas lecturas, conocedor de la Historia. Mereció sin duda haber ocupado mayores responsabilidades en el partido a nivel nacional y en distintos gobiernos socialistas. Pero nunca las reclamó, y se dedicó con denuedo y bastante éxito a su trabajo en Aragón. Buen conocedor del paño catalán (estudió la carrera de Historia en Barcelona), sabía como las gastaban los nacionalistas y los criptonacionalistas del PSC y no se mordió la lengua con las obras de arte de Sejena ni con el sedicioso referéndum.
Aquí una de sus últimas entrevistas, de hace un mes. Lúcido hasta el final, reclamó un cambio de orientación en el PSOE. El ferragosto no justifica la parquedad de los homenajes públicos entre las filas socialistas. Hizo bien en pedir exequias privadas.