El verano mágico de Santiago Abascal
«Desde los medios hasta las conversaciones de chiringuito playero, pasando por las principales tertulias radiofónicas y televisivas, giran en torno a su agenda»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Huele a quemado en Extremadura y el sol se esconde anaranjado, casi rojo, por el humo que ensucia el aire. Pero no sufran, nada más lejos de mi intención que endilgarles desde esta tronera una lección sobre gestión de incendios forestales o una filípica acerca de qué administración o qué partido es el responsable de que buena parte de nuestra ‘españita’ se haya convertido en una tea ardiente. De hecho creo que debo confesarles que no tengo la más remota idea sobre las causas de los incendios que nos asolan o sobre la mejor forma de hacerles frente. Doctores suficientes tiene esa iglesia hoy sobrepoblada por expertos sobrevenidos que no sabrían diferenciar un pirocúmulo de un cumulonimbo aunque lo tuvieran delante.
De lo que si voy a hablarles es de las razones por las que este verano de 2025 se ha convertido en una temporada mágica para Santiago Abascal y su partido, ya que con el mínimo esfuerzo han logrado que toda la agenda pública, desde los medios hasta las conversaciones de chiringuito playero pasando por las principales tertulias radiofónicas y televisivas, giren en torno a su agenda, a sus temas-fuerza, los que les son más rentables electoralmente para atraer a ese millón y medio de votantes que a comienzos de verano dudaban entre decantarse por ellos o por el Partido Popular: La dupla inmigración-inseguridad y el eficiente mantra del «todos los partidos son iguales», es decir, la casta traidora de los partidos políticos frente al bravo pueblo español abandonado a su suerte y al que (ejem) solo defiende Vox.
Comencemos con los dos eventos que han tenido como vértice la inmigración y la inseguridad, los temas estrella del populismo de extrema derecha en todo el mundo desarrollado y en los que una vez planteado un endogrupo (Los hispano españoles fetén) y un exogrupo (los inmigrantes, especialmente si son de piel más oscura o profesan otra religión) nuestro populismo patrio, transformado para la ocasión en nativismo indigenista, aprovecha cualquier hecho circunstancial, sea real o imaginario, para construir escenarios fuertemente emocionales en los que sorprendentemente los segundos constituyen una amenaza existencial y urgente para los primeros.
Estoy hablando naturalmente de Torre Pacheco y de Jumilla y de dos hechos (una despreciable agresión y un acuerdo nítidamente inconstitucional del pleno municipal) que en circunstancias normales no hubieran pasado de ser noticias a pie de página en los diarios provinciales, pero que gracias a la depurada estrategia del nacionalpopulismo globalizado en las redes sociales se han terminado convirtiendo en poco menos que en el hundimiento del acorazado Maine en el puerto de La Habana.
Un territorio tóxico en el que por muchos esfuerzos que haga el centro-derecha liberal de cualquier país chapoteando torpemente en el mismo, es materialmente imposible que puedan pescar un solo voto, ya que jamás podrán competir en exabruptos, boutades, insultos y cafradas inconstitucionales con los propietarios de ese terreno de juego: Los nacionalismos de extrema derecha.
Pero la cosa no ha acabado ahí, una vez conquistado el territorio de la inmigración y la inseguridad y presentados ante la sociedad Española como el partido más militante en estos temas frente a la izquierda traidora y la derechita cobarde, los chicos de Abascal se han encontrado con dos regalos inesperados por parte de Socialistas y Populares: La vergonzosa bronca entre ambos partidos por el huracán de títulos truchos y la gestión de los incendios de la última semana.
Dos cuestiones que abonan otro de los temas-fuerza de la extrema derecha en todo el mundo, el «todos son iguales» y que busca presentar a las fuerzas ultranacionalistas, nativistas y antipluralistas como la única solución ante la falta de operatividad de la política democrática.
Y es que miren, en una campaña electoral, (y aunque no haya carteles pegados en las calles ni mítines en las plazas de toros, llevamos en campaña permanente desde hace al menos diez años), quien logra colocar su agenda política en el centro de la discusión ciudadana y su marco de interpretación sobre la misma es quien gana, y el partido que ha logrado ese prodigio desde comienzos del mes de julio hasta finales de agosto con la sorprendente colaboración del PP y la no tan sorprendente del PSOE, ya que espera pescar en este río revuelto, no ha sido otro que Vox.
Y mucho me temo que vamos a ver el resultado de todo esto en el próximo ciclo de sondeos.