The Objective
Francisco Sierra

Tarde, mal y nunca

«Es preocupante que el Gobierno no haya querido activar su capacidad para declarar el estado de emergencia con el argumento de que las comunidades no lo pedían»

Opinión
Tarde, mal y nunca

Un vecino colabora en las labores de extinción del incendio de Orense. | Brais Lorenzo (EFE)

El estado de descomposición institucional que sufre España desde hace años es de tal magnitud que ya no nos extraña que, a pesar de que se esté quemando media España, el Gobierno no declara el estado de emergencia y las comunidades autónomas tampoco lo piden. Pareciera que para nuestro gobierno, cuando los desastres ocurren en comunidades autónomas que no gobiernan, y que son la gran mayoría, tardan siempre un poco más en detectar la gravedad real de los hechos, y también en reconocerlo y activar unos recursos estatales que son necesitados con urgencia.

Desde el primer momento se ha contado en los incendios de Castilla y León, Andalucía, Madrid, Extremadura y Galicia con el esfuerzo incansable de las tropas de la UME y del apoyo de los aviones especializados en la lucha contra incendios de los ministerios de Transición Ecológica y de Defensa. Un apoyo fundamental, pero insuficiente a los recursos humanos y técnicos de las comunidades, dado el número, extensión y voracidad de los incendios. Más de cien simultáneos y en las peores condiciones climatológicas, con fuertes y variables vientos, y una larga ola de calor con temperaturas extremas. Los llamamientos de petición de ayuda al gobierno se multiplicaron. Y de nuevo esa extraña respuesta gubernamental, ya usada en otras situaciones, en la que se apela a que la responsabilidad es inamoviblemente de las comunidades, ocurra lo que ocurra. De nuevo ese inquietante mensaje, increíble en cualquier gobierno de cualquier país, de que ya se están facilitando los medios que se piden. Es decir, el ya conocido mensaje sanchista de «si necesitan ayuda que la pidan».

Se necesitaban y se pidieron. Tardó Grande-Marlaska en activar el protocolo de la UE para la extinción de incendios a través del llamado Mecanismo Europeo de Protección Civil que permite que cualquier miembro solicite asistencia cuando los recursos nacionales no son suficientes para hacer frente a una emergencia como incendios forestales graves. El mismo Grande-Marlaska que venía repitiendo que se estaban dando a las comunidades todas las ayudas necesarias, reconocía implícitamente, al activar el protocolo, que los recursos nacionales no eran suficientes.

Pero lo cierto es que esos recursos nacionales, más allá de la UME, no se habían movilizado a pesar ya de la unánime petición de las comunidades afectadas. Los incendios han quemado media España y nuestro presidente permanecía callado en su residencia de verano en Lanzarote, sin dar señales de vida, más allá de un par de mensajes en redes sociales. Por fin decidió visitar el pasado domingo el puesto de control de los incendios de León y un salto muy controlado a Villablino, en el que solo se permitió la presencia de «medios oficiales». Esta visita a los incendios, según algunos analistas, había venido casi obligada después de que el rey Felipe VI decidiera interrumpir sus vacaciones en Grecia y acudir al puesto de mando de la UME en Torrejón de Ardoz. Otros, sin embargo, siguen pensando que era la forma que Sánchez tenía para tapar informativamente su ausencia en las reuniones de los principales dirigentes europeos sobre la crisis de Ucrania, donde nadie ha contado con el presidente español en ninguna de las reuniones preparativas del encuentro de Trump con Putin.

En el momento en que Sánchez pisa León, había más de un centenar de fuegos activos con unas 200.000 hectáreas arrasadas. Por hacerse una idea, es la extensión de la provincia de Guipúzcoa. (Ahora mismo la cifra acumulada en lo que va de año se acerca desgraciadamente ya a las 400.000 ha, la extensión de Vizcaya y Guipúzcoa juntas). En medio de ese infierno, con la desgracia de varias personas fallecidas, con miles de habitantes desalojados de sus viviendas, con riesgos de fuego en varios Parques nacionales, con personas luchando contra el fuego apenas con mangueras y cubos para salvar sus casas, en medio de todo eso, Sánchez anunció como prioridad principal que en septiembre planteará un pacto de Estado frente a la «emergencia climática».

«El presidente que no ha logrado el más mínimo consenso para lograr unos presupuestos anunciaba la intención de conseguir el apoyo de todas las fuerzas políticas»

El presidente que no ha logrado desde hace dos años –y todo apunta que este año tampoco– el más mínimo consenso para lograr unos Presupuestos Generales anunciaba la intención de conseguir el apoyo de todas las fuerzas políticas, de todas las administraciones públicas (estatales, autonómicas y locales), así como de empresas, sindicatos, comunidad científica y sociedad civil. Utópico. El presidente que ha alardeado de levantar muros contra media España hacía un triste ejercicio de malabarista, para desviar con la insistencia en el cambio climático la urgencia de medidas inmediatas para frenar, controlar y sofocar los incendios. Horas más tarde anunciaba el primer envío de maquinaria de apoyo y tropas de los tres ejércitos, más allá de las ya desplegadas de la UME.

De nuevo, reaccionaba tarde y mal. Como ya ocurriera en la crisis de la DANA, donde ese envío de tropas adicionales se retrasó durante los primeros días, finalmente aceptaba desplegar fuerzas de apoyo en los distintos incendios. No es difícil vaticinar que pronto, si no ya, se escuchará decir, desde la Moncloa y desde sus medios sincronizados de opinión, que se movilizaron todos los esfuerzos desde el primer día. Lo dirán. Seguro.

Más allá de estas habituales miserias en la lucha por el relato lo que de nuevo subyace es la inacción del gobierno de la nación ante un desastre que trasciende la territorialidad autonómica. Los incendios han saltado entre comunidades, han afectado a derechos fundamentales de los españoles como es el del libre movimiento con los trenes de alta velocidad a Galicia suspendidos desde hace ya casi una semana. Cuando decenas de miles de personas han tenido que ser desalojadas de sus viviendas o cuando otras han visto como sus viviendas eran devoradas por el fuego, es preocupante que el Gobierno de la nación no haya querido activar su capacidad para declarar el estado de emergencia con el argumento de que las comunidades no lo pedían. E igual de preocupante para el funcionamiento institucional es que esas comunidades tampoco lo hayan pedido, ya sea porque no se fiaban de que el control pasara al gobierno de la nación o porque aseguraban que, dado que el gobierno insiste en que no hay más medios, pues no es necesario pedirlo.

En este infierno que se vive en media España es triste que se sigan buscando réditos políticos como si estuviéramos ya en un claro clima preelectoral. El aluvión de variables que han confluido en este dramático verano de fuego es interminable. Una España vaciada, con despoblamiento de las zonas rurales y abandono de los tradicionales usos ganaderos y agrícolas que ayudaban a la limpieza de pastos y bosques, se han encontrado con una burocracia desmoralizante, y con recortes presupuestarios y tardanza en las ejecuciones en algunas comunidades donde nos encontramos con salarios mínimos y condiciones lamentables para los profesionales que se juegan la vida. Todo es cierto, pero también lo es, aunque no se comente tanto, que hay comunidades como la de Galicia con presupuestos para la prevención y defensa contra incendios casi tan grande como la del propio estado central.

«Lo más urgente, por encima de todo, es apagar los incendios con todas las fuerzas disponibles desde el minuto uno. No hay que esperar a que nadie llame»

Claro que hay cambio climático. Claro que es necesario un gran pacto de estado para las emergencias climáticas que puedan surgir. Claro que hay que priorizar la prevención, la mejora de los recursos y la anticipación. Claro que hay que recuperar la actividad y control de los bosques y los montes, abandonados durante décadas. Claro que hay pirómanos e incendiarios. Pero cuando hay un centenar de incendios que todo lo devoran, lo más urgente, por encima de todo, es apagarlo con todas las fuerzas disponibles desde el minuto uno. No hay que esperar a que nadie llame. Las comunidades autónomas gobernadas por el PP son también parte de la nación. 

Sánchez sigue insistiendo en su pacto de estado. Nadie como él ha roto puentes con la oposición y ha despreciado los pactos de estado. Nadie como él ha priorizado a sus socios de gobierno y de legislatura, rompiendo consensos, e incluso la igualdad y la solidaridad territorial en beneficio de Cataluña y País Vasco. 

Primero hay que apagar los fuegos. Luego nos daremos cuenta de que, al igual que otras crisis, todo se ha hecho tarde, mal y nunca se explica bien. Y luego a Sánchez se le olvidará lo que es un pacto de estado e intentará imponerlo.

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