The Objective
Ricardo Dudda

Miserias de país pobre

«El único ascensor social (y es muy modesto) que funciona en España es la herencia. La gran brecha que viene es la de los ‘millenials’ que heredarán y los que no»

Opinión
Miserias de país pobre

Ilustración de Alejandra Svriz.

«Lo central de cualquier catástrofe es mostrar la incompetencia del adversario y encontrar su origen en la inmoralidad de los contrarios», escribe Daniel Gascón en El País. «Buena parte de nuestros políticos se dedican a lo que creen que puede eximirles: una intensa, y en ocasiones bochornosa, tarea de comunicación. Contar una y otra vez que ellos no han sido», escribe Ramón González Férriz en El Confidencial. Hace años, el expresidente alemán Richard von Weizsäcker dijo que el político contemporáneo es alguien experto en oponerse a un adversario. No es un gestor, no es un coordinador, no es un representante. 

Todo el aparato propagandístico alrededor de un gobierno o un partido tiene el objetivo primordial de evitar una verdadera rendición de cuentas. Ocurrió después de la dana, ocurrió después del apagón, está ocurriendo durante los incendios. El primer resorte que se activa en la silla del político es la búsqueda de responsables, no de soluciones. 

«El eslogan ‘solo el pueblo salva al pueblo’ demostró que en España hay una solidaridad encomiable; también la derrota del Estado»

Esta dejación gubernamental es una privatización de la política: uno acaba recurriendo a los suyos, o haciéndolo uno mismo, convencido de que el Estado no llegará. Durante la dana el eslogan «solo el pueblo salva al pueblo» demostró que en España hay un tejido social muy fuerte y una solidaridad encomiable; también fue una demostración de la derrota del Estado. Está pasando igual durante los incendios. La prensa habla de héroes que han fallecido ayudando a salvar a sus pueblos de las llamas. Son realmente héroes. Pero también son víctimas de un Estado fallido. Un ciudadano de un país moderno no debería coger una manguera más que para regar sus geranios. Si el bosque se quema, si mi pueblo se inunda, quiero un Leviatán masivo interviniendo a la velocidad de la luz. 

Esa privatización de la política (si el Estado no llega, el pueblo tendrá que hacer lo que pueda) se ve en muchas facetas, no solo con las emergencias. Es un fenómeno de los países latinos. Grecia, Italia, España son países pobres (tenemos que asumirlo y dejar de creernos que el PIB realmente lo dice todo y que por tener McDonald’s en todas las ciudades ya somos primer mundo) que no lo parecen tanto porque sobreviven gracias a redes informales, a una sociología solidaria. Tus padres cuidan de tus hijos mientras tú trabajas; si no tienes casa, vives con tus padres hasta poder heredarla; si no encuentras trabajo, te quedas con el de la familia (el bar, el supermercado). Por eso (y por otras muchas razones) no hay revueltas ciudadanas en un país cuyos salarios reales llevan congelados más de 20 años. 

El único ascensor social que funciona en España (y es un ascensor muy modesto, te sube solo dos o tres pisos en la mayoría de casos) es la herencia. La gran brecha que viene es la de los millenials que heredarán y los que no. El otro ascensor social, también modestísimo, son las oposiciones: el joven español urbano, formado y cosmopolita tiene sueños húmedos con trabajos de chupatintas. Y lo entiendo. Pero son miserias de país pobre, improductivo. El pequeñorrentismo y el funcionariado como únicas esperanzas de prosperidad. Y la caridad de los de tu alrededor como único colchón. 

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