Tango infernal en Alaska
¡Cuán distinta sería hoy la situación si los aliados europeos hubiesen apoyado militarmente a Ucrania, como lo hacen hoy, desde el principio de la invasión rusa…!

Trump y Putin dándose la mano. | Europa Press
Después de la grotesca minicumbre en Alaska, con alfombra roja —¿acaso se la ponen a Zelenski en EEUU?— Trump le dio oxígeno a Putin. Solo sirvió para rehabilitar al sátrapa y darle una ventaja indecente en las futuras negociaciones. El líder del mundo libre, desacreditado y ridículo aspirante al Nobel de la Paz (octubre se acerca y no tiene nada que llevarse al diente) convocó después a Zelenski y a una nutrida delegación paneuropea. (Sánchez ausente. País pequeño. Ayuda mínima. Como dijo el primer ministro estonio en Euronews hace unos días: “Estoy decepcionado con él. Deberá dar explicaciones en relación con la contribución a la OTAN. No es cuestión de kilómetros de Moscú”).
Washington habló, al menos, claro: 1) Zelenski debe tragarse concesiones territoriales intolerables y renunciar a la OTAN sine die; 2) Los aliados pagarán la paz, en dinero y en fuerzas de interposición, mientras EEUU esquilma recursos mineros y Trump vuelve al business as usual con Putin.
La guerra seguirá mientras a Putin le convenga. Es una guerra a la antigua, palmo a palmo, salvo por los drones. Balance obsceno de muertos en ambos ejércitos y con miles de civiles ucranianos masacrados.
Pero Rusia no controla el aire. No progresa. Pierde enclaves. Ucrania, con inteligencia occidental, intercepta misiles y daña posiciones rusas. La guerra puede durar.
Biden, el pájaro bobo, prometió en 2022 nunca enviar soldados a Ucrania. ¿Por qué? En febrero de 2022: «Nuestras fuerzas no estarán involucradas». Otra actitud y la guerra habría probablemente acabado hace tiempo.
¡Cuán distinta sería hoy la situación si los aliados europeos hubiesen apoyado militarmente a Ucrania, como lo hacen hoy, desde el principio de la invasión rusa…! Ese temor a aparecer como beligerante, ese temor a las bravuconadas nucleares de Putin… Europa: gigante con pies de barro, siempre un paso atrás de los acontecimientos.
Los líderes europeos, convidados de piedra y paganinis, no entienden el nuevo orden mundial. Les corresponde un papel secundario y feo, salvo que dediquen 5% del PIB del presupuesto atlántico del pilar europeo de la Alianza a ser autosuficientes en armamento y autónomos en geopolítica.
Algunos países de la UE han reinstaurado el servicio militar obligatorio. En España, mientras duró, cohesionó, integró y generó empatía interregional. Hoy sería un cemento intraeuropeo, más sólido que el de Erasmus, si fuera a base intercambios de soldados en todo el continente. Amén del valor simbólico europeísta. ¿Pues qué es la democracia sino adhesión a valores simbólicos? No se ha probado que el ejército de conscripción sea decisivo en términos de eficiencia. Pero federa: que se lo digan a Putin y a Zelenski… Sólo un ejército europeo con Reino Unido como colíder nuclear con Francia, y Alemania como trastienda armamentista daría credibilidad a una política exterior común.
Si Europa se limita a permitir que Hungría albergue un encuentro Zelenski-Putin —para evitar que Zelenski vaya a Moscú ¡y sea detenido!—, esto puede ser el principio del final de la guerra. Pero también el final del principio de la política europea de defensa.
Coda 1) Piromaníacos. Que el cambio climático, en un 80% de diversos orígenes humanos, no explica la actual ola de incendios —salvaje, brutal— lo entiende hasta un parvulito. No le importa a Sánchez: saca de la chistera un vergonzante pacto de Estado contra el cambio climático como cortina de humo (perdón por la metáfora) para pasar el verano, y luego… ya veremos. La evidencia científica, tan manoseada y elástica, coincide solo en esto: únicamente la acción conjunta de las grandes potencias contaminantes tendría un efecto palpable sobre el calentamiento global. Que Suiza, por ejemplo, sea el país más ecologista del planeta no cambia nada; ni siquiera detiene el derretimiento dramático de sus propios glaciares.
No quita que cada Estado, región, municipio, barrio o comunidad de vecinos deba contribuir, a su escala, en no enmierdar el entorno, y comportarse “como un buen padre de familia” —o madre, da igual—. Pero el problema es global. La acción local es hoy por hoy simbólica. Para medidas de verdad existen organismos, como la COP, donde los países evalúan el progreso y ajustan compromisos, desde Kioto hasta París, buscando limitar el calentamiento global, pero sin poder coercitivo. Sin sanciones, son meros protocolos de salón.
La literatura científica prevé, según el PNUMA (el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), un aumento de +3,1 °C para finales de siglo si no se refuerzan drásticamente los compromisos internacionales. Los países que no han ratificado el protocolo de París son pocos: Irán, Libia, Yemen… y el gran contaminante del mundo, Estados Unidos. Y, claro, los otros grandes emisores de gases —China, India, Rusia, Japón, Indonesia— siguen a lo suyo y nadie esperan que cumplan. Por otro lado, África y los países poco industrializados reclaman poder contaminar un poco para salir de su miseria estructural. ¿Quién con un mínimo de decencia podría negárselo?
Volviendo a la España de Sánchez Panza: la polémica de las responsabilidades se ha convertido en la serpiente venenosa del verano, excusa perfecta para la política de los incendios, que es, en realidad, la guerra por otros medios, como diría Clausewitz. ¿Quién encendió primero la mecha? (Perdón por la metáfora, bis). No importa.
¿Le importa acaso a la ciudadanía que ha sufrido tragedias el rifirrafe entre socialistas y los populares sobre quién pidió qué y cuándo lo pidió? No tanto como que se hubiera debido declarar la emergencia nacional. Sí. Que se hubiera pedido ayuda a CCAA no afectadas. Más que sí. Que se hubiera solicitado antes asistencia a socios comunitarios, a devolver. Indudablemente.
¿Deberían Sánchez y el rey haber interrumpido sus vacaciones? Sí, y muy realmente. Uno para coordinar un gabinete de crisis eficaz; el otro para aportar el respaldo moral que siempre significa la Corona. La reina de Inglaterra visitaba diariamente los barrios bombardeados por los nazis; el rey de la pista Nadal puso su academia a disposición de afectados por inundaciones en Mallorca, achicando agua con uno más.
¿De qué sirve echar más leña al fuego (perdón por la metáfora, ter) y descalificar personalmente a unos u otros? Solo para crispar, generar rencores y alimentar a la bestia cacofónica que domina la política patria. Otra cosa es que, una vez pasado el desastre, cada palo aguante su vela y se rinda cuentas a la mayor brevedad. Que se saque, a diferencia de con la dana valenciana (con una última cruel metáfora), algo de agua en claro.
Siquiera sea para que el verano que viene todos los haga mejor.
PD: ¿Por qué el ejército, con todo su arsenal humano y técnico, no se movilizó desde el primer día en labores de apoyo, logística y protección de las poblaciones afectadas? Los robles no hablan.
Coda 2 ) Con un par de fresas. Vox ha sabido reaccionar después de la arremetida xenófoba (hay que llamar a las cosas por su nombre) contra una heladería argentina en Barcelona, tras la denuncia en redes (ese tribunal popular) de un concejal de distrito de ERC por una supuesta “agresión lingüística” a su pareja: al pedir ella un helado de “maduixa” (fresa en castellano), una empleada recién llegada a Cataluña pidió que le tradujera la para ella exótica palabra. No sabía lo que les esperaba.
La cacería continuó en las redes con el exdiputado y falso intelectual de la CUP Antonio Baños, quien instó a adoptar represalias contra la heladería hasta conseguir su cierre. Hasta el pastelero loco (© Francisco Rosell) se sumó a la jauría, poniendo su histérico grito en el cielo (que se reserve para las conclusiones del Abogado General del TJUE este otoño sobre la ley de autoamnistía…).
Entretanto, el atrapavotos Vox (ojo, su ascenso demoscópico en Cataluña en detrimento del PP puede ser una vía de agua letal en las próximas generales para éste) ha decidido «crear un órgano que escuche, asesore y dé apoyo a los amenazados» por radicales nacionalistas cuando se use el español.
La idea, que debería haber impulsado el PP catalán hace tiempo, le reportará miles de votos a la formación verde. Eso es sentido de la oportunidad y de la realidad… y no la cantada de Cantó con la Oficina del español que le puso Ayuso en Madrid.
Los ciudadanos votan muchas veces por cosas concretas. Como por ejemplo, por solidaridad con la empleada de la pastelería. Como por ejemplo para que al cordero lo degüellen en su casa.
Coda 3) Investigadora. Ha tenido que ser el gran investigador Melchor Miralles quien diga lo que es de justicia: hay que reconocer por parte de la profesión el ingente trabajo, contra viento, marea, querellas e insultos, de Ketty Garat, por ser la primera en destapar el caso Ábalos y sus múltiples ramificaciones.