The Objective
Francisco Sierra

Los miedos de Sánchez

«A Sánchez no se le puede negar un instinto político que muchos podrían calificar de inmoral. Si hay algo que no le da miedo es mentir. Lo ha convertido en su estrategia»

Opinión
Los miedos de Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Ilustración de Alejandra Svriz

No serán los idus de marzo los que disparen los miedos de Sánchez. Los lleva viviendo desde hace años y en los últimos meses esos miedos se han convertido en pánico. Un sentimiento que le atenaza cada vez más y que intenta desesperadamente no mostrar en público, aunque trascienda en sus palabras, en sus gestos y hasta en su demacrado rostro. 

Llega septiembre y en Sánchez crece todavía más el miedo a los jueces, a la prensa crítica y a la calle. Tres miedos que se transforman en pánico cuando se habla de la UCO y de los previsibles nuevos informes que traerán más datos sobre los casos abiertos de corrupción de Cerdán, Ábalos y Koldo. Miedo que crece en el Gobierno ante la posibilidad de que se añadan nuevos nombres relacionados con el poder legislativo y con algún actual ministro.

Miedo a las investigaciones de nuevos escándalos y miedo al desarrollo del proceso judicial que lo rodea en su entorno más familiar. Su esposa, Begoña Gómez, tiene cita ante el juez ya en septiembre para declarar por un presunto delito de malversación que se suma así a los otros cuatro presuntos delitos por los que ha sido imputada. Miedo porque pronto también su hermano se sentará en el banquillo y todo apunta que lo mismo hará su fiscal general del Estado. 

A Sánchez no se le puede negar un instinto político que muchos podrían calificar de inmoral. Si hay algo que no le da miedo es mentir. Lo ha convertido en su principal táctica y estrategia. Miente a los electores, miente a sus militantes, miente a la oposición, miente a sus socios de gobierno y también a los de legislatura. Sánchez miente tanto que se miente a sí mismo y pareciera que se cree lo que dice. Miente, lo sabe él, los suyos lo saben, todos lo sabemos, pero ni un gramo de remordimiento. Ni de rectificación.

Asegura que esta vez sí presentará una propuesta de Presupuestos Generales. Su vicepresidenta primera, ministra de Hacienda, número dos en el partido, María Jesús Montero, lo repite, aunque sepa que para conseguir el voto de socios como Junts o ERC tendrá que conceder el cupo que privilegia en la financiación a Cataluña rompiendo la igualdad y solidaridad de los territorios. Se ha escondido en las negociaciones, pero no podrá evitar sus consecuencias electorales para ella en Andalucía y para el partido en el resto de España.

«No será fácil que puedan salir adelante este proyecto ni los otros que tiene en reposo obligado por falta de mayoría parlamentaria»

No será fácil que puedan salir adelante este proyecto ni los otros que tiene en reposo obligado por falta de mayoría parlamentaria. Pero el miedo de Sánchez a perder el poder, a tener que abandonar la Moncloa, La Mareta, el Falcon, los doscientos escoltas, las vacaciones pagadas y sobre todo la coraza protectora que siempre tiene el poder, es ya clínico. Mientras siga en el poder, aunque no gane ni una ley, puede seguir controlando a fiscales y convirtiendo a los abogados del Estado en abogados defensores. Con su perversa adaptación del Reglamento europeo sobre Libertad de Medios, intenta aumentar el control de los medios críticos estrangulando la supuesta equidad en el reparto de publicidad institucional para beneficiar, como si fuera un nuevo cupo catalán, solo a los medios fieles. 

El miedo de Sánchez a la prensa libre es de tal calibre que ha transformado la televisión pública en una especie de «teleFerraz» que pagamos todos los españoles, donde la parrilla está ya totalmente invadida por el equipo sincronizado de opinión que emana de la Moncloa.

Todos estos miedos son minucia frente al que Sánchez tiene a la calle. Tiene miedo a los españoles. Un miedo político que le paraliza a la hora de convocar elecciones anticipadas porque sabe que será su final electoral y esta vez no podrá volver a montar falsas mayorías progresistas que le permitan seguir aferrado al poder. Y miedo físico que le hace permanecer escondido en sus palacios, sea cual sea el desastre que ocurra. Llevaba mucho tiempo evitando el contacto libre con los ciudadanos. En los últimos tiempos sus comparecencias públicas en la calle venían siempre enmarcadas en entornos controlados con militancia del propio partido socialista. Su experiencia tras la dana donde acudió tarde y mal, escondido en la propia visita que hizo el Rey, terminó con una deshonrosa huida que sus narradores trataron de enmascarar intentando convertir el cabreo de los ciudadanos afectados y cabreados en una supuesta amenaza de grupos de ultraderecha. 

No fue un hecho aislado. Desde entonces restringió todavía más su contacto directo con los ciudadanos. Hasta tal punto que cuando se ha producido un nuevo desastre este verano como los incendios que han quemado media España, y se ha visto forzado a visitar algún sitio o bien ha buscado centros oficiales cerrados, o bien ha acudido a sitios sin paisanaje y además limitando la presencia de medios a los que el gobierno considera «medios oficiales». Su miedo es tal que incluso cuando se anunciaban esas visitas se adelantaban sin avisar en el tiempo para terminarlas antes de la hora que había anunciado de llegada. A pesar de ello, ni adelantando los horarios pudo evitar los gritos en contra de ciudadanos que le echaban en cara la tardanza del Gobierno en movilizar medios. 

Sánchez no ha tenido repararos en cómo pasó con la dana y con el apagón, y ahora con los incendios, en reconvertir las desgracias para buscar beneficios electorales enmascarándolo todo para evitar el objeto de las críticas y convertirlos en anuncios de cara a la galería, como su enésima propuesta de un pacto de estado climático. España ardía y él solo pensaba en cómo transformarlo en votos. La capacidad de generar relato de la Moncloa está probada y no es pequeña. Errores manifiestos de las comunidades autónomas son agrandados por el aparato mediático que, sin embargo, minimizan hasta el olvido las inacciones del Gobierno, que serían impensables en cualquier otro país. El miedo electoral de Sánchez le lleva a medir todo antes de actuar, y es capaz de tardar en reaccionar cuando nos encontramos con desastres que por su magnitud o porque afectan a varias comunidades, desbordan los recursos autonómicos. 

Ese mismo miedo es el que le puede llevar a ofrecer pagos inasumibles en un Estado de derecho democrático con tal de seguir en el poder. Nadie pensó que fuera a reventar la Constitución con su ley de Amnistía. Mintió y lo hizo. Y con un Sánchez con miedo cualquier cosa puede ocurrir. A nadie le extrañaría que ahora se ponga a jugar con la ruleta rusa que supondría aceptar cualquier versión de pregunta sobre la autodeterminación. Es habitual que la mayor parte de la gente piensa que algo no puede ocurrir hasta que ya ha ocurrido. Por eso hay que tener mucho cuidado con los miedos de Sánchez.

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