Ni un atisbo de esperanza
«Comienza un nuevo curso político y no hay muchos motivos para el optimismo. Sánchez no piensa dimitir ni convocar elecciones»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Ya nos gustaría a algunos que hubiera luz al final del túnel, pero no parece que el nuevo curso político se presente con una mínima esperanza de que esta pobre España, pobre en todos los sentidos a pesar del triunfalismo gubernamental sobre las cifras económicas, pueda salir del hoyo.
Esas cifras no mejoran las condiciones vitales de la mayoría de los españoles, aunque seguro que esos viajes que prepara Sánchez para las próximas semanas, con el punto fuerte habitual de septiembre, la Asamblea General de Naciones Unidas, servirán al presidente español para sacar pecho ante los interlocutores con los que mantendrá encuentros bilaterales. A ver quiénes van a ser esos interlocutores: Pedro Sánchez hace tiempo que ha dejado de ser un «deseado» en las reuniones de Nueva York en las que quienes cuentan algo en el escenario político suelen tener dificultades para encontrar hueco en su agenda y atender todas las peticiones de entrevistas.
No hay luz al final del túnel porque Sánchez se empecina en el error. Es hoy un político de perfil poco ejemplar, de hombre mentiroso, con aliados y socios que él mismo detestaba, incapaz de detectar la corrupción en su entorno y tomar las medidas pertinentes; poco firme en la defensa de los principios de la democracia, y muy activo en las descalificaciones hacia los miembros de judicatura, fiscales, periodistas y dirigentes del PSOE y de otros partidos empeñados en asumir sus responsabilidades con rigor.
Un presidente que tiene celos de cualquier persona que destaque, sobre todo del Rey, del jefe del Estado, al que se advirtió que no debía acudir a la tierra devastada por los incendios hasta que lo hiciera el presidente de gobierno. Ya ocurrió con la dana. En esta ocasión Pedro Sánchez no acompañó a los Reyes, no fuera a repetirse el espectáculo de Paiporta.
El fuego. Los fuegos. El peor verano que se recuerda. No se han hecho las cosas bien, ni el gobierno central ni los regionales. El cruce de acusaciones ha sido bochornoso, ha importado más descalificar al adversario que asumir responsabilidades propias. El sentido común, y la propia Ley de Protección Civil recoge perfectamente que ante una catástrofe que afecta a varias comunidades el gobierno central tiene competencias, vaya si tiene. Y de hecho las ha ejercido, aunque no con la agilidad necesaria. Y lo peor, sin dedicar a la lucha contra el fuego los elementos necesarios, a pesar de que hace años que se piden más personal y medios. Ni siquiera hemos utilizado la totalidad de los fondos europeos para esa función.
¿Cómo es posible que los gobernantes no hayan acudido a quienes saben mejor que nadie qué medidas se deben tomar pare evitar incendios masivos como los que estamos sufriendo? ¿Cómo es posible que los que mandan no hayan tenido la inteligencia de escuchar a los ganaderos y agricultores que llevan tiempo denunciando que no se hace lo que se debe hacer? Se han aprobado normas que obligan a una burocracia interminable para retirar árboles secos y utilizarlos para leña, como se ha hecho siempre; más burocracia para limpiar a fondo montes, bosques, cunetas, cortafuegos. Se han puesto límites a que vacas, ovejas y cabras pasten en campos que, sin los animales, se convierten en yesca al menor descuido. No se actúa con firmeza contra los pirómanos, la mayor parte de los detenidos saben que un buen abogado les saca del apuro con el argumento de que no hubo intención de quemar, sino descuido. Eso sirve incluso si hay víctimas mortales.
Hay importantes decisiones que tomar sobre normas, leyes y actuaciones sobre incendios. Falta escuchar más, y actuar en consecuencia. Con sentidiño, como se dice en la Galicia que arde por los cuatro costados, al igual que Castilla y León, Extremadura y otras regiones.
Comienza un nuevo curso político y no hay muchos motivos para el optimismo. Sánchez no piensa dimitir ni convocar elecciones, se va a volcar en proteger a su familia y a sus compañeros de partido, y si para ello tiene que arremeter contra jueces y medios de comunicación que cuentan verdades como puños, pues arremete. Ante las encuestas que le ven de capa caída, saca el comodín de PP igual a Vox. Ya puede espabilar Feijóo, porque a pesar de que Vox ha perdido voces muy sólidas cuando han comprendido que el partido no era lo que pensaban y hay mucho que limpiar, crece como la espuma. Sus fieles no leen ni escuchan lo que prefieren no saber sobre la trastienda de ese partido. Por otra parte, es necesario asumir, sin complejos, que la inmigración masiva, e ilegal, se ha convertido en una importante baza para el gobierno, que acusa de xenófobos a quienes alertan sobre sus consecuencias y ponen el acento en que es sinónimo de inseguridad.
Es la principal seña de identidad de Vox para captar votos, y el gobierno les hace la ola con la utilización de los traslados de los menores no acompañados a la Península. Con la excepción de Cataluña y el País Vasco, prueba palpable de que el propio gobierno es consciente de que, desgraciadamente, un porcentaje alto de españoles vincula a los menas con delincuencia. Sería hipócrita negar que hay delincuentes en el mundo de la inmigración, aunque no solo en ese mundo; pero también convendría poner el acento en lo que significa la inmigración en el sector laboral, la riqueza que genera. Determinados sectores serían inviables sin inmigrantes, entre ellos la agricultura y ganadería, construcción, o atención a mayores y discapacitados. Pero esa es ya otra historia.
Feijóo cuenta con experiencia de gestión de gobierno, ha hecho un máster sobre incendios porque le ha tocado sufrirlos y desde luego tiene más talante y generosidad política que muchos de los miembros de la clac de Sánchez, de la que forman parte varias personas de trayectoria personal y profesional que hacían impensable que cayeran abducidos ante este presidente de gobierno. Sin embargo haría bien Feijóo en exigir cordura y contención verbal a algunos de sus colaboradores que, como Sánchez, ministros y portavoces socialistas, también se pirran por un titular.
Si el presidente del PP aspira a formar gobierno, tendría que empezar a hacer limpia en su partido. Algunos de sus colaboradores son fabricantes de votos para Vox: se han convertido en personajes absolutamente antipáticos. Por bocazas. Y por falta de inteligencia para el debate político.