Nos conviene leer a Popper
«Los disparates, la insolidaridad, no cesa. El Gobierno socialista de España y el Gobierno socialista de Cataluña nunca habían traicionado tanto las ideas socialistas»

Karl Popper.
La (mala) política española no descansa ni en agosto. Los disparates nunca están de vacaciones.
Empezamos con los sucesos de Torre-Pacheco y Jumilla en Murcia, simple ganas de crear problemas donde no los hay por parte de Vox y la incapacidad del PP en no caer en la trampa. Después han seguido los incendios, echándose la culpa mutuamente los dos grandes partidos cuando las responsabilidades seguramente están bastante repartidas. Una muestra más de que el Estado no funciona, o funciona mal, y el Gobierno sólo se ocupa de su supervivencia pero no de prever lo que puede pasar a los ciudadanos: la dana, el apagón y los incendios son demasiadas imprevisiones. El Gobierno falla pero la oposición va a remolque de estos fallos, no se anticipa para que no ocurran.
En estos días, además, sigue el proceso de destrucción progresiva del Estado que empezó hace años y sigue adelante sorteando todos los escollos. No sé si la Generalitat gobierna en Cataluña pero desde luego es clave en la gobernación de España y no precisamente para impulsar políticas que redunden en favor de los intereses generales sino para obtener privilegios, puros privilegios sin motivación constitucional que los justifique. Del Estado moderno estamos pasando al Estado Absoluto y todavía más atrás, al feudalismo, al sistema de prerrogativas e inmunidades que el rey (hoy el Gobierno) dispensa de acuerdo con sus propios intereses, en el caso actual, su supervivencia.
Esta es la razón del nuevo modelo de financiación que sólo puede justificarse para satisfacer a las fuerzas independentistas catalanas y que conlleva, entre otras cosas, la destrucción de uno de los pocos organismos que funcionan bien: la Agencia Tributaria. La Generalitat ya ha iniciado la construcción de otra estructura de Estado (de Estado catalán, claro): la Agencia Tributaria catalana, varios miles de funcionarios más, el coste añadido a un aparato burocrático cada vez más caro y un privilegio discriminatorio respecto a las demás comunidades autónomas.
Vean, si se la han perdido, la extraordinaria entrevista que le hizo la semana pasada Miguel Ors en THE OBJECTIVE al economista Fernández Villaverde que, junto a Francisco de la Torre, acaba de publicar un libro sobre esta cuestión. Todo está dicho allí con una claridad meridiana y nada hay que agregar. De momento.
Pero, además, la Generalitat ha aprovechado el agosto para obtener privilegios en el reparto de los cuatro mil menores subsaharianos hacinados en Canarias desde hace meses. El privilegio tiene una dimensión tan grande que Cataluña no ha entrado en el reparto, que se los queden en España, tenemos competencias en inmigración: racismo puro. A este privilegio catalán se ha apuntado de pasada el Gobierno vasco alegando, supongo, que es un derecho histórico…
Los disparates, los desatinos, la insolidaridad, no cesa. El Gobierno socialista de España y el Gobierno socialista de Cataluña nunca habían traicionado tanto las ideas socialistas como en estas legislaturas de Sánchez e Illa, dos personajes nefastos para la igualdad de los ciudadanos españoles, para la destrucción sistemática del Estado de derecho.
Prefiero mil veces que en Cataluña gobiernen los nacionalistas confesos que los nacionalistas disfrazados de socialistas. Al menos los nacionalistas no engañan y sabemos a qué atenernos. La Constitución se vulnera constantemente (arts. 9, 14, 23, 138, 149, entre otros) y pronto quedará como una ensoñación, algo que fue una vez pero solo vagamente recordamos. El irracionalismo triunfa, las identidades son la medida de todo, reemplazan a la libertad, la igualdad y la justicia.
En estas circunstancias, a las que ya nos vamos acostumbrando, creo que nos conviene leer a Popper. Cuando estoy muy preocupado, confuso, desanimado, pesimista, cuando lo veo todo muy oscuro leo a Popper, a Karl Popper. Allí encuentro la razón, los conceptos adecuados, la argumentación precisa. Prueben, por favor. No hay que alzar la voz, menos aún insultar: simplemente pensar racionalmente.
Les transcribo unos párrafos breves y claros de Popper que sirven para regular este ejercicio de pensar.
«Los principios que se encuentran en la base de cualquier discusión racional, esto es, de cualquier discusión al servicio de la búsqueda de la verdad, son principios éticos por antonomasia. Quisiera especificar los tres principios siguientes.
1. El principio de falibilidad: quizás yo no tengo razón y quizás tú la tienes. Pero también podemos estar equivocados los dos.
2. El principio de discusión racional: queremos intentar ponderar de la forma más impersonal posible nuestras razones en favor y en contra de una determinada y criticable teoría.
3. El principio de aproximación a la verdad: a través de una discusión imparcial nos acercamos casi siempre más a la verdad, y llegamos a un mejor entendimiento, incluso cuando no alcanzamos un acuerdo».
«Popper no es difícil de leer ni de comprender. Lo confiesa: ‘El racionalista habla de manera tan sencilla como es posible: quiere que le entiendan’»
Si estas y otras reglas para discutir razonablemente se aplicaran los miércoles en el Congreso, cada día en los periódicos, en las conversaciones entre amigos y familiares, y también en los comentarios que añaden ustedes, queridos lectores, a los artículos de este y demás digitales, quizás el país empezaría a funcionar mejor.
Popper no es difícil de leer ni de comprender. Lo confiesa: «El racionalista habla de manera tan sencilla como es posible: quiere que le entiendan». Lo más apreciable en Popper es su estilo de razonar, paso a paso, planteando dudas sobre sus mismas afirmaciones, rectificando cuando lo cree necesario, siempre dando las razones de su rectificación y explicando sus consecuencias.
No es necesario leer los grandes libros de Popper, en definitiva, sólo tres o cuatro. Muchos de sus libros traducidos al español son conjuntos de artículos y conferencias breves y comprensibles. Comprendan el fondo pero aprecien también el tono, la actitud ética con la que se escriben o pronuncian. Lean y comparen, rectifiquen si es necesario, no cesen de pensar, de argumentar motivadamente. La verdad no está en la conclusión sino en los motivos. Sean, en definitiva, racionalistas: las emociones suministran impulsos, los argumentos racionales confirman la verdad o falsedad de estos impulsos.
Si queremos mejorar las reglas de nuestra convivencia, a los españoles nos conviene leer a Popper.