The Objective
Francisco Sierra

A la deriva

«El barco está a la deriva. Da igual lo que pase. Ni dana, ni apagón, ni escándalos, ni incendios. Nada modifica la sensación de desidia y molicie que inunda al Gobierno»

Opinión
A la deriva

Ilustración de Alejandra Svriz.

Deriva. Dice la RAE que es la evolución que se produce en una determinada dirección, especialmente si esta se considera negativa. En términos marineros, la expresión «a la deriva» nos expresa que una embarcación se encuentra flotando sin rumbo, ni gobierno, a merced del viento y de las corrientes, sin que la tripulación controle activamente su dirección.

No hay mejor definición para expresar la actual situación que vive la política española. Estamos sin un Gobierno que gobierne. Hace ruido con sus decretazos, pero no es capaz de aprobar sus leyes en el Congreso. Lleva dos años gobernando sin poder aprobar unos Presupuestos Generales. No solo eso. Lleva dos años sin atreverse a presentar proyectos que puedan perder. Prefiere esconderse en la indignidad de trapichear con los fondos de los Presupuestos del 2023 a la valentía de afrontar una derrota. Y este verano va por el mismo camino. No ha presentado todavía su propuesta de techo de gasto, para no sufrir derrotas humillantes como las que tuvo y por dos veces el año pasado. 

Hace un año nos mintieron cuando dijeron, tras la segunda derrota, que iban a negociar el techo con sus socios de Junts, cosa que nunca ocurrió. Nos dicen ahora que su intención es presentar a la vez techo de gasto y proyecto de Presupuestos Generales, para, supuestamente, agilizar trámites y tiempos. Mienten. Lo hacen para intentar evitar pagar dos chantajes, en vez de uno, de sus socios de gobierno y parlamentarios. Y cómo lo que les importa es el relato, intentan vender como una gran «hazaña» el hecho de que solo pagarán un chantaje.

No gobiernan, están a la merced de vientos y corrientes y todos ellos son siempre independentistas. Están atrapados, pero se hacen la ilusión de que manejan el timón cuando en realidad sus movimientos son también fruto de los chantajes. La semana que viene tenemos uno nuevo: el anteproyecto de ley que irá al Consejo de Ministros y que supone la quita de 85.000 millones de euros de deuda de las comunidades autónomas. 

Una medida que venden como muy positivo para las comunidades autónomas. Pero no a todas, ni las formas, ni los tiempos. No ha sido ni valorado, ni negociado, ni calculado, ni anunciado al Consejo de Política Fiscal y Financiera. Se trata de una nueva maniobra de camuflaje que tiene su origen en lo que pactaron con ERC en el 2023, cuando los socialistas estaban dispuestos a vender a su madre con tal de sacar adelante la investidura presidencial de Pedro Sánchez. Se trata de un nuevo capítulo del «niega, concede, defiende y retrasa» con el que el Sánchez consigue siempre ganar dosis de tiempo para seguir en el poder, a expensas de las demandas de otros. Desde Bildu a Junts, pasando por PNV y ERC, los golpes de timón provocados por sus exigencias han roto en este tiempo las costuras de la Constitución, del Código Penal y sobre todo de la posibilidad de recobrar estabilidad con pactos de Estado que buscarán acuerdos de los dos principales partidos políticos que representan a más del 70% de los españoles. 

Viene la quita a Cataluña, camuflada con una nueva trampa que intenta beneficiar a María Jesús Montero, la candidata socialista a la Junta. La también ministra de Hacienda ya tiene la imposible tarea de crear un nuevo cupo financiero a Cataluña y luego vendérselo como algo justo a sus electores andaluces. La escucharemos pronto diciendo que con la quita la que más gana es Andalucía. Y callará que con ello rompe, primero, la equidad con todas las comunidades, especialmente con las que han sido más rigurosas y no han tenido tanta deuda que ahora no se verán tan beneficiadas; y segundo, lo usará como espejismo con el que luego justificar el plan de financiación singular a Cataluña. Intentan con este anteproyecto que al menos algunas comunidades, en las que creen que pueden minimizar daños como Andalucía, o tener réditos electorales como en Valencia, en la que prevén un castigo electoral al PP.

Un gobierno que es incapaz de cumplir ya en varias ocasiones la orden del Tribunal Supremo de implementar de inmediato medidas para proteger a los menores no acompañados solicitantes de asilo en Canarias. Este gobierno que alardea de solidario y “federal” vuelve a hacer una extraña lectura y excluye al País Vasco y Cataluña, de este nuevo esfuerzo, mintiendo de nuevo con unas particulares fórmulas que excluyen a las dos comunidades de sus socios independentistas y chantajistas. Aunque al final les pudo la vergüenza y lo borraron, lo cierto es que sí usaron de facto, como reconoció la titular del Ministerio de Juventud e Infancia, Sira Rego, el esfuerzo del País Vasco «en su condición de territorio de frontera norte». A Andalucía, con sus casi mil kilómetros de costa por donde entran centenares de pateras, no se le reconoce el esfuerzo de frontera sur. No tienen plan A, ni B, ni C. No han pactado nada y cuando Canarias o Baleares vuelvan a estar desbordados seguiremos sin un plan nacional. 

«El barco está a la deriva. Da igual lo que pase. Ni dana, ni apagón, ni escándalos, ni incendios. Nada modifica la sensación de desidia y molicie que inunda al Gobierno»

Este gobierno está a la deriva política desde sus inicios. El capitán real ha estado más veces en Waterloo que en la Moncloa. Nunca la tripulación del barco ha podido controlar la dirección más allá de los bandazos marcados por los caprichos de los socios. Un Sánchez incapaz de maniobrar y al que se le avecinan varias tormentas perfectas a la vez. Paralizado, más allá de los cinco días de lloros, por los procesos judiciales contra su esposa, hermano, fiscal general del Estado, dos secretarios de organización y manos derechas, y lo que venga de la UCO, que vendrá. Asustado con su realidad internacional de paria con el que nadie en la UE ni en la OTAN quiere ser visto. 

Pese a todo, le puede el seguir como sea en el poder y sus beneficios. Es impensable para él tener que renunciar a sus privilegios. Incluso cuando España se quema tarda demasiado tiempo en reaccionar y en salir. Huye como apestado de una calle que le ha recordado este verano con sus cánticos en demasiadas ocasiones. Se espanta con la idea de acompañar al Rey y como solución parece que lo único que se le viene ocurriendo cada vez con más frecuencia es no permitir que el jefe del Estado visite esa calle que tanto le asusta a él. 

El barco está a la deriva. Da igual lo que pase. Ni dana, ni apagón, ni escándalos, ni incendios. Nada modifica la sensación de desidia y molicie que inunda al Gobierno. Al otro lado, Alberto Núñez Feijóo, sigue preparándose para su sueño de una convocatoria electoral anticipada. Pero haría bien, si no quiere otro susto, en controlar bien cualquier imprevisto. Y cuando hablo de imprevistos incluyo a ese fuego amigo a los pies de algunos presidentes autonómicos suyos como Mazón o Mañueco.

No sabemos si este estado a la deriva con el que Sánchez tiene a la nave puede llegar al 2027. De ser así los daños que dejará su inacción y su falta de rumbo pueden ser excesivos y muy complejos de revertir para un país cada vez más decepcionado de su clase política. Sería conveniente dejar de seguir «flotando sin rumbo, ni gobierno, a merced del viento y de las corrientes, sin que la tripulación controle activamente su dirección».

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