The Objective
Fernando Savater

Chucherías

«De los herederos y fideicomisarios del separatismo criminal somos víctimas todos, sobre todo los más jóvenes que son educados en la veneración a los peores ejemplos»

Opinión
Chucherías

Ilustración de Alejandra Svriz.

Otro agosto para el archivo de la memoria. Por suerte disfrutado perezosamente en el clima cariñoso de San Sebastián, sin duda la ciudad mejor de España para veranear si tuviera menos obras y más taxis. Al despedir este mes central del verano se me vienen a la cabeza una turba de temas que me han zumbado estos días por la cabeza como moscones del bochorno, sin aspirar a resolver nada. Ya habrá tiempo cuando volvamos a la rutina laboral para afrontarlos más ordenadamente, ahora basta con entretenernos un poco en darles vueltas mientras se seca el bañador.

Empezando por uno de los más agradables, sorprende el resurgir de las corridas en todas las plazas taurinas grandes y pequeñas. No sólo se debe a la magia de Morante, que tanto fascina a los más entendidos y a quienes se dejan contagiar por ellos, sino que han surgido numerosos matadores más jóvenes y menos jóvenes por todos los rincones (en algunos ni siquiera sabía yo que hubiese ruedo disponible), pero sobre todo ha brotado gente con ganas de verles y aplaudirles, cada cual eligiendo a su preferido y defendiendo sus faenas con esas razones a menudo poco razonables que son la gracia de la afición taurina. Y en todas las plazas se ven jóvenes, más que desde hacía muchos años. Tienen ganas de descubrir lo prohibido o por lo menos lo proscrito. Hacen muy requetebién. No sé si esta pleamar de la afición continuará en los meses venideros, pero visto lo visto el debate no debe ser ya el de toros sí o toros no, sino el de quien tiene derecho y legitimidad para prohibir por dogmatismo ideológico lo que muchos eligen ver y no es obligatorio para nadie. Y lo siento por la Fundación Weber en Suiza y chiringuitos semejantes de vividores a costa de dictar reglas morales para los demás. 

Mucho menos grato, en cambio, es el escándalo sanguinario de Gaza y los efectos epidémicos del palestinismo como religión sustitutoria, que se desborda ávidamente por todas partes con su griterío impositivo que lo mismo aparece en el Festival de Venecia, que en la Vuelta a España o en la tomatina de Buñol. Esta nueva religión, que promete fuego cancelador eterno para quienes no se someten a ella, tiene ya sus inquisidores para denunciar públicamente a los que no han formulado con la debida publicidad las jaculatorias obligadas del culto. Talentos políticos tan indiscutibles como el ministro Urtasun exigen al Gobierno español retirar a nuestro embajador en Israel. Sin duda el conflicto de Gaza y Cisjordania es un enredo maldito que viene de antiguo y no ha hecho más que complicarse con el tiempo, por lo que reducirlo ahora a una simpleza como las ansias genocidas de Israel sólo puede hacerse desde la ignorancia sectaria, o sea desde la izquierda. Para bastantes que estamos convencidos de que el verdadero propósito de exterminio genocida lo representa Hamás, también resulta evidente que Netanyahu ha respondido al grupo terrorista con brutal desproporción y sin mostrar el mínimo respeto humanitario a los civiles palestinos atrapados entre dos fuegos. Pero esa constatación no minimiza la responsabilidad de Hamás, sino que la aumenta. Y también la de los beatificadores de la causa palestina, cubierta sin duda de desgracia, pero no por ello pura e inocente. Y, sin embargo, la matraca palestinólatra parece que va a durar más que el conflicto mismo.

Durante las fiestas patronales en las capitales vascas, la presencia de los nostálgicos de ETA y propagandistas del separatismo antiespañol se ha hecho notar con todo su indecente populismo. Es una agresión simbólica contra todos los ciudadanos demócratas de nuestro país, no sólo una humillación para las víctimas de los crímenes etarras. Las oficialmente consideradas víctimas hacen muy bien en denunciar estos homenajes a la pandilla de asesinos, pero no son el único motivo por el que deben ser prohibidos y perseguidos: el resto de españoles constitucionalistas también vemos nuestra integridad política lesionada por esos usurpadores de la voluntad popular que con total impunidad se apoderan de los espacios públicos en el País Vasco. De los herederos y fideicomisarios del separatismo criminal somos víctimas todos, sobre todo los más jóvenes que son educados en la veneración a los peores ejemplos y con un relato histórico según el cual son los pájaros quienes disparan contra las escopetas. Y ahí tenemos a Otegi, Junqueras, Podemos y Sumar reuniéndose para tener más nación, es decir para que la mayoría de los ciudadanos pierda la suya. Se proponen detener la “ola reaccionaria” que nos amenaza, como si hubiera algo más reaccionario en el horizonte político que lo que ellos representan. ¡Que españolazos son estos antiespañoles! Pero españoles putrefactos y deformes, como esos conejos que aparecen ahora con glóbulos y tentáculos semilovecraftianos. Y mientras nuestros gobernantes y sus mamporreros mediáticos preocupados por el cambio climático, ese “asilo de toda ignorancia” como llamaba Spinoza a la voluntad divina.

Un aniversario: hace veinticinco años que dos etarras descerrajaron trece tiros al concejal de PP en Zumárraga Manuel Indiano, de 29 años y con su mujer embarazada de un hijo que ya no vio nacer. Indiano tenía una pequeña tienda, Kokolo, donde vendía chucherías a los niños, junto al pan y los periódicos Los asesinos etarras le persiguieron hasta la trastienda y allí le achicharraron a balazos y le dejaron tendido en un charco de sangre. Ha habido otros muchos crímenes de la banda de infames que hoy encuentra gente más infame todavía para celebrarles, pero a mí ese pobre muchacho asesinado en su modesto negocio mientras esperaba a los críos que eran su clientela habitual me conmueve especialmente. Malditos sean quienes le mataron sin piedad y aún más malditos quienes les vitorean como héroes y llaman “reaccionarios” a los demás.

Lo irremediable: han muerto Manolo de la Calva, Eusebio Poncela y Geoff Lewis, inolvidable jinete de Mill Reef. Adiós muchachos…

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