The Objective
Martín Varsavsky

Por una mejor red eléctrica: menos política y más electrones

«¿Estamos sacrificando el bienestar económico de los españoles en nombre de una transición climática que, a nivel global, apenas moverá la aguja de las emisiones?»

Opinión
Por una mejor red eléctrica: menos política y más electrones

Ilustración de Alejandra Svriz.

España se encuentra en un momento decisivo en materia energética. Nuestro país ha sido pionero en Europa al apostar con fuerza por las energías renovables, impulsado por metas climáticas ambiciosas y la convicción de que el sol y el viento pueden convertirse en motores de una economía más limpia. Sin embargo, este camino plantea preguntas incómodas y dilemas profundos: ¿hasta qué punto estamos priorizando la ideología sobre la eficiencia? ¿Estamos sacrificando el bienestar económico de los españoles en nombre de una transición climática que, a nivel global, apenas moverá la aguja de las emisiones?

En este artículo abordaremos cinco ejes fundamentales. Primero, examinaremos cómo está compuesta hoy la red eléctrica española, con datos actualizados a 2025. Luego, analizaremos los planes oficiales que guiarán la próxima década según el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2023-2030. A continuación, exploraremos cómo la ideología climática se ha impuesto en la planificación energética, generando consecuencias sociales y económicas indeseadas, como la pobreza energética. También pondremos en contexto las emisiones españolas frente al resto del mundo, mostrando la desproporción entre sacrificio y resultado. Finalmente, propondremos un plan alternativo que busca priorizar lo esencial: el bienestar de los ciudadanos, la competitividad de la industria y la energía barata como columna vertebral de una economía dinámica.

Mi historia en el sector energético

No hablo de este tema como un observador externo. He dedicado parte de mi vida emprendedora a impulsar las energías limpias en España. Fui cofundador de Eolia Renovables, una de las compañías pioneras en el desarrollo de parques eólicos y solares en nuestro país, que contribuyó a posicionar a España en el mapa europeo de la transición energética. Más recientemente, también cofundé Barter Energy, un proyecto enfocado en autoconsumo y generación distribuida, con el objetivo de acercar la energía renovable a hogares y empresas.

Estas experiencias me enseñaron algo fundamental: que la energía renovable es una parte esencial de nuestro futuro, pero también que no basta con entusiasmo o con metas climáticas abstractas. Hace falta un ecologismo realista, que ponga al ser humano en el centro y que entienda que la energía barata no solo impulsa la competitividad económica, sino que también proporciona bienestar y salva vidas.

Con esta perspectiva personal y profesional, paso ahora a analizar la situación actual y las alternativas para el futuro energético de España.

La red eléctrica actual en España

En agosto de 2025, España cuenta con una de las redes eléctricas más limpias de Europa. Según datos de Low Carbon Power, cerca del 77% de la generación procede de fuentes bajas en carbono. La mezcla es diversa: alrededor del 21% proviene de la eólica, el 20% de la nuclear y el 19% de la solar. El resto se reparte entre la hidráulica, el gas natural en ciclos combinados y otras fuentes menores.

El crecimiento de la demanda también es significativo. Entre enero y julio de 2025, el consumo eléctrico nacional aumentó un 1,5% respecto al año anterior, alcanzando los 148.267 GWh. Las renovables han sido protagonistas, aunque sujetas a una característica que nunca debemos olvidar: dependen del clima.

  • La eólica: En enero de 2025, la energía del viento aportó un impresionante 31% de la generación nacional, consolidándose como uno de los pilares de la red.
  • La solar fotovoltaica: Vive un auge sin precedentes gracias a la alta irradiación en regiones como Andalucía y Castilla-La Mancha.
  • La nuclear: Con centrales como Almaraz y Cofrentes, garantiza una base estable y predecible, aportando cerca del 20% del mix.
  • El gas natural: Flexible y esencial, permite responder a picos de demanda y compensar la intermitencia de renovables.
  • La hidroeléctrica: Con embalses sobre todo en el norte, aporta entre un 7% y un 9%.
  • El carbón: Ya es historia. En 2025 se completa su salida definitiva del sistema.

Pero esta transición no está exenta de problemas. En abril de 2025, un apagón masivo en la Península Ibérica dejó a millones de personas sin suministro. La causa: una combinación de mala planificación, gestión deficiente de un exceso de energía solar y fallos en la red. El episodio puso en evidencia la fragilidad de un sistema demasiado dependiente de fuentes intermitentes.

En condiciones normales, la red es robusta, con una capacidad instalada de más de 110 GW. Además, las renovables han contribuido a abaratar los precios mayoristas gracias al efecto de mérito. Sin embargo, la fiabilidad y la competitividad siguen siendo desafíos pendientes.

Los planes para la próxima década: el PNIEC 2023-2030

El futuro energético de España está definido en el PNIEC 2023-2030, aprobado en 2024. El plan eleva las ambiciones climáticas para alinearse con las políticas de la Unión Europea:

  • El 81% de la generación eléctrica deberá ser renovable en 2030.
  • Se instalarán 76 GW de solar fotovoltaica (incluyendo 19 GW de autoconsumo) y 62 GW de eólica (la mayoría onshore y solo 3 GW offshore).
  • La solar termoeléctrica alcanzará los 4,8 GW y la biomasa 1,4 GW.
  • Se prevén 22,5 GW de almacenamiento mediante baterías y bombeo hidroeléctrico.
  • La capacidad nuclear se reducirá drásticamente a 3,2 GW en 2030, con cierre total previsto para 2035.
  • El gas natural seguirá aportando entre 26 y 30 GW como respaldo.
  • El carbón desaparece definitivamente.
  • Además, se instalarán 12 GW de electrolizadores para impulsar el hidrógeno renovable.

Las inversiones necesarias ascienden a 241.000 millones de euros, de los cuales el 80% vendrán del sector privado. La electrificación alcanzará el 35% del consumo final y la demanda se situará entre 280 y 353 TWh. En las proyecciones más optimistas, entre el 68% y el 70% de esa electricidad será renovable.

En definitiva, España se propone ser líder mundial en descarbonización. Pero ¿a qué coste?

La ideología climática y sus consecuencias

El PNIEC refleja una visión donde la prioridad absoluta es la descarbonización, incluso si eso implica sacrificar la eficiencia económica. Esta ideología climática, heredada del «Fit for 55» de Bruselas, no mide con suficiente rigor los costes de integración de las renovables variables: almacenamiento masivo, infraestructuras de respaldo y redes más complejas.

El resultado:

  • El coste real de la solar y la eólica puede duplicarse una vez sumados estos extras.
  • La pobreza energética se extiende. Millones de hogares se enfrentan a facturas elevadas y deben reducir su consumo, con consecuencias en la salud.
  • Los apagones, como el de abril de 2025, evidencian la vulnerabilidad del sistema.

En un país caluroso como España, la energía barata es literalmente cuestión de vida o muerte. El aire acondicionado asequible salva vidas durante las olas de calor, cada vez más intensas.

Y si miramos hacia el futuro económico, la necesidad es aún más clara. La inteligencia artificial (IA) marcará el rumbo de la economía global. Los países que lideren esta carrera necesitarán energía abundante y barata para alimentar centros de datos que consumen cientos de megavatios. España podría ser un destino ideal para estas inversiones, pero solo si asegura costes competitivos.

El contexto global de emisiones

En el debate climático, conviene recordar una proporción fundamental: España representa menos del 1% de las emisiones globales de CO₂. En 2022 fue el 0,66% y en 2024 las cifras fueron similares. Nuestro país emite unas 254 millones de toneladas al año. En contraste:

  • China: 30%
  • Estados Unidos: 14%
  • India: 7%

Estos tres países concentran más de la mitad de las emisiones del planeta. Por lo tanto, el sacrificio español tiene un impacto global insignificante, pero sí un coste social y económico enorme para nuestros ciudadanos.

La oportunidad para España

España tiene recursos privilegiados: sol, viento, capacidad de importar gas natural licuado y, además, un potencial aún sin explotar en yacimientos no convencionales de gas. Podría convertirse en el productor de energía más competitivo de Europa.

Mientras Francia confía en una nuclear cara y envejecida, y Alemania depende del gas, España podría lograr precios mayoristas en torno a 40-60 €/MWh, atrayendo industrias intensivas en energía.

Un ejemplo: si se levantara la prohibición al fracking, España podría aprovechar los recursos de la Cuenca Vasco-Cantábrica. Las reservas técnicamente recuperables se estiman en 226 bcm, suficientes para cubrir entre un 20% y un 30% de la demanda durante varias décadas. No se trata de autosuficiencia total, pero sí de una herramienta poderosa para abaratar costes y reducir importaciones.

Un plan alternativo: energía barata y competitiva

El plan que aquí proponemos no rechaza las renovables, pero las integra de forma pragmática:

Capacidades Instaladas para 2030 (180-220 GW):

  • Solar FV: 50-60 GW
  • Eólica: 45-50 GW
  • Hidroeléctrica: 14-18 GW
  • Solar termoeléctrica: 3-4 GW
  • Biomasa: 1-1,5 GW
  • Nuclear: 6-7 GW (extensión de vida útil)
  • Gas natural: 30-35 GW (incluyendo producción doméstica vía fracking)
  • Almacenamiento: 10-15 GW
  • Carbón: 0 GW

Generación Eléctrica Anual (280-320 TWh):Solar FV: 25-30%

  • Eólica: 20-25%
  • Hidro: 7-9%
  • Nuclear: 15-20%
  • Gas: 20-25%
  • Otras: <5%

Este modelo combina lo mejor de ambos mundos:

  • Renovables como base barata.
  • Nuclear como columna estable y asequible.
  • Gas doméstico para flexibilidad y seguridad.

Los estudios técnicos (como los basados en PyPSA) muestran que un 60% de renovables es óptimo para la economía, evitando costes de equilibrio excesivos.

Epílogo: ecologismo realista

Como emprendedor que ha estado en primera línea del sector, cofundando empresas como Eolia Renovables y Barter Energy, sé bien de lo que hablo. He dedicado recursos y esfuerzo a impulsar las energías limpias porque creo en ellas. Pero también he aprendido que el verdadero desafío no es ideológico, sino pragmático.

España necesita un ecologismo realista. Un ecologismo que entienda no solo al planeta, sino también al ser humano. Porque la energía barata da competitividad, da bienestar y salva vidas. Ese debe ser el verdadero norte de nuestra política energética.

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