Sánchez, fuegos fatuos
«Zapatero, lo tengo ya contado, fue el inventor de lo peor del sanchismo: el odio a los de enfrente como el loctite de la izquierda»

José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez.
España era este verano el mapa de Bonanza, ya me perdonarán esta metáfora los lectores que no hayan cumplido los cincuenta. Es el mayor de los desastres producidos por el fuego en España, pero solo si lo medimos en el número de hectáreas arrasadas, unas 400.000. Este verano se han cumplido veinte años de otro incendio que fue más grave en términos de vidas humanas: el que se desató en Guadalajara el 16 de julio de 2005, en el que fallecieron 11 personas, nueve bomberos y dos agentes medioambientales.
Hay algún paralelismo entre las dos catástrofes: las dos ocurrieron con el PSOE en la Presidencia del Gobierno y en ambas destacó la desdichada gestión de los socialistas en las cuestiones que más afectan a los ciudadanos. Pedro Sánchez ha mejorado las marcas de su antecesor. A él le ha costado dos semanas su acercamiento blindado a los lugares del fuego, ya se sabe que el pueblo llano no se maneja bien con los vocativos ante las desgracias cercanas. ZP había dejado su marca en ocho días.
También ha superado a Zapatero en las disculpas. Ha tenido los santos dídimos de reclamar a la oposición un pacto contra el cambio climático, una de esas cosas que no pueden ser y que además son imposibles, como diría Guerra. Y lo dice al día siguiente de que los medios publicaran la noticia de Interior, según la cual los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado han detenido a 56 pirómanos y están investigando a otros 142. Por otra parte, ¿quién se atrevería a negar el cambio climático? En invierno suele hacer frío y en verano calor, ese viene a ser el resumen del tema.
Aquel 16 de julio, que para las cinco y media de la tarde ya registraba los 11 fallecidos, según sentencia 10/2012 de la Audiencia Provincial de Guadalajara, Rodríguez Zapatero solo se enteró de la tragedia cuatro horas después de que lo supiera el presidente castellano-manchego, José María Barreda. Aquel día, sábado, él estaba en el Teatro Real, viendo la ópera La flauta mágica, en versión de La Fura dels Baus. Tampoco se lo tomó muy a pecho.
Delegó en su vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, que visitó el lugar de los hechos el domingo por la noche, porque él tenía un viaje internacional la semana siguiente y no acudió al lugar de autos hasta ocho días después de la tragedia, decíamos hace un momento. Mintió al decir que su vicepresidenta no se lo contó hasta que salió de la ópera, asunto extremadamente improbable, porque el protocolo de Presidencia prevé que sucesos como aquel se notifiquen al presidente en el momento.
Todos los fuegos el fuego tituló Cortázar un gran cuento que viene bien para recordar la gestión socialista de los incendios, con una diferencia: al PSOE no se le mueren los propios. Zapatero, lo tengo ya contado, fue el inventor de lo peor del sanchismo: el odio a los de enfrente como el loctite de la izquierda, además de haber establecido las liaisons dangereuses del socialismo español con el Cártel de los Soles.
Él ha hecho esfuerzos notables para granjearse la enemistad de EEUU, que es un adversario de memoria persistente para los agravios y tiene perfectamente registrada su negativa a levantarse al paso de la bandera de las barras y las estrellas y una relación tan íntima con la dictadura bolivariana que la vicepresidenta Delcy Rodríguez lo llama «mi príncipe» con un arrobo mucho más notable entre republicanos.
En esta hora incierta de Maduro no le espera a él un porvenir risueño en tanto que cómplice señalado, puede ser cosa de semanas. Y su caída será un paso definitivo para el hundimiento de Pedro Sánchez.
Decíamos que Zapatero giró un viaje internacional la semana siguiente al incendio de Guadalajara. Concretamente el día 21. ¿Recuerdan adónde? Se fue a China. China ¿comprenden? Él, pensador de largo plazo, quizá estaba poniendo ya las bases para el negocio de las niñas con Huawei, un enjuague que Chesterton habría catalogado en su Club de los negocios raros. Ellas no tienen culpa y su actividad principal es comprensible.
Pónganse en su lugar al enterarse, todavía niñas, de que su padre ha compartido con el camarero del bar del Congreso la noticia de su primera regla. Él lo contó con su lenguaje de contador de nubes: «La mayor, con 13 años, ya sabe que está convidada a la vida». Y es que, de todo, de todo, lo peor de esta chusma es su atroz, infame cursilería.