The Objective
Carlos Padilla

Pensiones: el gran tabú de la democracia española

«¿Este país, donde la pensión de los nuevos jubilados supera en un 23% al salario más común, tiene un proyecto de futuro?»

Opinión
Pensiones: el gran tabú de la democracia española

Dinero.

Pasan los días y aún está por abrirse el gran tabú de la democracia española: las pensiones. Fijaos, se habla de inmigración en los medios y en la política, como se habla de modelo energético, tipos de impuestos, cambio climático, feminismo o modelo de Estado. Sin embargo, aún siguen nuestros dirigentes sin atreverse a pronunciar crítica alguna al modelo de las pensiones. El resumen es cruel y sencillo: sin los mayores no se ganan elecciones. O dicho de otro modo, los jóvenes somos cuatro gatos y no influimos demasiado en las urnas. Por esa misma razón, se puede entender que el problema de la vivienda, eterna aspiración de la juventud y también de los que empiezan a perder la lozanía, siga enquistada. Si total, los mayores tienen hogar e incluso hogares, no urge demasiado. Los otros ya heredarán.

El político es un animal que se alimenta de votos, y sería un suicidio el que, antes de presentarse a unos comicios o directamente estando en el poder, le comuniques a la mayor masa de votantes del país: «Señores y señoras, tenemos que hacer algo con las pensiones. Algo que no os gustará». Y a este gravísimo problema, cuando exponer la realidad quita votos, se llega por otra mecánica habitual de las elites políticas patrias: edulcorar la situación, cuando no mentir directamente sobre ella. Cuando llegue el momento–que llegará–de adelgazar el Estado del bienestar, saltará la honda preocupación entre una parte de ciudadanos que jamás se interesan de cómo marcha el país, solamente piensan en «qué hay de lo mío». Cuando daño ha hecho pensar que el Estado da cosas gratis, no mire, todo lo que se dice gratis es lo que «le toca pagar a usted, señora», que dice el genial Rodríguez Braun.

Y conste que ya hay avisos de cómo regresará a España la temida palabrita: recortes. El canciller alemán, Friedrich Merz, pronunció una frase firme, todo lo contrario del blandiblú hispano: «El Estado del bienestar ya no es sostenible financieramente». Tuvo que tener una tarde tonta de domingo, se puso a hacer cuentas, y vio que el país se está yendo al carajo, que no hay millones suficientes de inmigrantes para que vengan a su país, que no nacen niños suficientes, que todo irá a peor si no se corrige el rumbo. El primer ministro francés, François Bayrou, ha pedido someterse a una moción de confianza el 8 de septiembre. Un hombre que aún se toma el engorroso trámite de presentar unos presupuestos (eso que el gobierno de España lleva desde 2023, en la anterior legislatura, sin hacer). Presupuestos impopulares para Francia, traen recortes para una nación con una deuda en torno al 113% del PIB, y con la vista puesta en que ese dato seguirá creciendo.

Un hombre de los de antes, «si no se aprueban los presupuestos, me iré a mi casa», ha venido a decir, grosso modo, el veterano mandatario galo. Y ha dicho más, en esos momentos donde el final (de tu curro) lo ves tan cerca, que te atreves a hablar con la verdad por impopular que sea. En entrevista con TF1: «¿Las primeras víctimas? Serán los más jóvenes, quienes tendrán que pagar la deuda el resto de sus vidas, todo para la comodidad de ciertos partidos y de los baby boomers». A los jóvenes con ecoansiedad, atemorizados por las sequías futuras, apunten para sus ansiedades compartidas, la situación financiera de su país. Igual del calor sofocante se pueden resguardar con el aire acondicionado, pero la deuda es implacable.

El tabú de las pensiones, al menos en redes, hace tiempo que se rompió. No se trata, por mucho que lo intenten, de caricaturizar el problema pensando en barbilampiños quitándole el dinero a desvalidos ancianos. Cuando se habla de recortar el Estado del bienestar, tendrá que hablarse de la mayor partida (y aumentando) en los presupuestos generales del Estado: las pensiones. Dejen de hablar, por favor, de quitar coches oficiales, asesores o ayudas a chiringuitos, eso que llaman gastos superfluos, y que muchas veces lo serán, pero sobre todo son migajas en comparación con el elefante en la habitación. Esto es como proponer ahorrar agua en la urbanización cerrando los aspersores y abriendo la piscina.

Hay muchos debates impopulares por abrirse, muchas preguntas que hacerse, y un gran tabú. ¿Este país, donde la pensión de los nuevos jubilados supera en un 23% al salario más común, tiene proyecto de futuro? ¿Este país, donde ya apenas se habla de la fuga de talentos, es un lugar para jóvenes?

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