The Objective
José Carlos Rodríguez

Sánchez no se va

«No se va. O lo echamos en unas elecciones, o no abandona el poder. Y no vale cualquier derrota»

Opinión
Sánchez no se va

Ilustración de Alejandra Svriz.

Una de las profesiones de mayor riesgo es la de pitoniso político. Interpretar el comportamiento del noble pueblo español es muy difícil para quienes, como yo, no nos dedicamos a la necromancia. Para ello, recalo en la sociología, que está un peldaño por encima de la astrología gracias a la ley de los grandes números.

Interpretar a los políticos es más fácil. No hay más que desnudarles. Les quitamos todos los ropajes ideológicos con que se adornan, miramos a su estructura de incentivos en términos de búsqueda de poder, con los ojos de un científico, y el resultado será mucho más acertado que el que arrojen otras metodologías.

Y como aquí, en España, sólo hay un político, como antaño, lo interesante es estudiar qué hará nuestro caudillo. Rescato a Maquiavelo, repaso las lecturas de la teoría de la elección pública, me hundo en la literatura y el cine para empaparme sobre las personalidades narcisistas, y a ver lo que sale.

Necesitaremos algo más que eso. Aquí, en realidad, es donde empieza el trabajo. Por un lado, tenemos que plantearnos qué es lo que busca Pedro Sánchez. (El lector sabía a quién me refería sin haberle nombrado hasta ahora). Yo me equivoqué al pensar que quería el poder por el poder, por la remuneración que recibe su ego, siempre hambriento, de recibir la atención de los demás. No. El poder, además de un fin, es un medio. Al final, lo que quería este hombre es algo tan pedestre como enriquecerse. ¿Qué hará cuando salga? ¿A qué país sin acuerdo de extradición irá a vivir? No lo sabemos.

A ello hay que añadir un elemento nuevo, que no tenía en el comienzo de su mandato: José Luis Rodríguez Zapatero. El corruptor se negó a darle la mano al otro, ponga los nombres en el orden que quiera, cuando se encontraron en la presentación del libro de Jordi Sevilla Seis meses que llevaron al rescate. Aquello fue en enero de 2015. En 2018 tuvieron un encuentro obligado por el protocolo en el 40 aniversario de nuestra Constitución. No se podían ver. Pero todo cambió en 2020, justo antes de la pandemia.

«Bien aprovechada, la presidencia del Gobierno puede ser un negocio fabuloso. Lo de ser consejero en una eléctrica es para pobres»

El 20 de enero de ese año se produjo la furtiva visita de Delcy Rodríguez, capitoste del narcorrégimen de Venezuela que Trump está poniendo en entredicho. Y un mes más tarde, el 17 de febrero, se produce el famoso encuentro entre ellos. Tres horas duró. Aquí cambia la política exterior española, y se amplía el modelo de negocio de los Sánchez y su banda.

España deja de estar del lado de Occidente, con la UE y Gran Bretaña, Japón, y los Estados Unidos, a caer del lado de los BRICS. Como si la S fuera de nuestro nombre en inglés, y no de Sudáfrica. Lo dijo Donald Trump en una conferencia de prensa, y sabía muy bien lo que decía. El Gobierno de Sánchez se ha aliado con la dictadura china. Lo ha explicado mejor que nadie Javier Benegas. El presidente es el representante en España y la UE de los intereses chinos.

Bien aprovechada, la presidencia del Gobierno puede ser un negocio fabuloso. Lo de ser consejero en una eléctrica es para pobres. Pero para aprovechar esta oportunidad, necesita un ejercicio continuado del poder. Resistirá cuanto le sea posible. Hasta julio de 2027, si no logra antes movilizar al voto de izquierda, que está renuente. En España, si gana el centroderecha las elecciones es porque la izquierda se abstiene. Sólo necesita un caso que azuce a sus electores para convocar a las urnas y repetir la coalición. No es fácil.

Le tienen que aguantar sus socios. Le sostiene que para ellos el botón nuclear es tan suicida como para él. Es cierto que no todos ven las elecciones como el borde de un precipicio. El interés de Podemos es el liderazgo de la ultraizquierda. No quiere ser la causa del fin del actual Gobierno, pero le vendría bien que imponderable le permitiese romper con él, y volcar sobre Sumar el oprobio que cae sobre Sánchez et al. El PNV, mientras le dejen robar, puede estar abierto a un pacto. Pero le preocupa pasar a ser el segundo partido del País Vasco, así que no es muy probable que le dé esa baza a Bildu. Junts flaquea, pero si Sánchez cumple, le apoyarán. La marca electoral de ETA, ERC y demás, le apoyan sin fisuras. Si le apoyan, seguirá hasta el final; el de la legislatura, o el nuestro.

En una conversación con Ketty Garat, ella me dijo (y lo ha expresado también públicamente) que de octubre o noviembre no pasa. Que lo que está por desvelarse es tan grave, que no aguanta. No confío más en mi criterio que en el suyo. Ketty, además, cuenta con una información que no poseo. ¿Qué será? ¿Un asunto de alta traición con Marruecos o con China? Da igual. Lo envolverá en cualquier discurso, y sus votantes, los que le quedan, lo que le han aguantado todo, lo repetirán para justificar su apoyo incondicional ante los demás.

No se va. O lo echamos en unas elecciones, o no abandona el poder. Y no vale cualquier derrota; tiene que ser un resultado imposible de camuflar o moderar, digámoslo así.

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