The Objective
Anna Grau

La lucecita de Waterloo

«O Puigdemont vuelve ya y decide qué quiere ser de mayor, o a lo mejor ya ni los suyos quieren que vuelva. A esta paella se le podría estar pasando el arroz»

Opinión
La lucecita de Waterloo

Ilustración de Alejandra Svriz.

Hubo un tiempo en que los españoles estuvieron pendientes de si determinada lucecita del Pardo se apagaba o no. Ya saben. ¿Puede haber ahora catalanes que estén pendientes de si se apaga determinada lucecita en Waterloo? ¿Volverá Carles Puigdemont algún día? Y si vuelve, ¿a dónde y a hacer qué?

Los catalanes son, somos, gente extraña. Lo hacemos casi todo bien menos lo que más nos quita el sueño: la política. No nos entienden porque no la entendemos. El nacionalismo catalán lleva años anclado en una batalla a muerte contra una España que en realidad no existe. Que no es como se la figuran y nos la cuentan.

La reciente reunión en Bruselas entre Carles Puigdemont y Salvador Illa ha levantado una polvareda…inescrutable. ¿De qué hablaron en realidad? ¿Llegaron a hablar de algo? ¿Tienen algo de qué hablar? Pocos días después ha saltado la noticia de que Jaume Giró, antigua mano derecha de Isidre Fainé en La Caixa, efímero compañero de viaje en el último asalto de Jan Laporta a la presidencia del Barça, efímero conseller d’Economia -no por su culpa: se les rompió el gobierno de coalición, de tanto usarlo-, acaba de renunciar a su acta de diputado en el Parlamento catalán y de darse de baja de Junts. El partido a través del cual desembarcó por sorpresa en la política en 2021.

A estas alturas, la salida de Giró me parece a mí casi más noticia que el encuentro Illa-Puigdemont en Bruselas. ¿Algo se mueve en Junts, ruinas humeantes de lo que en su día fue CiU, la fortaleza política desde la que Jordi Pujol defendió Cataluña de una izquierda entonces brutalmente hegemónica en toda España, que luego se entendió con Aznar, y que muerto él -políticamente…- pasó como con la Yugoslavia de Tito, un desmoronamiento en agresivas facciones rivales? Y hasta hoy, que Illa intenta recoser una especie de pujolato 2.1.

Si apartamos la coyuntura, la casualidad y hasta el carisma personal de Puigdemont, que para los suyos lo tiene, el saldo que queda no es para tirar cohetes. Junts es una loncha de salami picante, pero cada vez más exigua, atrapada en un sandwich entre la radicalidad nacionalista más convincente de la Aliança Catalana de Sílvia Orriols y el eficaz pragmatismo económico de Illa, una especie de neoPujol que no necesita herramientas de dentista para sacar muelas al Estado, porque él es uno de los suyos. Es socialista. Entra en la Moncloa como Pedro (y con Pedro) por su casa. ¿Qué mejor conseguidor podrían soñar, sin ir más lejos, en el Cercle d’Economia o en Foment del Treball? ¿Quién puede garantizar de verdad que la reducción de la jornada laboral no salga o, si sale, salga acompañada de incentivos y compensaciones para las pimes?

A los de Junts, curiosamente, para volver a ser creíbles en lo pragmático, les convendría más, infinitamente más, que en España gobernara el PP. Por lo menos tendrían con quien negociar y ocasionalmente pelearse. Lo otro es la muerte lenta por estrangulación. No digamos si tienes encima un líder latifundista, un perro del hortelano que ni come, ni deja comer, ni vuelve, ni delega. La amnistía a cámara lenta de Puigdemont empieza a ser un regalo maquiavélicamente envenenado. ¿Lo ha sido siempre?

El portazo de Jaume Giró tendrá las consecuencias que tenga, que están por ver. Este hombre puede irse a su casa o puede convertirse en el Gabriel Rufián de Junts. Pero cuando alguien así se va, es que la nave ya no se sabe si se mueve. No mientras el capitán loco se empeñe en perseguir ballenas blancas que a lo mejor sólo existen en la literatura, en el cine y en su imaginación.

Seguro que Giró no es el único que lleva tiempo rumiando que así no se va a ningún sitio. Sin ir más lejos el actual presidente del Parlamento catalán, Josep Rull, afable convergente de toda la vida que además fue preso político del procés, es posible que también se mire de vez en cuando al espejo y se pregunte: quo vadis? O Puigdemont vuelve ya y decide qué quiere ser de mayor, o a lo mejor ya ni los suyos quieren que vuelva. Total para qué. A esta paella se le podría estar pasando el arroz antes incluso de que rompa a hervir el agua.

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