De judíos y ciclistas
«Espero que la Unión Ciclista Internacional borre la Vuelta de las pruebas que impulsa. No puede aprobar una competición en la que una chusma cafre asalta la carrera»

Protestas propalestinas en La Vuelta. | Miguel Toña (EFE)
Un viejo chiste antisemita hablaba de dos amigos, uno de los cuales afirmaba: «Habría que matar a todos los judíos y a todos los ciclistas». A lo que preguntaba el otro: «¿Y a los ciclistas por qué?». No era más que un apunte del natural en la España sanchista. No es un caso único. Hace unos años leí en Twitter otro que transcribía un cineasta, joven pero suficientemente airado con la receta para acomodar a decenas de judíos en un utilitario: dos en los asientos delanteros, otros dos en los traseros y el resto en los ceniceros. Hace poco ha sido fichado como columnista por El Mundo. Espero que no fuese por el chiste.
Las cuatro últimas etapas de la Vuelta Ciclista a España han registrado incidentes causados por los simpatizantes de Hamás en protesta contra la presencia de un equipo que se llama Israel Premier Tech. No es de extrañar que la bronca del primer día fuera en Bilbao, donde la etapa no pudo llegar a la meta prevista en la Gran Vía y se abortó tres kilómetros antes.
Es por el peso de la tradición. Hace décadas, cuando la Vuelta terminaba siempre en Bilbao y contaba con el patrocinio del diario El Correo, la banda terrorista ETA, a la que aún le faltaba un mes para su bautismo de sangre, colocó el 9 de mayo de 1968 un artefacto explosivo en el curso de la 15ª etapa, entre Vitoria y Pamplona. A partir de ahí fue todo seguido.
Diez años más tarde, la organización de la prueba se vio obligada a neutralizar el primer sector de la 19ª etapa entre Durango y San Sebastián por el lanzamiento de troncos a los ciclistas por parte del público. El segundo sector previsto para aquella misma tarde, una contrarreloj en San Sebastián fue anulado y El Correo renunció a organizar más ediciones de la Vuelta.
La nueva organización de la prueba, Unipublic, decidió a la vista del comportamiento de la chusma, que la Vuelta Ciclista a España no volvería a pisar el País Vasco. En 2005, debido al vuelco de un camión, el trazado de una etapa hubo de cambiar y los corredores tuvieron que circular 4 kilómetros por el territorio de Vizcaya, pero fueron custodiados y protegidos en todo momento por la Guardia Civil.
En la etapa del domigo, 15ª, entre Veiga/Vegadeo y Monforte de Lemos, un manifestante con bandera palestina tiró al suelo al corredor español Javier Romo y al belga Edward Planckaert. Los vocacionales palestinos no han conseguido su propósito, que era también el del director técnico de la vuelta, Kiko García, que invitaba al equipo israelí a «abandonar a competición para facilitar la seguridad de los demás». Y como el tal Kiko, la opinadora sincopada Silvia Intxaurrondo, varios ministros del Gobierno y el propio Pedro Sánchez que lamenta no tener armas nucleares para intervenir adecuadamente en el conflicto en defensa de Hamás.
Los corredores israelíes no han seguido el consejo de Kiko García, pero la turba ha conseguido una victoria simbólica, y si bien el equipo Israel Premier Tech no ha abandonado la prueba como le sugerían directivos de la misma, sí ha dejado caer el término ‘Israel’ de su nombre. Yo en esto soy más bien partidario de la máxima ignaciana: en tiempos de desolación no hacer mudanza, pero en fin…
En este punto diré que he dejado de seguir la Vuelta a España. Mi afición al ciclismo se conformará con seguir el Tour y el Giro. Y espero que la Unión Ciclista Internacional borre la Vuelta a España de las pruebas que impulsa. No puede aprobar como internacional una competición en la que una chusma cafre asalta la carrera poniendo en peligro a los corredores y amenazando la seguridad de la misma.
Hay una cierta analogía en esto con las finales de la Copa del Rey, sobre todo cuando participan el Barça, el Athletic o la Real Sociedad. Echo de menos el magisterio de Sarkozy con su severa, definitiva advertencia, después de que miles de aficionados magrebíes pitaron a La Marsellesa en un amistoso Francia-Túnez: la próxima vez se anulará el partido en el que ocurra y «los miembros del Gobierno abandonarán inmediatamente el recinto deportivo donde nuestro himno nacional sea silbado».
Es una idea. Aun sin anular el partido, el Rey debería marcharse del palco con su copa bajo el brazo en cuanto empezaran los pitidos, no sin anunciar a los presidentes de los clubes finalistas que al ganador se le enviaría el trofeo por SEUR.