¿Y si Zapatero arrastra a Sánchez?
«Sánchez pisa un terreno ambiguo, ajeno a las reuniones más políticas que celebran la media docena de presidentes europeos»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Todos temblando por las consecuencias expansionistas de Putin, que no se conforma con invadir Ucrania, sino que también envía drones a Polonia y «toca», por tanto, el espacio OTAN. Mientras, en España, andamos a vueltas con el puterío de Ábalos, los enfrentamientos parlamentarios entre Sánchez y Feijóo que no hacen buen servicio al presidente del PP -tendría que echar una pensada a su estrategia de oposición- y Salvador Illa se pone en primer tiempo de saludo ante Pedro Sánchez. Un nuevo aliado incondicional para tratar de convencer a Puigdemont de que sea bueno, apruebe los Presupuestos Generales del Estado y no apriete más con nuevas cesiones al independentismo.
Illa está más pendiente de las instrucciones del presidente que le hizo ministro de Sanidad que de atender las preocupaciones de los ciudadanos de Cataluña. Algunos de sus colaboradores «venden» que sería la principal opción de Sánchez para hacerse con las riendas del PSOE en el caso de que Pedro Sánchez no pudiera mantenerse como presidente de Gobierno. Aunque tiene razón Arturo Pérez-Reverte cuando apunta que Sánchez no abandonará el primer plano de la política si no es presidente, y que ejercerá como líder de la oposición. Desde allí, pondría en marcha todas sus artes y artimañas para volver triunfante a La Moncloa una vez desbaratado el Gobierno que le ha sucedido.
Para que eso ocurra, previamente tendría que perder Sánchez el sillón presidencial que ocupa actualmente, y lo lógico sería que ese sillón fuera ocupado por Feijóo tras las elecciones, cuando toquen. Pero esa es la gran pregunta que nos hacemos muchos, si Feijóo está haciendo todo cuanto está en su mano para lograr el triunfo. Me repito, pero Feijóo tendría que poner más carne en el asador si pretende ser jefe de gobierno. Es asombroso que el presidente del PP no esté imparable en las encuestas ante el peor presidente que tenido España.
Sánchez parece incapaz de presentar unos Presupuestos y que sean aprobados, situación ante la que cualquier gobernante democrático habría presentado su dimisión o convocado nuevas elecciones; tampoco cuenta con el respaldo inamovible de sus socios para sacar algunas de las leyes que consideraba indispensables para su proyecto de gobierno. Su debilidad es manifiesta, pero…
Con aquellas declaraciones que hizo hace unos meses, propias de su prepotencia, en las que afirmaba que se podía gobernar sin el parlamento, se está convirtiendo en un político muy antipático. Distante, se encoge de hombros ante los escándalos de corrupción que han convertido a España en el país de moda en los medios de comunicación internacionales. No se interesan por España para elogiar a su gobierno y a su presidente, sino que recogen sus casos de corrupción. Absolutamente inadmisibles en un país serio, de orden y respetuoso con la ley.
El distanciamiento del presidente con las personas que no forman parte de su círculo más íntimo le impide advertir lo que cualquier observador con buena cabeza habría ya habría detectado: Rodríguez Zapatero, que se ha convertido en el principal consejero y oráculo de Sánchez, al que le encarga misiones delicadas, le puede llevar a la ruina política.
Empezando por las alianzas de Zapatero con un Maduro al que Trump puede tumbar cuando quiera, porque el presidente de Estados Unidos está seguro de las pruebas que maneja, que demostrarían la vinculación del venezolano con el narcotráfico a través del Cártel de los Soles. Llamado así porque forman parte de la banda jefes militares que lucen en sus uniformes el número de soles que indican su rango.
ZP no viaja tanto a Venezuela como antes, pero sus contactos con Maduro son sobradamente conocidos por los líderes de la oposición al chavismo y por la mayoría de los gobernantes latinoamericanos. Y por Donald Trump, que nunca ha tenido al expresidente español entre sus personajes más admirados.
Y luego está China, desde hace tiempo el país con el que Zapatero hace pingües negocios, aunque desde su entorno explican que su relación con Xi Jinping y otros dirigentes chinos tiene que ver sobre todo con su interés por potenciar las relaciones políticas y comerciales entre los dos países. Por eso ha promovido que Sánchez viajara varias veces a China y quiere el presidente que también el Rey Felipe realice cuanto antes la visita que prometió hacer hace ya tiempo: la llamada «visita de devolución» con la que un jefe de Estado corresponde a la visita de otro jefe de Estado a su país.
Tal como está el mundo en este momento, con dos guerras inacabables, Putin dando pasos que conducen inevitablemente a una confrontación que sobrepasa los límites de Ucrania, Sánchez pisa un terreno ambiguo, ajeno a las reuniones más políticas que celebran la media docena de presidentes europeos; alejado de los dirigentes de la UE que hasta hace poco le bailaban el agua y ahora desconfían de sus posiciones internacionales sin asumir que en la UE se respeta una política común de exterior y de seguridad.
Su amigo Zapatero se ha convertido en una figura que lleva años tomando decisiones muy controvertidas, al ser defensor a capa y espada de un dictador como Maduro, que no solo tiene presos políticos en sus cárceles -entre ellos varios españoles, a los que acusa, como es habitual en el chavismo, de intentona golpista contra el Gobierno- sino que no ha aceptado el resultado de las últimas elecciones y se ha autoproclamado presidente.
Sobre Maduro pende la amenaza de que Trump haga públicas las pruebas, que dice tener, de su vinculación con el narcotráfico, el destino del oro de las minas que se encuentran en el sur de Venezuela, y las componendas que hace el Gobierno chavista con el petróleo.
Trump, indirectamente, tiene en su mano el futuro de Venezuela. Y tal como son las relaciones entre Sánchez y Zapatero, puede tener también en su mano el futuro del presidente español.