Vito Quiles practica el periodismo de la manera correcta
«Lo que he visto en los vídeos es un reportero que hace preguntas insistentes e incómodas. Una democracia sana puede y debe vivir con eso»

Vito Quiles. | Víctor Ubiña
Me tomo la libertad de robarle a Ezra Klein el título de su artículo esta última semana en The New York Times sobre el asesianto de Charlie Kirk: «Charlie Kirk practicaba la política de la manera correcta». Vaya por delante que, sin conocer a ninguno de los dos, no veo grandes similitudes entre Kirk y Quiles, al margen de esa voluntad de provocación que en el primero tiene mucho más fondo y sustancia que en el segundo. Sí traté en una ocasión con Klein cuando él dirigió el periódico digital que fundó, Vox —no confundir con el partido español del mismo nombre— y lo convirtió en poco tiempo en una referencia de periodismo moderno, de calidad, progresista, pero abierto y liberal. Me gustaba lo que hacía y acudí a pedirle consejo para el proceso de renovación que nosotros estábamos intentando entonces en El País. Su artículo de la semana pasada, lo mejor que he leído sobre el crimen de Kirk, me confirma mi buena opinión inicial sobre él.
Sostiene Klein que, pese a discrepar profundamente de sus ideas, Charlie Kirk practicaba la política de forma absolutamente válida, respetando al contrario y apelando al debate de propuestas y proyectos. De tal manera que su asesinato no solo no es la consecuencia inevitable de sus posiciones políticas, sino que supone una grave amenaza para todos los demócratas, incluidos los de izquierda.
Sin querer establecer, insisto, un paralelismo con el caso de Kirk, hace tiempo que tengo la impresión de que las medidas contra Vito Quiles adoptadas por los responsables políticos españoles con el apoyo de algunos otros periodistas suponen un retroceso para la libertad de expresión y, por tanto, un daño estimable para la calidad de nuestra democracia.
Decía antes que nunca he hablado con Quiles. Lo que sé de él lo sé por los vídeos que todos hemos visto en los últimos años y por las entrevistas que le hacen en distintos medios de comunicación. Su periodismo es diametralmente opuesto al que yo he practicado toda mi vida. Yo he sido siempre un reportero y un cronista de la política internacional que ha huido lo más posible de cualquier protagonismo personal. No me gustan esas preguntas cargadas de opinión que Quiles formula ni su estilo impetuoso y acosador. Pero, fuera de esos hábitos, por lo demás muy extendidos en el periodismo actual y no solo entre los periodistas que cargan a la derecha, casi siempre he escuchado a Quiles hacer preguntas que se corresponden con la actualidad y con las polémicas a las que nos enfrentamos a diario. Cuando lo hace en la sala de prensa del Congreso, lo hace además de forma educada y ofreciéndole al político de turno la posibilidad de una respuesta en la misma línea. No es lícito negarse a contestar con el argumento de: «Yo no respondo a fascistas».
Quizá haya algo que se me escapa en la actividad de este periodista. Como decía, no estoy en la cobertura diaria de la política española y no sé si mis colegas que patean la calle asiduamente saben de él algo que yo ignoro. Pero lo que he visto en los vídeos es a un periodista colocando un micrófono y una pregunta. De forma insistente, sí. Tal vez incluso molesta. Pero creo que todos los que ejercemos esta profesión coincidimos en que nos corresponde a veces ser insistentes y molestos. Por ejemplo, no entiendo que los periodistas que cubren a diario la actividad del presidente del Gobierno no le hayan preguntado aún por algo de lo que todo el mundo está hablando: su aspecto físico. ¿Es impertinente la pregunta? Quizá, pero también es obligatoria.
Lo que trato de decir es que periodistas como Vito Quiles son perfectamente asimilables en el campo de la libertad de expresión de una democracia sana, incluso necesarios. Hace preguntas, eso es todo. Es comprensible la incomodidad de los políticos a los que espera en la puerta de su casa o de su oficina, pero conviene recordarles que esa incomodidad está incluida en su sueldo y se supone que en su vocación de servidores públicos. Pueden, con todo el respeto, negarse a contestar. Lo que no pueden hacer es limitar su derecho a preguntar. Tampoco acabo de comprender a los colegas que, con el pretexto de dignificar la profesión, jalean o impulsan las medidas contra Quiles, negando la realidad de que cualquiera de nosotros puede en cualquier momento resultar incómodo y molesto a algún político.
Por último, me temo que esta campaña contra Quiles no solo lo está fortaleciendo, sino que está mandando a la sociedad y a todos los periodistas un mensaje divisorio entre periodistas buenos y periodistas malos. Justo lo contrario de lo que necesitamos. Polariza mucho menos Quiles que quienes intentan silenciarlo.