El fin de la Vuelta
«El equipo israelí debería sacar también una enseñanza: de nada le valió quitar el término Israel de su nombre y de las camisetas de sus ciclistas»

Disturbios en Madrid en el final de la Vuelta.
La fracasada Vuelta Ciclista ha ofrecido un par de metáforas que definen la prueba y a la vez a España entera. La primera se debe a la anulación de la última etapa, con entrega de premios incluida. Pocas imágenes tan reveladoras como la entrega de trofeos en el sótano del hotel donde se alojan los corredores, con tres neveras portátiles alineadas para hacer de podio. Se han cuidado los detalles: el cajón del medio es más alto que los otros dos y la organización se ha ocupado de escribir con rotulador los números 1, 2 y 3 para que nadie se llame a engaño. El segundo asunto es igualmente esclarecedor y es el balance de la jornada: dos detenidos y 22 policías heridos, lo que ha llevado a su jefe, el poncio supremo Marlaska, a resumirlo calificando de «pacíficas» las protestas propalestinas para decir a continuación lo de los 22 heridos.
Hombre, no. Pacíficas serían las manifestaciones si el número de heridos fuese cero. No lo serían tanto si los datos fueran los inversos: dos policías heridos y 22 agresores detenidos, pero en fin.
El caso es que el pasado domingo Sánchez se cargó la Vuelta a España. ¿Él solo? No, con la ayuda de otros, pero fue él quien jaleó por la mañana a la chusma desde su mitin de Málaga, expresando su respeto absoluto por los ciclistas «pero también nuestra admiración a un pueblo español que se moviliza por causas justas como la de Palestina». No le faltaba su parte de razón a Irene Montero, que junto a Ione Belarra encabezaba a la cuadrilla de semovientes excitada a más no poder, al reprochar al número uno que por la mañana alentara a los manifestantes para reprimirlos por la tarde. Decíamos que reprimir los reprimió poco, pero el doctor de La Moncloa ha hecho especialidad de anunciar una cosa y su contraria, amagar y no dar, en una actitud que se va extendiendo sin desmayo por la sociedad española.
El Mundo publicaba ayer un gran editorial: «El presidente acaba con la Vuelta» en el que señalaba lo absurdo de la situación: un sabotaje alentado por la misma persona encargada de reprimirlo, aunque Chesterton ya nos lo había adelantado hace más de un siglo en El hombre que fue jueves, el jefe de Policía que es a la vez líder de una banda terrorista. No es un caso único; en el terreno de la realidad, el sanchismo nos ha dotado de un Ministerio Público presidido por un delincuente. Presunto, que casi se me olvida el presunto. Y ahora Sánchez, que compatibiliza el liderazgo de las hordas con la guarda de la ley.
Algo parecido pasa en el diario que hace compatible el gran editorial arriba señalado, con la opinión de su director, bastante complaciente con las declaraciones de Pedro Sánchez cuando anunció, hace una semana, las nueve medidas que pensaba articular para llevar la paz a Oriente Medio y le reconocía, a medio camino entre el ojo clínico y el buen cubero «que el tono institucional y el contenido general de la declaración son acertados y se corresponden con la gravedad de lo que allí está sucediendo».
«Viene a demostrarse que una vez que empezamos a deslizarnos por la pendiente de la estupidez, ésta se revela como un camino imparable y sin retorno»
La extensión del antisemitismo ha tenido otras expresiones: la encargada de Negocios de Israel en Madrid, Dana Erlich, a quien había solicitado El Correo una entrevista, ha visto anulada dicha petición después de que empezaran los incidentes. Después, ha comprobado cómo le anulaban la conferencia que le habían encargado en Bilbao.
Baste señalar dos errores básicos de la turbamulta sanchista en su ataque a la vuelta ciclista. El equipo Israel Premier Tech no es un equipo oficial israelí y si ha participado en esta abortada prueba ha sido porque así lo quiso la Unión Ciclista Internacional. En el equipo solo hay un ciclista israelí, Nadav Reisberg. El resto son canadienses, australianos, de EEUU y de Letonia. Su director deportivo en esta edición de la prueba ha sido el navarro Óscar Guerrero que tras los incidentes de Bilbao abandonó el equipo y fue sustituido por el sudafricano Daryl Impei.
El equipo israelí debería sacar también una enseñanza: de nada le valió quitar el término Israel de su nombre y de las camisetas de sus ciclistas. Nunca se puede apaciguar a la bestia.
Viene a demostrarse que una vez que empezamos a deslizarnos por la pendiente de la estupidez, ésta se revela como un camino imparable y sin retorno. José Pablo López, el presidente de RTVE a quien los diputados socialistas votaron para el cargo mientras 228 valencianos se ahogaban víctimas de la dana, proponía ayer que España se retire de Eurovisión mientras pueda concursar Israel. No descarto que sea una medida inteligente para ahorrarnos el ridículo que venimos haciendo casi desde el gran momento en que el Dúo Dinámico triunfó con el La la la y Massiel en 1968 y de que Salomé lo hiciera al año siguiente, empatada con otros tres. El año pasado, Melody alcanzó un honroso 24º puesto entre 25, no diré más.
Uno está con Israel por una razón de supervivencia: es la frontera que nos protege de la barbarie que el domingo enseñó los picos de la enagua en Madrid. Por la misma razón, esta morralla debería boicotear los partidos del Atlético de Madrid. Su principal accionista es un millonario israelí, Idan Ofer, que compró el 32% de las acciones de Wanda hace unos años.