The Objective
Antonio Elorza

La guerra latente

«Estamos ante un presidente que promueve abiertamente la violencia de calle, para impedir un acto en todo legal, con tal de salvar su imagen. Pura infamia»

Opinión
La guerra latente

Ilustración de Alejandra Svriz.

Si el Doctor Pangloss resucitara, cambiaría radicalmente su diagnóstico, para reconocer que «todo va hacia lo peor en el peor de los mundos». Nada se salva. Se suceden las catástrofes naturales, un belicismo implacable -con Putin de ariete- nos empuja hacia una guerra mundial y la revolución tecnológica, ahora encarnada por la Inteligencia Artificial, no es un supuesto de liberación, sino de servidumbre.

La distopía de un orden de control y vigilancia universales, anticipada en el pasado siglo por George Orwell o Ray Bradbury, es ya casi una realidad en la China de Xi Jinping y se presenta como un proyecto en avanzada fase de realización en la América de Trump, con el programa Stargate de Larry Ellison. Todos los ciudadanos estarían dotados de cámaras imposibles de apagar, las cuales transmitirían las imágenes a un «cuartel general», a fin de ser finalmente procesadas por un sistema estatal de inteligencia artificial. «Los ciudadanos se comportarán mejor, porque registramos y reportamos todo lo que sucede» (Ellison, citado por Le Grand Continent, 13 de este mes). Convergen así en la supresión de la libertad el poscomunismo chino y un megacapitalismo impulsado por la tecnología revolucionaria de Silicon Valley.

Ocurre, además, que en ambos casos esa sobrepresión interior se traduce hacia afuera en una pulsión expansionista y agresiva, no en la coexistencia pacífica que Deng Xiaoping anunciara para el posmaoísmo, en cuanto a China, ni en el repliegue hacia la nación tradicional del MAGA de Trump. En este caso, el legado de Wilson y Roosevelt ha sido sustituido por la ruptura de la alianza con Europa, asentada en intereses y valores comunes, y la consiguiente ignorancia de lo que supone la defensa de Ucrania, dando una soberana prueba de ingenuidad e ignorancia al creer posible la convivencia con Putin, apartándole de Xi. Ha abierto así de par en par la puerta a la iniciativa de este auténtico Eje del Mal, dispuesto a imponer por la presión de sus armas las rendiciones de Ucrania y de Taiwan, y la reconquista del área tradicional de hegemonía de la URSS sobre la Europa del Este. Todo un infierno a la vista.

Por lo sucedido en estos meses, infierno también en Estados Unidos hacia el interior, con la caza y captura de los emigrantes sin cuidarse de la ley -buena lección de «humanismo» aquí aprovechada-, la militarización del orden público y una tensión política extrema. En su marco, interviene el terrorismo de «lobo solitario» izquierdista para cerrar el círculo del horror… y para ser aprovechado por la reacción para la caza al woke.  Algún insensato ha añadido que hubo un responsable, pero también una culpabilidad general de la izquierda.  ¿Por qué seguir tolerándola? Es lo que piensan Trump y su vicepresidente.

Dada la penuria ideológica de la extrema derecha española, de raíz neofranquista, cabía esperar una importante incidencia, revitalizadora, de la experiencia de Trump, a pesar de la contradicción de que nacionalistas españoles suscriban la agresión arancelaria del americano. Vox carece incluso del sesgo modernizador del posfacismo de Giorgia Meloni, en cuanto heredero de un régimen vinculado por su origen a los sectores más tradicionales de nuestra sociedad. Aquí el enganche con Trump, y unas gotas de ultraliberalismo de Milei, hace presentable el invento, y más en el marco de Patriots, con otras fuerzas hermanadas en la lucha contra la inmigración, el combustible que impulsa a todos los ultras de la UE.

«Trump da un impulso fundamental al auge de Vox, pero quien genera el deterioro de la convivencia en España no es ni uno ni otro»

Apunté este panorama hace meses en la fabulita que abría mi libro sobre Pedro Sánchez, maltratando el recuerdo de Orwell y de su Rebelión en la granja: «… asoman en el horizonte unos Jabalíes negros que vienen sembrando la desolación en la mayoría de las granjas y que ahora pasan a tener el apoyo resuelto de una Gran Hiena que impera desde una cueva lejana. La Serpiente, cegada por su egolatría, le sirve involuntariamente de aliado». Creo que así es: Trump da un impulso fundamental al auge de Vox, pero quien genera el deterioro de la convivencia política en España no es ni uno ni otro.

La responsabilidad exclusiva pertenece a Pedro Sánchez, capaz de cualquier cosa con tal de apuntalar su poder personal. Está viéndose al tratar la cuestión de Gaza, olvidando por completo desde el primer momento que si la destrucción deliberada de la ciudad puede considerarse un genocidio, sin que haga falta sentencia -recordemos Núremberg-, el 7-0 no fue un atentado o una acción militar de Hamás, sino un ensayo consciente de exterminio, y por tanto genocida, de la población civil israelí. Un olvido moral y políticamente miserable, que se completa con la estampa insólita de un Gobierno, con Albares y Sumar al frente, instando a las movilizaciones para alterar con violencia una competición deportiva.

Pedro Sánchez dijo sentir ante ellas «admiración», lanzando así en un mitin a los suyos para que revienten, como reventaron, la última etapa de la Vuelta. Así revienta también a Ayuso, como hicieron Bildu&Co con el paso de la Vuelta por Bilbao. Dos pájaros de un tiro. Contra Hamás, ni palabra. Implícitamente, nadie defiende a Hamás como él. Le es muy útil, porque sirve de goma de borrar para sus tropelías en la financiación de Cataluña. Por eso, los suyos pudieron convocar la protesta como conclusión del evento, pero así el daño y el eco social son mayores. En fin, estamos ante un presidente que promueve abiertamente la violencia de calle, para impedir un acto en todo legal, con tal de salvar su imagen. Pura infamia. Esa es la España de Pedro Sánchez. Nada hay que añadir.

Es el mismo presidente que erigió el muro. Ni siquiera original: copia de la muralla de raíz chilena sugerida por Pablo Iglesias, partiendo la sociedad en dos. Creó así un ambiente, ficticio pero eficaz, de guerra imaginaria que acaba calando en la sociedad y en sus adversarios, dando lugar a peregrinas interpretaciones maniqueas de la política. Simétricas. Para el presidente, y sus seguidores del campo «progresista», todo bien en la historia, y especialmente en España, procede de la izquierda -Junts, PNV y Bildu incluidos-, mientras que el resto es nefasta reacción. No importa que el precio a pagar por una alianza contra natura con los separatismos, lleve a un proceso de deconstrucción del orden constitucional, de absolución del 27-0 y de los crímenes de ETA y de ataque constante a la división de poderes. Tampoco que la descalificación, también permanente, del PP como reaccionario, lleve a un protagonismo creciente de la extrema derecha.

«El resultado es una vez más esperpéntico, con la consagración de un dualismo de apariencia insalvable»

La guerra imaginaria contra el PP potencia a Vox, y en respuesta, el PP se convierte en el enemigo principal para Vox, ya que en su delirante visión política, PSOE y PP son la misma cosa. La simetría es perfecta, sobre todo desde que Trump (con Vance) ilumina la escena. El supuesto bipartidismo de complicidad es culpable siempre. Todo el bien está en una verdadera derecha y de la izquierda solo viene el mal. Acaba de probarlo, en su libro, el moderado Espinosa de los Monteros: «Las ideas de la izquierda han hecho mucho daño allí donde se han puesto en práctica». El mal irremediable. Nada de acercarse al centro, contaminado por la izquierda, satán de la historia en general y de la nuestra en particular. Incluso se utiliza por los corifeos de tal maniqueismo, un lenguaje pseudohistórico para embarrar todo período gobernado por la izquierda. Demagogia pura y dura En la vertiente opuesta, la derecha es siempre el mal. La República y la Guerra Civil son el gran campo de batalla, saltando por encima de los avances de la investigación desde el último tercio del siglo XX. Lo peor es que tal deformación está resultando muy útil para apuntalar la bipolaridad.

El resultado es una vez más esperpéntico, con la consagración de un dualismo de apariencia insalvable, olvidando que la superación de la dictadura y el establecimiento de la convivencia democrática se apoyaron en dos fuerzas principales, tan procedentes de los respectivos infiernos como el reformismo de origen franquista, con Adolfo Suárez al frente y Enrique Fuentes Quintana de artífice, por un lado, y por otro, en convergencia con aquel, nada menos que el Partido Comunista de España, de Santiago Carrillo. Tampoco faltaron a la cita el recién llegado PSOE de Felipe González y la Alianza Popular de Manuel Fraga. Derecha e izquierda construyendo juntas una democracia. ¡Qué vergüenza!

Tampoco es extraño que Pedro Sánchez y Santiago Abascal miren hacia el pasado, con una República idealizada el primero, y el segundo, nada menos que a una Reconquista en todo y para todo, teniendo por ejemplo la de los españoles cristianos expulsando a la morisma, ahora para supuestamente defender nuestros usos y costumbres, amenazados por el Islam. Para evitar confusiones, en las banderas bicolores del domingo en Vista Alegre, fuera el símbolo constitucional. La xenofobia antiinmigración paga en toda Europa y pagará en España, favorecida por un Gobierno que ante problemas reales -como cayucos y menas– opta por una política del avestruz, gracias a la cual el problema se degrada más y más, y los estallidos recurrentes son inevitables.

Como inevitable es la creciente crispación, observable en las redes sociales y la transformación de comentarios y debates, desde el anonimato, en auténticas exhibiciones de navajeros. Nada de críticas y discusiones argumentadas: descalificación y basta. El Gobierno es el primero en practicarlo para evitar la puesta en cuestión de sus ucases. El sentido primario de la democracia, desde Atenas, con la participación del ciudadano en las decisiones (isonomía) y la libre información y discusión de las leyes (isegoría), ha desaparecido. Al igual que sucede a escala mundial, impera la stasis, una situación de guerra civil latente, anuncio de cosas peores.

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