The Objective
Juan E. Iranzo

La mano del hombre es positiva para el medio ambiente

«Las medidas que se están aplicando para luchar contra la ’emergencia climática’ están provocando un despilfarro de recursos y en muchos casos efectos perversos»

Opinión
La mano del hombre es positiva para el medio ambiente

Ilustración de Alejandra Svriz.

Resulta evidente que se está produciendo un cambio climático que ha elevado la temperatura media del planeta casi un grado centígrado en los últimos 100 años. Todo hace indicar que se trata de uno más de los cerca de 500 cambios climáticos naturales que se han documentado a lo largo de la historia de la tierra; por lo que posiblemente nos encontramos ante el 501.  Estos se producen fundamentalmente por la distancia y posición de la tierra respecto al sol, así como por la inclinación del eje de esta.

Hay que recordar que, al comenzar la era cristiana, las temperaturas eran muy elevadas. Durante la Edad Media se produjo una fuerte caída de éstas, considerada técnicamente como una «mini glaciación», que se prolongó hasta el siglo XIX. Este proceso provocó un importante aumento de la miseria, por hambre y frío, con lo que se perdieron gran cantidad de vidas humanas.

Actualmente debemos prepararnos racionalmente para afrontar una vida con temperaturas algo más elevadas, lo presenta problemas, pero también ventajas; puesto que pueden aumentar las lluvias al producirse una mayor evaporación del agua del mar y, además, se favorecen una gran cantidad de cultivos.

Lo que resulta difícil de establecer científicamente es que el cambio climático se trate de un proceso «antropogénico» debido a la acción del hombre, incidiendo significativamente en éste, acelerándolo y haciéndolo más intenso. Lo que parece más probable es que las medidas que se están aplicando para luchar contra «la emergencia climática» están provocando no solo un despilfarro de recursos; sino en muchos casos efectos perversos.

En efecto, muchas de las medidas incluidas en la Agenda 2030, están lastrando la competitividad del sistema productivo, aumentando costes, y reduciendo el bienestar colectivo. Lo más perverso, es que muchas de las políticas que se están implementando para supuestamente «proteger el medio ambiente», han incidido en un mayor deterioro de este; basta revisar las catástrofes naturales sufridas por España en los últimos meses.

«La acción del hombre en la regulación de los excesos de agua y en sus efectos, es fundamental para preservar vidas y haciendas»

Las limitaciones a la limpieza de los cauces de los ríos, el freno a las infraestructuras destinadas a reencauzar las mismos en lugares de especial peligro de inundaciones como es el caso del barranco del Poyo y la destrucción de presas para favorecer la libre circulación del caudal ecológico, han agravado mucho las consecuencias de las inundaciones, como fue la riada en Valencia el pasado mes de octubre.

La catástrofe fue inmensa, se perdieron más de 220 vidas humanas y se provocaron grandes pérdidas económicas. El desastre habría sido muy superior, si hace 60 años, no se hubiese desviado el cauce del río Turia a su paso por La Ciudad de Valencia mediante «el Plan Sur», que sufragaron los propios valencianos. La acción del hombre en la regulación de los excesos de agua y en sus efectos, es fundamental para poder preservar las vidas, las haciendas y el propio medio ambiente.

Durante este verano una gran parte de nuestro país ha sido arrasada por los incendios que han provocado cuatro víctimas mortales, han devastado más de 335.000 hectáreas de monte y han destruido viviendas y enseres. Asimismo, se han quemado una gran cantidad de cabezas de ganado y animales silvestres. El coste directo estimado supera los 4.500 millones de euros, a los que hay que añadir los de restauración y los indirectos.

La acción directa de los pirómanos y la incapacidad técnica de una parte de nuestros gobernantes que, han limitado la prevención y retrasado la extinción de los incendios, son algunas de las causas que explican la tragedia. Solo la acción directa de los ciudadanos de las zonas afectadas, y del ejército en las zonas más despobladas, ha evitado que las consecuencias hubieran sido peores.

«Las políticas populistas de protección de los montes han favorecido la expansión de los incendios»

Hay que tener presente que este desastre histórico se ha producido tras una primavera de intensas lluvias, que teóricamente reducen las probabilidades de incendios y con unos embalses a rebosar que deberían haber favorecido las labores de extinción. Sin embargo, los problemas fundamentales están provocados por las regulaciones medioambientales que impiden incorporar la acción humana a la prevención de los incendios.  

Esto ha impedido la limpieza del bajo monte, que además se podía haber utilizado para producir biomasa. Asimismo, las limitaciones a la construcción de cortafuegos han sido claves; así como los obstáculos para que paste el ganado, con el efecto positivo de limpieza que genera. Las políticas populistas de protección de los montes han favorecido la expansión de los incendios, acabando con una parte importante de estos que se pretendían proteger.

El desarrollo sostenible es el resultado de un difícil equilibrio entre crecimiento económico, cohesión social y protección del medio ambiente. Si se presiona en exceso en uno de los vértices el modelo colapsa, con más intensidad si se aplican medidas perversas como está ocurriendo con la supuesta protección del planeta.

El hombre tiene capacidad técnica para reducir o solucionar los problemas e incidir positivamente sobre el medio ambiente, por lo que hay que permitirle actuar racionalmente y no impedirlo, como posiblemente propondrá el presidente del Gobierno en su Pacto de Estado contra La Emergencia Climática, que además no es tal.

«Para evitar o paliar sus efectos devastadores, se debe favorecer y no limitar la acción positiva del hombre sobre el medioambiente»

Las catástrofes naturales se han producido siempre, y suelen tener carácter recurrente. La gota fría en Valencia durante el mes de octubre ya se menciona en un escrito científico de José Cavanilles del año 1795; y El Fuero Juzgo de la época visigoda ya recogía penas para los incendiarios de los bosques.

Es previsible que este otoño se incrementen las precipitaciones en el Mediterráneo español y que el próximo verano aumente el riesgo de incendio. Para evitar o paliar sus efectos devastadores, se debe favorecer y no limitar la acción positiva de la mano del hombre sobre el medioambiente.

No parece que se deje crecer libremente la hierba en los cuidados jardines del Palacio de la Moncloa.

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