Irene elige su marco
«Ellas creen que se pueden reemplazar la sabiduría y la instrucción con la ideología y la voluntad, de ahí el impresionante despropósito de sus dos leyes estelares»

Ione Belarra e Irene Montero.
Mi amigo Fernando Navarro me acerca una foto impresionante en la que Irene Montero y Ione Belarra posan en el interior de una letrina en cuya pared puede leerse: «Menorca Antifa y Antirracista. Un nazi muerto, un nazi menos», aseveración incontestable desde el punto de vista lógico, aunque en otros tiempos se recurría más a la literatura: «Nazi muerto, abono pa’ mi huerto», pero todo va degenerando, signo de los tiempos. Ir a un lugar como Menorca para fotografiarse en semejante lugar, qué puede llevar a esta yunta a retratarse en un váter y adornarse con lema semejante, llevaba a Navarro a decir que esa pintada es la síntesis de su pensamiento político, que bautiza con toda propiedad como su filosofía del retrete.
Tengo con esta palabra una relación antigua. En los dos primeros cursos de mi bachiller, había en el Instituto de Burgos un historiador y académico llamado Ismael García Rámila. Ya mayor, estaba exento de impartir clases y se limitaba a guardar las clases cuando faltaba algún profesor. Hombre generalmente apacible, eran famosos sus raptos de cabreo cada vez que uno de los nuestros se acercaba a su mesa a pedirle permiso para ir a váter: «¡Cómo pueden decir váter, habiendo una palabra castellana de tanta raigambre como retrete!», lo cual era una invitación para insistir en la palabra nefanda en la próxima ocasión. Faltaba aún más de medio siglo para que la RAE incorporase a su diccionario de 2014 el término váter.
Podríamos hablar de la filosofía en el tocador por usar la terminología del divino marqués, o quizá en el boudoir (término original de la obra de Sade), palabra que también usaba Bogart en El sueño eterno, pero cualquiera de las dos voces sería puro eufemismo. Filosofía del retrete, en cambio, está mucho más cerca de la escatología en la que se desenvuelven estas mozas.
A diferencia de otros personajes del sanchismo y alguno de la oposición, Irene y Ione no han tenido que falsificar currículos porque ellas sí tienen una carrera terminada, ambas son licenciadas en Psicología, aunque las dos anden muy justitas de conocimientos y la Universidad de estos tiempos no alcance los niveles del bachillerato antiguo.
Ellas creen que se pueden reemplazar la sabiduría y la instrucción con la ideología y la voluntad, de ahí el impresionante despropósito de sus dos leyes estelares: la ley del sí es sí, cuyo nombre oficial es Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual. No hay datos recientes sobre los violadores que han conseguido rebajar sus penas y ser excarcelados por la aplicación de la ley, pero los más recientes señalaban rebaja de penas a 1.500 violadores y excarcelados 130. Junto a la del sí es sí cabe mencionar la ley trans (Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos LGTBI), que permite la «libre autodeterminación de género», como la definió en su día la ministra Irene Montero para los mayores de 16 años y de 14 con autorización del juez. La ley ha sido recurrida ante el Tribunal Constitucional por el PP y Vox, sin que hasta la fecha se haya pronunciado el Tribunal de Garantías.
«El índice de suicidios entre las personas trans operadas es notablemente mayor que entre el común de la población»
¿Es posible aceptar que adolescentes a medio camino en su desarrollo físico y mental puedan decidir que «viven prisioneros en un cuerpo equivocado»? Aquí se podría parafrasear el texto de Machado: «Nuestro español bosteza. ¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío? Doctor, ¿tendrá el estómago vacío? El vacío es más bien en la cabeza». De análoga manera no viven en el cuerpo equivocado; lo que está equivocado generalmente es la cabeza.
¿Es posible permitir que se sometan a tratamientos hormonales y a eso que llaman «cirugía de reasignación sexual», que son amputaciones con carácter irreversible? Tampoco en esto hay datos fidedignos y recientes, pero el índice de suicidios entre las personas trans operadas es notablemente mayor que entre el común de la población.
Hay un factor de perversión de la infancia y la adolescencia que Irene formulaba en términos indecentes: «Todos los niños, las niñas y les niñes tienen derecho a conocer su propio cuerpo, a saber que ningún adulto tiene derecho a tocarlo si ellos no quieren. Tienen derecho a saber que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento».
Efectivamente, el retrete de Menorca era el marco incomparable de esta collera.