The Objective
José García Domínguez

Milei y las tres Argentinas

«Al margen del abrigo de cuero y la pelambrera juvenil, el plan de ajuste de Milei solo es más de lo mismo; eso sí, aderezado con toneladas de retórica iconoclasta»

Opinión
Milei y las tres Argentinas

Ilustración de Alejandra Svriz.

El presidente argentino, Javier Milei, ese muy inteligente, original y exitoso hallazgo del márketing político consistente en disfrazar de feroz antisistema al propio sistema, pasa por sus horas más bajas. La clamorosa derrota en las elecciones provinciales de Buenos Aires, demarcación administrativa que abarca un territorio de dimensiones parecidas a las de España y donde habita casi la mitad de la población del país, podría devenir en la antesala de otro batacazo mayor en octubre, cuando se renueven los gobernadores a nivel nacional. Si bien lo extraño no es tanto que Milei haya perdido, sino el origen del principal factor detonante de esa derrota.

Y es que la difusión de las grabaciones de esas coimas presuntas cobradas por su hermana a empresas proveedoras del Estado constituye fuego amigo, toda vez que proceden de círculos muy próximos al propio presidente de la República. Con Milei, ya se sabe, los acontecimientos tienden siempre a adoptar un envoltorio externo teatral y estrafalario, pero lo que se va sabiendo de la trastienda del asunto apunta a algo parecido a una conspiración palaciega orientada a apartarlo del cargo; acaso para sustituirlo por la vicepresidenta Villarruel, aunque este último extremo todavía constituye una simple hipótesis de trabajo. 

En cualquier caso, caiga o no caiga ese juguete prematuramente medio roto, la enorme notoriedad alcanzada por su personaje mediático ha conseguido ocultar en un tercer plano lo fundamental de su obra de gobierno. Y eso fundamental apela a que su política económica puede ser catalogada de cualquier cosa, excepto de libertaria. Porque se puede estar a favor o en contra del programa que está aplicando Milei, pero de lo que no se le puede acusar, y bajo ningún concepto, es de haber puesto en marcha un paquete de medidas novedosas, como tampoco originales o alejadas en algo a las ya probadas docenas de veces por otros Ejecutivos anteriores al suyo. Al margen del abrigo de cuero, la pelambrera juvenil y los diálogos filosóficos con el perro muerto, el plan de ajuste de Milei solo es más de lo mismo; eso sí, aderezado con toneladas de atrabiliaria retórica iconoclasta. 

Y es más de lo mismo por una única y poderosa razón, a saber: porque no podría ser de otro modo. Tal vez algo menos brutal en aspectos menores, siempre secundarios y marginales, cualquier otro plan de ajuste alternativo, como el que hipotéticamente hubieran llevado a cabo los peronistas, no podría haber resultado muy diferente en la práctica al que ahora mismo sigue aplicando el bloque de poder en Argentina. La Argentina política, y desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, está formada por tres países distintos. Pero los tres acaban aplicando siempre la misma medicina –el aceite de ricino del ajuste duro – cuando las cosas se tuercen. Y las cosas en Argentina se tuercen, más o menos, cada siete años. Nada nuevo, pues, bajo el sol. 

«El problema reside en que llevar hasta el final su proyecto implicaría dejar fuera del sistema económico a la mitad de los argentinos»

Así, hay una Argentina, esa obsesionada con ser industrial, cuyo gran referente político sigue siendo el espectro del Perón histórico. Pero tal sueño industrial resulta inviable sin aranceles y sin dólares americanos. Después hay otra Argentina, la kirchnerista, que ha comprendido que la fantasía del viejo caudillo es inviable. Esa es la que puso otro sueño más inviable aún: sostener una población de casi 50 millones de almas a base de subvenciones universales, jubilaciones anticipadas masivas, cientos de miles de empleos estatales innecesarios, además de comedores sociales en el conurbano de Buenos Aires para que no estallara el hambre. Y después está la tercera Argentina, otra que ha existido siempre y que ahora encarna Milei. Esa, la liberal, quizá resulte ser la más realista, pues al menos no se engaña a sí misma sobre las posibilidades reales del país.

Pero el problema reside en que llevar hasta el final su proyecto implicaría dejar fuera del sistema económico, como mínimo, a la mitad de los argentinos. Si fracasa, Milei incluso podría tener que salir en helicóptero de su residencia oficial en Olivos. Pero si, además de parar el golpe ahora, triunfa, Argentina se convertirá en Belindia: un 30% de la población vivirá como en Bélgica, mientras que el otro 70% subsistirá igual que las masas de desarrapados en la India profunda. En cualquier desenlace, mal asunto.

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