Y un enfrentamiento civil
«El entrenamiento revolucionario celebrado el domingo en Madrid se puede repetir si los resultados electorales arrojan una mayoría suficiente del centro y la derecha»

Ilustración de Alejandra Svriz.
El Gobierno de Pedro Sánchez por fin ha cosechado un éxito. La Vuelta ciclista a España no se ha celebrado con normalidad, y de hecho una turba violenta ha impedido que se complete. Durante las últimas jornadas, han interrumpido carreras y han lanzado a los corredores chinchetas y orín. Violencia y desechos.
Antes de las movilizaciones violentas contra la Vuelta ciclista, el presidente Sánchez, dijo: «Sabéis que hoy termina la Vuelta a España […] y vaya por delante nuestro reconocimiento y respeto absoluto a los deportistas, pero también nuestra admiración a un pueblo como el español que se moviliza por causas justas, como la de Palestina». Sánchez estaba respaldando el intento de cercenar la celebración deportiva antes de que ocurriese.
La reacción de la izquierda ha sido unánime. No se iban a quedar atrás en la defensa de la violencia. Ni iban a desaprovechar una tradición política y moral, el antisemitismo, tan asentada, y con antecedentes tan famosos en el siglo XX.
La crítica a la política de Israel es legítima. Estoy por leer una posición crítica informada y que no hable de genocidio, pero eso no impide que se puedan formular críticas razonadas a su política en Gaza. Pero esa crítica no tiene aquí más que una función instrumental. Lo relevante es crear un nuevo debate público que tenga las características convenientes: la complejidad argumental de un guiñol, un radical contraste entre buenos y malos, y una apelación a los sentimientos que cortocircuite cualquier análisis racional, y pueda justificar la violencia; la del «pueblo español que se moviliza» por Palestina. La banda de Sánchez ha dado en el clavo. Ha provocado una movilización de la izquierda. Y eso es todo lo que necesita.
Alberto Núñez Feijóo, líder del PP, que no de la oposición, ha dicho que es una cortina de humo. Pero este asunto va más allá. Las encuestas juegan con la posibilidad de que Partido Popular y Vox alcancen los 210 escaños que les permitiera reformar la Constitución Española. Pero mi lectura es muy otra: no se puede descartar que la coalición que mantiene a Sánchez en el poder renueve su actual mayoría. No ha habido un trasvase suficiente del voto de la izquierda a la derecha. Lo que hay es una dimisión electoral de una parte de la izquierda, que declara que se quedará en casa cuando le preguntan por la intención de voto.
«Sánchez estaba animando a la participación en un movimiento violento para progresar en sus objetivos políticos»
Pero, en realidad, más que una dimisión es una excedencia. En cuanto se acerque la hora de la verdad, la acusación de ser cómplice de una victoria de la ultraderecha (que apoya un genocidio en Gaza, y demás), resultará invencible. Muchos volverán al redil, y apoyarán a Sánchez, con toda su corrupción, con toda su política de discordia civil, con su ataque a jueces y periodistas, y con sus concesiones a quienes se consideran enemigos de España. Sólo necesitan justificarse ante sí y ante los demás, diciendo que defienden una causa justa. La respuesta de Israel al terrorismo palestino les brinda esa justificación.
Ahora quiere mantener vivo ese conflicto en Eurovisión, en el Mundial de Fútbol, y quién sabe en qué otros certámenes deportivos y culturales. Pero lo que hemos visto este fin de semana va más allá del intento de unificar a la izquierda en torno a su gobierno de expolio, corrupción y servicio a los intereses chinos. Las palabras de Sánchez antes de la movilización que puso fin prematuramente a la Vuelta son más importantes de lo que parece. Estaba animando a la participación en un movimiento violento para progresar en sus objetivos políticos.
Entramos en un terreno pantanoso. La correa de transmisión de la violencia en las calles son los grupos radicales. La policía ha identificado a grupos que tienen vinculación con Hamás, el grupo terrorista que tiene a Pedro Sánchez en su panteón de hombres ilustres. También ha identificado a nueve condenados de ETA por terrorismo callejero. Aquí, la vinculación con el Gobierno es directa, por medio de Bildu. Otros grupos que apoyaron la cancelación de la prueba tienen vinculación con otros socios de Sánchez. El presidente ha impedido que la policía haga una labor de contención de la violencia eficaz.
No creo que este antecedente, que ha sido un éxito resonante, no se repita. Pero tampoco creo que el Gobierno vaya mucho más allá antes de unas nuevas elecciones. Otra cosa es lo que ocurra después. El entrenamiento revolucionario celebrado el domingo en Madrid se puede repetir, ampliado, multiplicado, si los resultados electorales arrojan una mayoría suficiente del centro y la derecha.
Una parte de la izquierda, no ya mayoritaria sino casi total, no acepta el derecho de la derecha, o de una parte de la derecha, a la participación política y al ejercicio democrático del poder. Han asumido el discurso deslegitimador de siempre, expuesto por el ahora moderado Felipe González, y renovado por Rodríguez Zapatero y su llamada a acabar con la Transición. Sánchez desconoce los límites morales. Ha probado con el enfrentamiento en las calles, y le ha salido bien. Lo volveremos a ver.