The Objective
Javier Rioyo

Cervantes cautivo: entre el 'hamman' y la sauna

«Amenábar y Luis Manuel Lucía han conseguido hacer creíble aquel mundo, aquella vida de cautiverio y crecimiento de un escritor que todavía no lo era»

Opinión
Cervantes cautivo: entre el ‘hamman’ y la sauna

'El Cautivo' de Alejandro Amenavar.

«Vida es ésta, señor, do estoy muriendo entre bárbara gente descreída, la mal lograda juventud perdiendo»

Miguel de Cervantes

Yo también he visto la película de Amenábar. Yo también estuve en Argel, sin cautividad pero sin tranquilidad. No conocí los «baños de Argel», ni sus hammanes, pero sí los del turco en Estambul y otros de la Berbería. Nunca estuve en una sauna de encuentros o negocios de esa familia, ni de otras. Siempre fui un pudoroso heterosexual, un aburrido que no experimentó esa forma de amor, esa sexualidad otra. Crecí en Alcalá, dónde Cervantes que nos rodeaba y nos enorgullecía. Eran tiempos difíciles para los homosexuales; no se mostraban, se escondían, pero allí estaban, entre las sombras y el miedo.

Pronto fuimos conociendo a algunos que con esa crueldad juvenil, esa mala educación de moralidades inmorales, llamábamos maricas. Algunos de mis amigos homosexuales reivindican ese adjetivo que hoy me parece tan despectivo y homofóbico como aquel tan cargado de incomprensión que es llamar boyera a una lesbiana. No estamos en tiempos cervantinos- que nos hubiera gustado siempre que fuéramos hidalgos aunque fuera de los venidos a menos- ni en tiempos franquistas, que nos sobran por conocidos y malqueridos. 

Estas memorias de antaño me han vuelto después de ver la película Cautivo, tan interesante, de tan buena factura, tan correcta de guion y de intención, con algunos geniales actores -destacar a Rellán, Tejero Sarachu-; con demasiado estilo, hábil puesta en escena, buena asesoría histórica, buenos escenarios y vestuario. No me cautivó pero generó deseos de volver a ese tiempo, esos mundos, esas lecturas y esos personajes. A ese libro que siempre está conmigo y con mis deseos de saber más de la vida, del tiempo de Cervantes y sus circunstancias. Los siete tomos de Luis Astrana Marín, Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra serían de los salvados de mi biblioteca. Hay otros, los de Cervantes, Montaigne, Shakespeare, Dante, Homero, Góngora, Proust, Kafka… y otros cientos.

Pero Astrana se vendría conmigo en esa edición de los años cuarenta y cincuenta, llamados por la editorial Reus, años «de nuestra salvación». Décadas pasó Astrana buscando, encontrando y ofreciendo documentos sobre una de la vida del español más importante de nuestra historia. Llena de aventuras y desventuras, de heroicidades y supervivencia, de valor y penas, de cárceles y de algún triunfo que llegó tarde y mal. Solo por eso doy las gracias a la inteligente propuesta de Amenábar. El propio Cervantes ya lo había novelado en El Quijote, en uno de sus relatos incrustados, en la continuación del «discurso de las armas y las letras» que tratan con ficción la realidad de su cautiverio.

Aquellos cinco años de cautiverio no fueron ninguna excursión mediterránea, ningún retiro de felices encuentros eróticos, ninguna inmersión en otra cultura, otros pueblos, otros usos y costumbres. No le pudieron quitar la libertad de su imaginación, ni su pasión por la vida y los cuentos. No le arrebataron al poeta, al cronista, al dramaturgo ni al inventor de los que llamamos hoy «novela».

«El mundo de Argel era una fiesta para pocos y un infierno para los derrotados. El mundo allí era una pesadilla para los cristianos»

Al contrario, con sus grilletes puestos en aquel patio hacinado que llamaban baño, en compañía de burladores, mercenarios, traidores, falsarios y demás ralea de semejantes de su civilización que habían sido capturados, cautivos, maltratados, vejados, torturados o muertos por el «moro», el derrotado Cervantes, no paró de pensar en su rescate o en su fuga. El mundo de Argel era una fiesta para pocos y un infierno para los derrotados. El mundo allí era una pesadilla para los cristianos. «Esta que aquí veis pintada es la ciudad de Argel, gomia y tarasca de todas las riberas del mar Mediterráneo, puerto universal de corsarios y amparo y refugio de ladrones», así lo recuerda en el Persiles.

Ya conocía Cervantes el mundo y sus tentaciones. La vida dura y la placentera, pero aún no había visto las escenas de lujuria y placer tal como se producían en aquella ciudad de tantos baños, de tantas «barberías» que era lugares de encuentro, de lujosos hammanes que conocían los excesos y los amores homosexuales. Mercaderes, poderosos mercenarios, jenízaros y arráeces, según cuentan cronistas como Haedo o Antonio de Sosa, a los jóvenes y nuevos esclavos que llegaban de la mar los incorporaban a sus fiestas, con vino y aguardientes, y mostraban orgullosos a sus «garzones» -los más hermosos jóvenes capturados- a los que vestían lujosamente, «que son sus mujeres barbadas» y mucho más deseados que las verdaderas mujeres.

Y sigue Astrana sobre estos hombres vestidos de mujer, «de damasco, raso y terciopelo, y de puñales muy lindos damasquinos, ricamente guarnecidos de cadenas de oro y plata, y de lustrosos borceguíes, zapatos y tocas finísimas, con que iban mejor ataviados que las más bellas damas… no había turco ni levente que no se preciara de tener gran número de estos garzones y de sacarlos a pasear y de sacarlos a pasear, fastuosamente vestidos, en el ‘jumá’ (o viernes) y en otros días por la ciudad, la marina o el campo». Ese mundo de hombres bisexuales, de homosexuales  orgullosos, de esclavizados por el sexo y el dinero lo conoció muy bien Cervantes. En El Quijote la hija del morisco Ricote dice: «Turbéme porque entre aquellos bárbaros turcos en más se tiene o estima un muchacho o mancebo hermoso que una mujer, por bellísima que sea».

No estamos seguro que Cervantes entrara a alguno de aquellos numerosos baños de Argel aunque sería extraño que no lo hubiera probado. Se bañaban desnudos en sus reducidos aposentos, no tan privados, aunque también los hubiera. Allí recibían los masajes y el agua que bañaba salida de jarros de bronce. Se admitían a moros y turcos y a los cristianos que pagaran. Los judíos estaban excluidos. Ese mundo de hombres y baños está en la película de Amenábar bien contado.

«El libro de José Manuel Lucía, asesor de Amenábar en ‘Cautivo’, es un gran retrato de la compleja sexualidad de Cervantes»

Lo que nos estamos tan seguros es que el «propietario» del cautivo Cervantes, el rey de Argel, Hazán Bazá, conocido sodomita fuera capaz de llevar al huerto, al baño, a los amores homosexuales al valiente y frustrado fuguista que fue Miguel. Todo es posible porque le mantuvo en sus aposentos privados, en su cárcel de lujo, durante cinco meses. Todo es conjetura, todo interpretación e imaginación. Cierto es que tuvo sus favores, que no le martirizó, pero que no liberó de sus grilletes, que le gustaba su compañía y su ingenio.  Y que pretendió llevarlo consigo a Estambul. Rescatado en el último momento, fue liberado teniendo que hacer frente a un altísimo rescate. Para más detalles acudan a Astrana si quieren inmersión en ese apasionante mundo.

Cuando ya estaba terminando esta excursión por el mundo retratado por Amenábar, por esa ciudad de todos tipos y todas las lenguas, de renegados de todas las religiones, de vendedores de placeres, de compradores de sexo, de frailes cautivos, de hipócritas y sucios, de chulos y putos. Astrana con su moralidad y el juicio de su tiempo lo definió como una «alegría desbordante y dolor sin medida. Lo más fétido junto a lo más perfumado. Argel era un lirio; pero como los podridos, con más mal olor que las peores hierbas». Cuando disfrutaba con esa moralista narración del clásico, me llegó el libro Cervantes íntimo. Amor y sexo en los Siglos de Oro, del cervantista y poeta José Manuel Lucía Megías, otro de Alcalá y asesor de Amenábar en Cautivo.

Han conseguido hacer creíble aquel mundo, aquella vida de cautiverio y crecimiento de un narrador, de un escritor que todavía no lo era. El libro de Lucía, es un gran retrato de esa compleja personalidad y sexualidad de Cervantes. Un buen ensayo que hay que sumar a los muchos sobre nuestro inasible Miguel. Está en las antípodas de Astrana, humaniza a Cervantes sin ejemplaridad y sin heroísmo. Con admiración y conocimiento. Con un documentado acercamiento al autor de sus muchos desvelos y muchos trabajos, con las dudas abiertas y la oposición a reducir a Cervantes y su sexualidad a la pregunta de si fue o no homosexual. Haya sido heterosexual, homosexual o bisexual, su obra y su vida seguirán siendo un ejemplo de lo universal español.

Mucho aprecio a José Manuel Lucía, aunque discrepemos en lo cercano político. Él piensa que Zapatero fue un gran presidente porque ayudó a normalizar la vida libre de las expresiones de nuestra sexualidad. Ni reconociendo algo de eso me gustó su presidencia. Su realidad de interlocutor de los países donde se persigue la homosexualidad lo desacredita y contradice. Sus maniobras a favor de los favorecidos de las saunas lo convierte en cómplice. Seguiré leyendo a Lucía. Seguiré dudando de esos que se ponen banderas, organizan exposiciones y secuestran las instituciones a favor de la manipulación en nombre de lo progresista. Un día en Alcalá, otro en Waterloo.

Les hace falta un hamman como aquel de González Ruano en Estambul. El gran escritor y no gran persona, estuvo en el hamman dándose un baño turco. Él que tanto presumía de atildado se sorprendió del agua sucia que su cuerpo desprendía. Preguntó: «¿Esto qué es?». El musulmán respondió: «Es el cristianismo que se está limpiando». Yo quiero una sauna dónde se limpie el sanchismo, nada que ver con las saunas cervantinas, según Amenábar. Vieron la película y callaron.

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