The Objective
Jorge Vilches

Sobre la inevitable violencia

«El político populista, y Sánchez lo es, entiende la acción pública como una exaltación del conflicto. No busca pactos con el adversario; quiere diferencias»

Opinión
Sobre la inevitable violencia

Ilustración de Alejandra Svriz.

Prefiero equivocarme, pero creo que hemos iniciado un camino de violencia difícil de parar. No es cosa de Sánchez, aunque nuestro esquelético amo es el primer presidente que alienta el uso de actos violentos callejeros para reforzar sus planes políticos. Visto ahora adquiere una lógica aplastante, pero el socialista ha ido reuniendo todas las piezas para utilizar las acciones colectivas violentas en su beneficio. 

Sánchez asumió los principios del populismo, un estilo de hacer política que solo se puede analizar desde la perspectiva de la dialéctica amigo-enemigo. El político populista, y Sánchez lo es, entiende la acción pública como una exaltación del conflicto. No busca grandes pactos con el adversario; al contrario, quiere grandes diferencias. Por eso habló de levantar un muro para dejar fuera a la oposición. De ahí que todos los enemigos de su enemigo -el PP y Vox-, se conviertan en su aliado. Lo hizo en 2016 y no pudo, y lo consiguió dos años después. Desde entonces, cualquier cosa, desde los trenes hasta la política exterior, se ha convertido en un conflicto. 

La justificación de problematizar todo es encontrar la paz, la armonía o la justicia. Lo ha hecho con la violencia de género, el clima, la vivienda o el precio de la electricidad, pero también con la guerra en Gaza o la participación en la OTAN. En su esquema caben de igual manera las tragedias. Es el caso del covid-19, la dana o los incendios de este verano. No hay lugar para la política de Estado en la mente del que piensa que únicamente el conflicto puede justificar su poder. 

El lenguaje es otro campo de batalla, no para el arreglo o la convivencia, sino para la trifulca. Quiere bronca, y que las palabras sean piedras que se lance la gente. Ahí está su empeño doméstico, porque con el alemán Merz no se atreve, en que se diga aquí «genocidio» cada vez que se hable de Israel. No hay debate posible ni libertad para hablar o definir. En su paroxismo, Sánchez ha aceptado la violencia de la extrema izquierda contra los israelíes para demostrar ese conflicto que justifica su permanencia en el poder.

Es así como el político populista crea el conflicto hablando de paz para conservar el poder. La paradoja, como vemos, es que su acción de gobierno en lugar de conseguir la paz ha aumentado la polarización social. Está en la casuística histórica. Lean El realismo político, de Pier Paolo Portinaro. La tranquilidad no le interesa a un dirigente del perfil de Sánchez porque pierde su razón de existencia, su motor de poder. Quiere bronca. Piensen en las portavoces del Gobierno que hemos tenido con Sánchez: todas salen a insultar a la oposición, no a anunciar las medidas que ha decidido el Consejo de Ministros.  

«El conjunto de violencias que practica el sanchismo es una estrategia para neutralizar al enemigo y permanecer en el poder»

En el manual de resistencia del gobernante que encarna Sánchez cabe el uso de la violencia. Lo escribió Wright Mills: «Toda la política es una lucha por el poder; y el último género de poder es la violencia». Pensemos que todo gobierno descansa en la opinión, y cuando pierde ese apoyo y se resiste a perder el poder, echa mano de cualquier resorte. Esto es especialmente grave, como dijo el resucitado Montesquieu, cuando un gobierno tiende a la tiranía, como el nuestro, y en el momento en que se siente más débil, que es ahora. Y si no, ¿qué hace Zapatero suplicando a Puigdemont que apoye los presupuestos generales del Estado, que llevan paralizados desde 2023?  

La violencia política se ejerce de muchas maneras. No solo es tirar vallas a la policía en la vuelta ciclista, o hacer escraches a los políticos de la oposición sin poner garantías policiales, es el lenguaje obligatorio, la cancelación cultural, la alegría por el asesinato de un conservador en EEUU, la manipulación desde RTVE, la deslegitimación de la oposición, el desprecio al otro, el engaño y la mentira. Este conjunto de violencias que practica el sanchismo es una estrategia para neutralizar al enemigo y permanecer en el poder. 

Podríamos albergar el pensamiento mágico de que esto no puede ocurrir en España o en Europa, que un gobernante es, a fin de cuentas, un hombre sensato, responsable, atado a mil compromisos internacionales que impiden que se salga del carril. Pero Sánchez corre alocadamente por el sendero de la tiranía, huyendo de la posibilidad de dejar el poder. Es ahí cuando la permisividad gubernamental con la violencia hacia la derecha me parece una triste y creíble posibilidad.

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