Illa maravilla, la lucha por la lengua propia
«Imponer una lengua genera rechazo. Suplantar en la escuela a la lengua mayoritaria estigmatiza. Convertirla en cosmovisión centrípeta la condena a la irrelevancia»

Alejandra Svriz
Beatus Illa (tres misas diarias) se confesaba el otro día en el confesionario de La Vanguardia: “Hasta que Puigdemont vuelva y Junqueras pueda ser candidato no habrá normalidad en Cataluña”. Nadie podía dudarlo. Desde entonces ha desplegado una actividad diplomática tan intensa como vergonzante: en Bruselas, enfundado en el maillot de Cerdán para la contrarreloj con Puigdemont. Este, por boca de ganso (y gansa), ya ha anunciado que el otoño del Jerarca Sánchez se aproxima y que las deudas de juego se pagan o… se pagan (de la otra manera).
A Ginebra despachan a Zapatero, a negociar con los talibancitos de Junts. Con la presencia, como garantía de Estado, del palafrenero internacional, el salvadoreño Francisco Galindo. Imagínese el europeo medio informado. Le cuentan que el Gobierno de España, miembro importante de la UE, envía a un expresidente a la extracomunitaria Suiza para pactar la gobernanza del país con un partido regional, dirigido por un prófugo acusado de sedición y malversación, y además bajo mediación internacional. La incredulidad o la carcajada, no hay tercera opción.
Después París. Lugar inmejorable para defender la oficialidad del catalán en Europa. Pregunten, si no, a su anfitriona Anne Hidalgo, que aprendió español gracias al consulado franquista.
Illa lo del catalán lo ve “a tocar”. Pero el canciller Merz le dijo ya a Sánchez en Moncloa que el catalán en Europa para cuando la IA haga gratis las traducciones de “multitudes de nuevas lenguas”. Multitudes.
Y, por último, parada en Madrid: para “recelebrar” la Diada fracasada del 11 de septiembre ante nadie y defender el catalán en los servicios de atención al cliente en toda España. El peor escenario y con los catalanes sensatos de Madrid esforzándose —con acierto— en mimetizarse con el paisaje.

La cruzada lingüística tiene collondris. Illa dixit: “La personalidad política (sic) de Cataluña encuentra su expresión más plástica (resic), más gráfica (trisic) y más explícita en la lengua catalana, en la cultura, pero sobre todo en la lengua”. Si para él la lengua es existencial, también lo será para Sánchez. Pero el debate está viciado desde el principio. La lengua has sido usada desde el pujolismo rampante como arma política de adoctrinamiento. No hay lenguas pròpies sin lenguas impròpies. El declive del uso del catalán, pronto ya al nivel de uso en la calle que tenía durante el franquismo, se explica por la política lingüística de la Generalitat: imponer una lengua genera rechazo. Suplantar en la escuela y la administración a la lengua mayoritaria estigmatiza. Convertirla en cosmovisión centrípeta la condena a la irrelevancia en una sociedad crecientemente compuesta por inmigrantes. Especialmente cuando la próxima gran batalla cultural será esa: inmigración.
Pero el sectarismo es contagiosos entre las élites.
Hasta el bobo útil de Xavier García Albiol pide a los taxistas extranjeros trabajar en catalán y en castellano. ¿Infanta Carlota o Josep Tarradellas? ¿Calvo Sotelo o Francesc Macià? ¿Vía Layetana o Pau Claris? Badalona, último bastión del españolismo y joya de la corona del PP catalán, aprueba con su firma una moción a favor del segregacionista Pacte Nacional per la Llengua. Argumenta cortesía, advierte que el catalán será “residual en la calle” en dos o tres generaciones. Residual acabará siendo el PP en Cataluña, si sigue por esa vía muerta.
Ana Losada lo denuncia: “¡Qué vergüenza Sr. Albiol! De la mano de Òmnium Cultural y Plataforma per la Llengua. Los acosadores de las familias que piden el bilingüismo, los que trabajan por una Cataluña monolingüe y promueven saltarse las sentencias y las leyes”.
Desde Génova intentan desactivar la bomba Albiol. Demasiado tarde. Los votos del PP catalán fluyen ya por vasos comunicantes hacia Vox. Lo alcanzará, lo superará, Así muere el constitucionalismo en Cataluña, mientras Illa hace el trabajo sucio del independentismo, y el independentismo el de Illa. La sociovergencia ha vuelto. Y esta vez para quedarse.
Coda 1) Prosemitismo. Dos grandes de Europa, esta semana han tenido sendas actuaciones en contra del antisemitismo. El canciller Friedrich Merz, tocado con una kipá, en la inauguración de una sinagoga de Múnich, las lágrimas asomándole en los ojos en presencia de la escritora Rachel Salamander, la niña judía que no entendía por qué nadie ayudó a los judíos.
“Durante demasiado tiempo, en la política y en la sociedad hemos cerrado los ojos ante el hecho de que una parte considerable —una parte, pero una parte considerable— de las personas que han llegado a Alemania en las últimas décadas se han socializado en países de origen en los que el antisemitismo es prácticamente una doctrina de Estado y en los que el odio a Israel se transmite a los niños ya en las escuelas.
Desde el 7 de octubre estamos viviendo —ustedes están viviendo— una nueva ola de antisemitismo, con formas antiguas y nuevas, descarada y apenas oculta, en palabras y en hechos, en las redes sociales, en las universidades, en el espacio público.
Quiero decirles lo mucho que me avergüenza esto, como canciller federal de la República Federal de Alemania, pero también como alemán, como hijo de la generación de la posguerra, que creció con el «nunca más» como misión, como deber, como promesa”.
Y el ministro de Estado Manuel Valls, acusando en passant a Sánchez de practicar el “palestinismo electoral”, pronunció un discurso memorable en París, organizado por la asociación Agir Ensemble, criticando implícitamente el inminente reconocimiento de Palestina por parte de Macron ante las Naciones Unidas (mañana lunes, el mismo día que se celebra el año nuevo judío, una provocación).
“Estoy aquí porque ante el sufrimiento de las familias de los rehenes, ante el odio antijudío, ante el odio hacia Israel, solo hay una postura posible: la de la intransigencia, la humanidad y la dignidad” […]
“Desde la noche del 7 de octubre —no tres meses después, ni un año después, sino desde esa misma noche— una ola de odio antisemita y antijudío se ha extendido por nuestro país y por todo el mundo. Esta explosión revela una verdad inquietante: este odio solo esperaba un pretexto para desatarse. En Francia lo sabemos bien, desde principios de la década de 2000. Se acabó el tiempo de la crítica política y argumentada a un gobierno, incluida la que se puede dirigir legítimamente a la actuación de Benjamin Netanyahu. Ahora ha llegado el momento de la radicalización, que convierte a Israel en un Estado paria e impone sus mantras —genocidio, apartheid, colonización— transformados en eslóganes vacíos y repetidos hasta agotar su significado. Miren a España: cuando un gobierno y unos responsables políticos multiplican las declaraciones incendiarias, abren la caja de Pandora”.
Por otro lado, un grupo de valientes intelectuales ha dirigido esta carta abierta a Macron (misiva impensable en la España del activista Sánchez, que alentó hace unos días las acciones violentas antisemitas en la Vuelta a España).
“Señor Presidente de la República,
El lunes 22 de septiembre, en Nueva York, se dispone a reconocer, en nombre de Francia, un Estado palestino.
Nosotros, artistas, intelectuales, empresarios, responsables de asociaciones y ciudadanos, hacemos un llamamiento con todas nuestras fuerzas a la paz en Oriente Próximo. Pero usted mismo había sometido el reconocimiento de un Estado palestino a unas condiciones previas claras para que contribuyera a la paz: en particular, la liberación de los 48 rehenes que aún permanecen retenidos en Gaza y el desmantelamiento de Hamás.
Si Francia se ha abstenido prudentemente de reconocer un Estado palestino desde 1948, a la espera de que se den las condiciones de paz y seguridad mutua, ¿cómo se puede justificar hacerlo ahora, cuando sigue en marcha la guerra desencadenada por la peor masacre antisemita desde el Holocausto? ¿Cómo se puede anunciar esto cuando Hamás sigue reteniendo rehenes? ¿Por qué hacerlo en un momento en que en Francia se recrudece el antisemitismo precisamente con el pretexto de la situación en Oriente Próximo?
Señor Presidente, reconocer ahora un Estado palestino, antes de la liberación de los rehenes y el desmantelamiento de Hamás, no ayudará ni a los civiles palestinos ni a la liberación de los rehenes.
Sabemos que no es su intención, pero un reconocimiento mañana, antes de que se cumplan las condiciones que usted ha establecido, se proclamaría como una victoria simbólica para Hamás, lo que no haría más que agravar el yugo asesino que impone a los palestinos.
Señor Presidente, usted va a anunciar el reconocimiento por parte de Francia de un Estado palestino. Le pedimos solemnemente que, en ese caso, afirme con la misma firmeza que dicho reconocimiento solo entrará en vigor tras la liberación de los rehenes y el desmantelamiento de Hamás.
Solo a ese precio, y únicamente a ese precio, este gesto podrá contribuir a la paz. De lo contrario, sería una capitulación moral ante el terrorismo.”
Lo firman, entre otros, estos justos entre los justos, toute proportion gardée: Pascal Bruckner, Bernard-Henry Lévy, Joann Sfar, Charlotte Gainsbourg, Alain Minc, Raphaël Enthoven…
Coda 2 ) Los dos Charlies. Las sociedades totalitarias son aquellas en las que se fuerzan las autoinculpaciones. El gremio de periodistas de la radio pública (el tablero inclinado de siempre) le hicieron la autocrítica a Guillaume Erner, quien se había permitido pronunciar en la “Matinale de France Culture” un “billete” del siguiente tenor:
«En lo ocurrido con Charlie Kirk, ¿qué diferencia hay con un asesinato político como el de Charlie Hebdo? Una amiga me planteó esta comparación y, cuanto más lo pienso, más válida me parece.» Aunque admite que hay «diferencias, sin duda» entre ambos dramas, Guillaume Erner señaló que el humor de la revista semanal era considerado por algunos como «violento, hostil y amenazante», mientras que Charlie Kirk, aunque algunos le acusaban de propagar el odio con sus ideas, no había «infringido ninguna ley estadounidense y estaba abierto al diálogo, aunque tuviera más de un truco retórico en la chistera».
Y acababa de esta guisa: «La palabra, por dura que sea, no es violencia. No es posible ser Charlie solo por su propio Charlie, es decir, en favor la propia opinión de uno.» Y sentenciaba: «El verdadero Charlie lucha por la opinión del otro y, a partir de ahora, el «yo soy Charlie» debe conjugarse en plural o callarse para siempre».
A las pocas horas, algunos oyentes y el comité en pleno de los periodistas de la cadena pusieron el grito en el cielo por haber osado semejante paralelismo, y no tardó mucho Erner en hacer su mea culpa :
«Si las reacciones son esas, y las he escuchado, es que me he equivocado. Ese artículo fue un error y lo lamento», se retractó. Antes de recordar que se trataba de una «reflexión» y no de un «editorial»: «Pero entiendo que algunas personas puedan pensar que es la opinión de la emisora. Sin embargo, la emisora no ha de tener opinión», subrayó. No obstante, el periodista admitió que «este paralelismo fue torpe a posteriori»: «Lo que quería era plantear preguntas más que dar respuestas. Ha sido un fracaso. Me declaro culpable y pido indulgencia para el locutor matutino que tiene que escribir un artículo cada día y que a veces se encuentra en una situación delicada».
Así, así, así gana Stalin…