The Objective
Juan Francisco Martín Seco

Gobierno sedicioso

«Nos estamos deslizando hacia los planteamientos de las autocracias populistas de América Latina, o de los postulados insumisos de los independentistas»

Opinión
Gobierno sedicioso

Ilustración de Alejandra Svriz.

Durante mucho tiempo, al menos desde mayo de 2018, hemos ido de sobresalto en sobresalto. Todo era insólito. No podíamos creerlo. Con cada acontecimiento pensábamos haber llegado al culmen y que no se podía ir más allá. Comenzó porque un partido socialista con 85 diputados aceptó llegar al gobierno con el apoyo de los que acababan de dar un golpe de Estado y estaban presos o fugados –amén de con los herederos del terrorismo etarra que no solo no lo condenaban, sino que situaban en el centro de su acción política conseguir la liberación de sus presos– y de todos los demás partidos que confesaban querer deteriorar o destruir el Estado.

A partir de ahí vinieron los indultos y las modificaciones del Código Penal para eliminar el delito de sedición y reducir la pena del de malversación. Más tarde, el copar todas las instituciones, después la amnistía, las reuniones en Suiza con un moderador experto en guerrillas, el catalán en el Congreso, la condonación de deuda, la financiación singular y muchas cosas más. Se hizo presente el reino de lo insólito.

Pienso, no obstante, que se está produciendo en la opinión pública española una mutación radical. Al hacerse realidad lo que creíamos que no podía ser, todo comienza a parecernos normal; nos estamos acostumbrando a convivir con un sistema democrático en el que todo es posible. De cara al futuro, estamos resignados a que políticamente cualquier cosa pueda suceder. Tenemos la certeza de que Sánchez está dispuesto a lo que sea con tal de permanecer en el Gobierno. No tiene ningún inconveniente en adentrarse por la senda del populismo de los autócratas americanos.

Así ha ocurrido cuando el domingo día 14, el Gobierno ha alentado y protegido las acciones de fuerza y violencia encaminadas a suspender la vuelta ciclista a España. Vaya por delante que me pongo a la cabeza de la manifestación si se trata de condenar pacíficamente la masacre que está cometiendo Netanyahu en Palestina. He firmado todos los manifiestos que me han presentado en esa línea. Considero una vergüenza que eso que llaman comunidad internacional lo consienta.

Bien es verdad que deberíamos abandonar ese buenismo de creer que fuera de los Estados Nación existe alguna legalidad que tenga eficacia en la práctica. Baste recordar que Rusia, EEUU, China, Gran Bretaña y Francia –los ganadores de la Segunda Guerra Mundial– son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, con derecho a veto. Es fácil de comprender que muy pocos acuerdos verán la luz. Si no son vetados por EEUU, lo serán por Rusia, o si no por China. En el orden internacional únicamente existen negociaciones, equilibrios de fuerzas, imposiciones del más poderoso, etc. Todo lo demás es cháchara para justificar lo previamente decidido o acordado.

«Netanyahu y Trump tienen ya pactado desplazar a la población autóctona de Gaza y quedarse con el territorio»

Las imágenes que salen por televisión son suficientemente expresivas de las atrocidades que Israel está cometiendo con Palestina, reaccionando de forma totalmente desproporcionada a la barbarie terrorista de Hamás. Con muy pocas excepciones, la condena, con mayor o menor intensidad, es unánime a nivel nacional e internacional. Nada se puede decir más que alabanzas de aquellos que, llevados por una santa indignación, salieron a la calle a manifestarse pacíficamente en contra de la masacre y quisieron aprovechar un acontecimiento con visibilidad internacional –estaban presentes todas las televisiones– para expresar su rechazo a lo que consideraban un horror.

Eso es así, a pesar de que se piense que las manifestaciones van a servir de muy poco. Por desgracia, la suerte está echada. Se va a producir el mayor de los asentamientos, podríamos decir que el padre de todos ellos. Netanyahu y Trump tienen ya pactado desplazar a la población autóctona de Gaza, quedarse con el territorio y construir un gran resort turístico, la «Riviera de Oriente Medio». La primera vez que Trump lo dijo nos pareció una bufonada, pero cuidado con los payasos. Va consiguiendo casi todo lo que había planteado, y si no que se lo digan a Europa. Maduro también es un payaso y no hay quien le mueva el asiento.

Volviendo a la manifestación del domingo 14, incluso es explicable –no justificable– que ésta y la defensa de los palestinos sirviese de excusa a grupos o movimientos violentos para cometer un sabotaje, interrumpiendo y obligando a suspender una competición internacional. Actuaciones de este tipo se han producido otras muchas veces. La diferencia en este caso es que han conseguido su objetivo; no por mérito suyo, ni siquiera por incompetencia de las autoridades, sino por la complicidad y estímulo de un gobierno que los ha jaleado y justificado.

Cuando desde el poder se alientan y se defienden las actuaciones violentas y de fuerza al margen de la legalidad y del orden establecido, es que nos estamos deslizando hacia los planteamientos de las autocracias populistas de América Latina, o de los postulados insumisos de los independentistas. Acordémonos del apreteu, apreteu de Torra, animando a las masas a la subversión cuando era ya presidente de la Generalitat. El doble juego es propio de todas las dictaduras. Me viene a la memoria una anécdota, no sé si cierta o inventada, de los primeros tiempos del franquismo.

«A Sánchez y a sus ministros los palestinos les importan un comino, y utilizan su desgracia para dividir a la población española»

El régimen, (parece que igual que ahora Sánchez), pretendía extender una cortina de humo que tapase los miles de hechos y situaciones negativas que le acechaban y que dirigiese la protesta hacia el enemigo exterior, en este caso la pérfida Albión que se negaba a devolvernos Gibraltar. En cierta ocasión que los manifestantes rodeaban la Embajada de Gran Bretaña reclamando la devolución del Peñón, Serrano Suñer, llamó al embajador inglés, ofreciéndole más policías, a lo que este le contestó: «Muchas, gracias excelencia, pero es suficiente con que me mande menos manifestantes».

Lo peor de todo esto, es que a Sánchez y a sus ministros los palestinos les importan un comino, y utilizan su desgracia políticamente para dividir de forma artificial a la población española, al tiempo que les sirve de cortina de humo para tapar todos esos asuntos que les colocan contra las cuerdas. Es difícil creer otra cosa cuando entregaron el Sáhara y los saharauis a Marruecos sin despeinarse lo más mínimo.

Sánchez, al regreso de sus vacaciones, después de estar prácticamente ausente de los incendios, venía con una idea fija: utilizar para sus intereses la guerra de Gaza. Por eso convocó inmediatamente y con toda solemnidad una declaración institucional, tal como lo llaman ahora, que es tan solo una mesa redonda, pero sin preguntas, en la que iba a comunicar nuevas medidas contra Israel.

En realidad, la montaña parió un ratón, puesto que lo anunciado tan enfáticamente se quedaba en nada. Carecía de todo nuevo contenido. La mayoría de las normas, mejor o peor, ya se estaban aplicando. La medida estrella era la aprobación urgente de un real decreto ley que consolidase el embargo de armas a Israel. El anuncio sí fue urgente, pero, la aprobación no tanto, porque se notificó con toda la precipitación, sin ningún análisis y sin considerar los problemas que conllevaba. Era claro que los resultados eran lo de menos, lo que importaba era la representación, el relato y el postureo.

«Este Gobierno ha venido diciendo que había suspendido la compra y venta de armamento a Israel. Otra cosa es que se haya llevado a cabo»

Además, es que esta medida es totalmente innecesaria. El Gobierno puede manejar el comercio exterior como crea necesario y no precisa de ninguna ley para ello. Es suficiente con un decreto o una instrucción administrativa. De hecho, Rajoy suspendió en 2014 el comercio de armas con Israel como respuesta a su acción en Gaza, mediante una decisión de la Junta Interministerial reguladora del comercio exterior en materia de defensa. Eso sí, se tuvo la consideración de consultar con la oposición, como es lógico, (excepto con Sánchez), en medidas tan serias de política exterior.

Este Gobierno ha venido diciendo todo este tiempo de atrás, sin haber aprobado ningún decreto ley, que había suspendido la compra y venta de armamento a Israel. Como mínimo, desde octubre del 2023. Otra cosa es que se haya llevado a cabo por completo, porque el problema no es legal, sino de instrumentación técnica. Igual ha ocurrido con el decreto. Después de anunciado, comenzaron a surgir las dudas, y no hubo más remedio que asumir el ridículo de posponer varias veces la aprobación por el Consejo de Ministros.

En la época de la globalización, con fuertes conexiones mercantiles entre todos los países, no es fácil de la noche a la mañana establecer vetos comerciales a algún o algunos países. La prueba más palpable son las relaciones comerciales que los países europeos mantienen con Rusia, después de casi cuatro años de guerra continuamos comprándoles suministros. En realidad, cada vez que la Comisión anunciaba medidas económicas contra el agresor, algunos no echábamos a temblar, en el convencimiento de que los primeros afectados negativamente podían ser los países europeos.

La ocurrencia de aprobar un decreto ley no obedece a ninguna necesidad jurídica, sino a la conveniencia política de Sánchez de dar a la medida un halo de prosopopeya, y quizás también a una finalidad más pérfida: la de provocar a la oposición, poniéndoles en la tesitura –lo que realiza a menudo– de tener que aprobarlo en bloque, sin poder añadir ni quitar nada o que, de lo contrario, el Gobierno les acuse de cómplices de Israel.

«Sánchez tiene que crear la división ya que es en lo que está basado desde el principio su Gobierno»

El sanchismo intenta con este asunto, como con todos, forzar la polarización. No importa que en este tema haya prácticamente unanimidad no solo en la población, sino en las formaciones políticas. Sánchez tiene que crear la división ya que es en lo que está basado desde el principio su Gobierno, y lo que le resulta políticamente rentable.

En esta ocasión, el teórico enfrentamiento adquiere la forma de un vodevil. Lo enmarcan nada menos que en estar en la parte buena o mala de la historia, y la línea divisoria en pronunciar o no pronunciar una palabra «genocidio». No vale ni crímenes de guerra, o de lesa humanidad, masacre… Tiene que ser «genocidio». Eso, claro está, desde hace dos días que comenzó a usarla Sánchez. Porque antes le recriminaron a la ministra de Defensa que la empleara. Sánchez tiene predilección por la Historia. Nada más ser nombrado presidente del Gobierno, en su conversación con Maxim Huerta a propósito de su renuncia, lo único que le preocupaba, en su megalomanía, era saber cómo le trataría la Historia.

Lo peligroso de todo esto, es que los medios de comunicación social, incluso los que no son sanchistas, han interpretado que en este affaire, Sánchez había ganado el relato y que había puesto a la oposición contra las cuerdas. Esto es, que como decía al principio del artículo la opinión pública considera normal, incluso  loable y  meritorio, que desde el Gobierno se estimulen y aplaudan la violencia y las algaradas callejeras en contra del orden público. Es decir que se pueda ser al mismo tiempo gobierno y sedicioso. Todo puede suceder en el futuro.

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