Leer a los clásicos para salir de esta
«Ahora todo lo que podría tratarse como una ‘crisis’ a la que enfrentarnos con mayor o menor dificultad, se transforma en una ‘catástrofe’ en la que nos lo jugamos todo»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Bertrand de Jouvenel (1903-1987) fue un periodista, escritor y politólogo francés cuyos escritos posteriores a la Segunda Guerra Mundial (empezando con Sobre el poder, 1945) resonaron con fuerza en el mundo académico y político de su época, por su aproximación novedosa al estudio del creciente poder del Estado moderno en el siglo XX. Curiosamente, sus libros tuvieron inicialmente más repercusión allende los mares, en los Estados Unidos, en varias de cuyas universidades más prestigiosas Jouvenel impartió lecciones magistrales durante buena parte de los años 50. Y es que nuestro autor tenía mala prensa en su país natal, en razón de un pasado político muy controvertido en los convulsos años treinta. Con todo, Jouvenel supo enmendar pronto su biografía y ganar un prestigio también en su propio país, llegando a contar con el reconocimiento de Raymond Aron (1905-1983), baluarte del liberalismo francés, que lo consideraba «uno de los dos o tres mejores pensadores políticos de su generación».
Pero no se asuste el lector, que esta columna no va de lecciones magistrales en filosofía política. Esto va de que el que suscribe acudió a primeros de mes a un seminario del Instituto Aspen en Francia que llevaba por título El futuro de la gobernanza: libertad, democracia y los usos del poder. Y entre las lecturas que formaban parte esencial del seminario, de textos clásicos y no tan clásicos, había una de Jouvenel. El Instituto Aspen se fundó en 1949, en medio de las Montañas Rocosas y en la estela de los horrores de la Segunda Guerra mundial, con la premisa mayor de que las decisiones que las personas toman en el mundo de la empresa o del servicio público son «decisiones morales y no solo técnicas».
A través de seminarios como éste, Aspen pretende que desde todos los ámbitos de la sociedad se reflexione conjuntamente «sobre los valores que guían nuestras vidas» y que rigen el desempeño de nuestras responsabilidades. José Ortega y Gasset formó parte, entre otros intelectuales de la época, del «equipo» fundacional de Aspen y a día de hoy la fundación Aspen Institute España promueve estos ideales bajo el lema «construir juntos el bien común».
Del bien común nos habla Jouvenel en sus escritos, y nos dice que es un «concepto muy poderoso, si bien con un contenido poco definido». Esta indefinición, junto con la «variedad de voluntades y deseos personales», dan lugar a desacuerdos que se convierten en la esencia misma de la actividad política. Lo complicado, sentencia Jouvenel, es que los problemas de que se ocupa la política «no tienen solución», en el sentido de que «no existe un algoritmo (¡sic!) a través del cual se llegue a una solución que disuelva el problema». Y en ausencia de una solución solo nos queda a mano el acuerdo entre las partes, que no satisface a ninguna por completo.
Por lo tanto, «la política es conflicto» y la pregunta importante es «de qué tipo de conflicto estamos hablando». Esto lo escribía Jouvenel en 1963 (¡lo del algoritmo también!) en su libro La teoría pura de la política. Y al responderse a la pregunta sobre «de qué tipo de conflicto estamos hablando», nos dice que la única forma de que el conflicto político respete unas reglas de juego pacíficas es que «las apuestas se mantengan dentro de límites moderados». Porque si el juego político cae en la tentación de las «apuestas desmesuradas», lo más seguro es que el conflicto de la política deje de ser pacífico para convertirse en violento.
«La práctica de las formas corteses en política es casi una condición necesaria para preservar las reglas de un juego político pacífico»
Aquí Jouvenel nos recuerda que la práctica de las formas corteses en política es casi una condición necesaria para preservar las reglas de un juego político pacífico. Y nos avisa de que es muy fácil quitarle importancia a las buenas maneras a la hora de hacer política, pero que al mismo tiempo la historia nos demuestra cómo el abuso de las formas inciviles puede desembocar en acciones de la misma naturaleza. ¡Cómo de vigentes y de esclarecedoras son las palabras de Jouvenel!
Entonces uno se pregunta qué ha pasado en el mundo occidental para que el juego político de «apuestas desmesuradas» haya ganado tanto terreno en los últimos 15 años. Parece que ya no fuera de aplicación la fórmula clásica de que, en los países ricos como el nuestro, lo más racional sería dirigir la acción política a la mejora sostenida y gradual de nuestras sociedades, buscando la optimización de las maneras con las que construimos el bien común. Parece que se hubiera desvanecido «la esperanza, o la convicción, de que encontraríamos juntos algún algoritmo» que resolviera nuestros problemas.
Ahora resulta que todo lo que podría tratarse como una crisis a la que deberíamos poder enfrentarnos con mayor o menor dificultad, se transforma en una catástrofe en la que nos lo jugamos todo: desde el fenómeno migratorio hasta el calentamiento global, pasando por… complete el lector esta frase. Pero en los seminarios del Instituto Aspen no se ha desvanecido esta esperanza y mantienen la convicción de que, a través de la conversación –y ya en palabras de Jouvenel– «podremos encontrar algún algoritmo en común que dé una respuesta clara a la misma cuestión que inquieta a mentes diferentes».