The Objective
Santi González

Solo faltaba Zarrías

«Era la mano derecha de Chaves, y se le recuerda como el senador que contribuyó a aprobar la ley del IRPF votando por sí y por sus compañeros con manos y pies»

Opinión
Solo faltaba Zarrías

El exconsejero de presidencia de la Junta de Andalucía, Gaspar Zarrías, durante el juicio por el caso ERE, en 2018. | Jesús Prieto (Europa Press)

Cada vez que oigo una cierta canción de Joaquín Sabina se me antoja que está describiendo por agregación el abigarrado y estrambótico microcosmos del sanchismo: «Marcadores de paquete/ en la cola del retrete/ escritores que no escriben/ vividores que no viven/ jet de pacotilla/ directores que no ruedan/ más chorizos que en Revilla/ Con corbatas de seda…» No hay manera de describir con lógica y algún orden el ejercicio del mando por esta tropa, que estaba delinquiendo ya al tiempo que Pedro Sánchez y José Luis Ábalos planteaban en el Congreso de los Diputados la moción de censura contra Mariano Rajoy con el encomiable propósito de eliminar de la vida política española la corrupción y rescatar la regeneración. Sánchez espetaba al portavoz del PP que en Alemania, un modelo de limpieza, cuando se descubría que un ministro había plagiado su tesis, se le obligaba a dimitir.

Y efectivamente a Angela Merkel le dimitieron tres por esa causa. El secretario de Organización del PSOE sentenció que «Rajoy no pasará a nuestra historia democrática como un buen presidente, ha hundido hasta límites insospechados la dignidad de la sede que ocupa»… «Esta es una moción de censura para recuperar la dignidad de nuestra democracia», explicó el tipo que se pagaba las putas con una equitativa derrama entre los contribuyentes españoles.

Y ahí lo tenemos siete años después imputado por el Tribunal Supremo, que ha encontrado indicios de delitos de pertenencia a organización criminal, cohecho, tráfico de influencias y malversación, cuatro delitos que caso de ser probados en la vista que se le siguiera podrían suponerle hasta 22 años de cárcel. 

Tenía razón el expresidente Aznar al decir que estamos gobernados por una ineptocracia corrupta, aunque en el capítulo de la incompetencia no se le pueda cargar todo al PSOE y haya que repartir los méritos con sus socios de Gobierno, pongamos que hablo, solo a título de ejemplo, de Irene Montero y sus jurisconsultas o de Yolanda Díaz y cualquiera de las cosas de las que se ocupe.

La corrupción propiamente dicha rodea al presidente del Gobierno por todas partes: por su familia, (las cinco imputaciones delictivas de su mujer y las cuatro de su hermano), las de su partido, empezando por Ábalos y siguiendo por quien le sucedió en la Secretaría de Organización, ya en la cárcel; por la fontanera Leire Díez y el portero de puticlub contratado como hombre para todo. Tres de los citados fueron compañeros de Sánchez en la reconquista de España a bordo del Peugeot: Ábalos, Cerdán y Koldo Gª Izaguirre. Y en lo más alto de las instituciones, el fiscal general del Estado, procesado por el Tribunal Supremo y a punto de banquillo por un delito de revelación de secretos. No hay quien dé más. Bueno, sí, la teniente fiscal del Supremo, Ángeles Sánchez Conde, es la número dos del procesado en el Ministerio Público y reclama la absolución de su jefe en el juicio que le espera ante el Supremo.

El honesto Ábalos se quejaba razonadamente de que estaba nombrando continuamente a altos cargos que cobraban más que él, por lo que le fue adjudicado un sobresueldo de 800.000 euros que percibía en concepto de gastos durante los 30 últimos meses, a razón de 27.000 euros mensuales, según contaban aquí mismo Ketty Garat y Teresa Gómez. Cada vez que se escarba un poco sale un hilo más del que tirar, otro concepto, otro personaje de esta enmarañada trama corrupta que siempre carga con una mochila biográfica a tono. Acaba de volver a la superficie un viejo héroe del socialismo español: Gaspar Zarrías, a quien el PP quiere imputar por financiar a Leire. Era la mano derecha de Chaves, y se le recuerda como el senador que contribuyó a aprobar la ley del IRPF votando por sí y por sus compañeros con manos y pies. No fue el único, claro. 156 senadores socialistas emitieron 177 votos.

Le venía de familia. Su abuelo, Gaspar Zarrías Moya, fue fusilado en la cárcel de Andújar en mayo de 1940. El periodista Román Orozco lo contó así en El País: «Gaspar Zarrías Moya fue fusilado hace 70 años en la cárcel de Andújar. Su nieto, Gaspar Zarrías Arévalo está siendo verbalmente fusilado ahora». «Su delito era haber sido elegido alcalde democráticamente durante la República», añadió con más voluntad que acierto: no había tal. El abuelo Zarrías fue elegido efectivamente alcalde de Cazalilla y eso pudo ser constitutivo de condena en el franquismo, pero no lo fue. Resultó que la hija de Zarrías tenía un novio falangista, Juan Godoy, que había sido condenado a muerte en diciembre de 1936 junto a un hermano suyo. Zarrías los cambió por dos dobles de luces a los que hizo fusilar en su lugar, mientras liberaba a los hermanos Godoy que se dieron a la fuga. En 1939 fue nombrado alcalde Miguel Cristino, hijo de uno de los fusilados por orden de Zarrías. Eso fue todo. Y era mucho.

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