Nuestros Charlie Kirk
«Los actuales seguidores de los asesinos de Gregorio Ordóñez, no sólo no han sido censurados por los ‘zapaterosanchistas’, sino que son ahora sus aliados más fieles»

Ilustración de Alejandra Svriz
El pasado 10 de septiembre, el activista político norteamericano Charlie Kirk era asesinado en el recinto de una Universidad del Estado de Utah, mientras participaba en un acto en el que hablaba y debatía con alumnos de esa Universidad.
Charlie Kirk era muy conocido en Estados Unidos como defensor de las ideas conservadoras y el cristianismo y como seguidor de Donald Trump, y tenía muchísimos seguidores. Defender esas ideas supone, como todo el mundo sabe, oponerse a los dogmas del wokismo, que era lo que hacía este joven de 31 años.
Charlie era blanco, estaba casado con una mujer desde hace cuatro años, tenía ya dos hijos y, encima, era cristiano y lo declaraba públicamente. O sea, tenía todas las características para que los inquisidores de la religión woke la tuvieran tomada con él.
Así que parece que un siniestro joven, que se había imbuido de todas esas basuras que predican en muchas universidades norteamericanas (y no sólo norteamericanas), le pegó un tiro en el cuello y acabó con su vida.
Este crimen ha sacudido la vida política estadounidense, pero no sólo. Todos los países democráticos, en los que debe regir sin fisuras la libertad de expresión y en los que no puede tener cabida ninguna forma de violencia, ha tomado conciencia de la barbaridad que supone que a una persona que usa esa libertad para defender unas ideas y para criticar otras de manera civilizada y limpia la asesinen.
«En la democracia no puede tener cabida nunca ni la menor manifestación de violencia frente a la libertad de expresión»
Por supuesto que Trump y todo el Partido Republicano, con los que coincidía en sus ideas y principios y a los que defendía en sus intervenciones, han condenado este crimen y han ensalzado la personalidad y la trayectoria de Charlie Kirk como defensor de unos principios, que son los fundamentales de la civilización y la cultura occidentales.
Pero no sólo ellos, todo el Partido Demócrata y sus líderes, los rivales eternos de los Republicanos, han salido en tromba a condenar esta barbaridad. Por cierto, que uno de los demócratas que ha reaccionado con más energía contra este crimen ha sido Bernie Sanders, que es conocido por ser el más izquierdista de todo ese Partido. Y es que en la democracia no puede tener cabida nunca ni la menor manifestación de violencia frente a la libertad de expresión.
Este vil asesinato me ha recordado el que ETA cometió en San Sebastián el 23 de enero de 1995 contra otro joven, Gregorio Ordóñez, que se había dado a conocer por su defensa de las ideas y los principios constitucionales españoles, dentro del PP, frente a los totalitarios y criminales etarras y sus seguidores.
Y al acordarme de cómo unos totalitarios como los etarras, parientes no muy lejanos de los wokistas de hoy, asesinaban a una persona que utilizaba la palabra para criticarles y para intentar que los ciudadanos tomaran conciencia de lo que estaba pasando, me he acordado de la muy diferente manera en que la izquierda española reacciona y sigue reaccionando ante la violencia.
«En los medios no se produce una reacción que debería ser radical contra los totalitarios, empezando por su líder, el autócrata Sánchez»
Porque nadie puede olvidar ni un instante que los actuales seguidores de los asesinos de Gregorio Ordóñez y de otros centenares de víctimas como él, similares al criminal que ha acabado con la vida de Charlie Kirk, no sólo no han sido censurados por los zapaterosanchistas, sino que se han convertido en sus aliados más estrechos y fieles.
Parece increíble, pero es así.
Como increíble me parece que más de siete millones de ciudadanos españoles sigan votando a un partido que se alía con los sucesores de los que han asesinado a casi mil españoles. Por no hablar de los tres millones que lo hacen por un partido que, sin vergüenza, se presenta como comunista, es decir, como totalitario y enemigo de la libertad. Cuando, además, comprobamos que en los medios de comunicación no se produce una reacción que debería ser radical contra los totalitarios, empezando por su líder máximo, el autócrata Sánchez.
Al contemplar lo que pasa hoy en España y compararlo con la reacción que este crimen ha tenido en Estados Unidos, llego a la conclusión de que la labor que tenemos por delante los amantes de la libertad es ingente.