The Objective
Pilar Cernuda

En junio estábamos muertos...

«Pocos españoles ven al presidente como alguien que soluciona problemas y pone a España en un pedestal. Por eso es tan irritante esa imagen de Pedro el Magnífico»

Opinión
En junio estábamos muertos…

Ilustración de Alejandra Svriz.

Piensa el ladrón que todos son de su condición. Estamos viendo en el escenario político el mismo tipo de mañas para descalificar a los contrarios, lo que indica que unos y otros andan escasos de ideas, de imaginación.

El  debate sobre la guerra de Gaza y si es o no un genocidio de Israel contra el pueblo palestino,  considera el PP -y no es el único-  que forma parte de la estrategia de Moncloa para que pase a segundo plano el asunto que más  incomoda al presidente  en este momento, las comparecencias judiciales de su mujer y de su hermano, con  fecha fijada  para dar explicaciones en los tribunales sobre los casos de presunta corrupción que les afecta.

A sensu contrario, defiende el Gobierno que el problema de las pulseras antimaltrato, convertido en escándalo por la torpeza de la ministra Redondo, lo exagera el PP para que pase a segundo plano un asunto que preocupa a Feijóo en estos tiempos de clima preelectoral: la comparecencia de Alberto González Contador ante el juez para dar explicaciones sobre su presunto delito fiscal.  

Cada uno se las arregla como puede cuando vienen mal dadas, pero hay que reconocer que en esta contienda política la situación del presidente de Gobierno es más complicada que la de la presidenta madrileña: Begoña Gómez y David Sánchez están imputados por supuestos delitos cometidos aprovechando su parentesco con el jefe de Gobierno; los presuntos actos delictivos de Alberto González Amador se produjeron cuando ni siquiera conocía a Díaz Ayuso.

Retomando la guerra de Gaza, es evidente que Hamás está utilizando a mujeres, ancianos y niños como escudos humanos, y es evidente también que Hamás empezó la guerra con un ataque inmisericorde a población civil en el atentado más grave sufrido por Israel desde el Holocausto, más de mil víctimas mortales y secuestro de  250 personas.  Hamás violó, torturó y asesinó salvajemente. Que nadie presente a Hamás como un movimiento de liberación nacional, la propia Autoridad Nacional Palestina lo considera grupo terrorista.

«No cometamos el error de identificar a los israelíes con la brutal actuación de Netanyahu en esta guerra infame»

Israel, sin embargo, no tiene justificación en su respuesta. O más que Israel, su Gobierno, no cometamos el error de identificar a los israelíes con la brutal actuación de Netanyahu en esta guerra infame. Cada vez se agranda más el número de israelíes que habiendo apoyado a Netanyahu en sus sucesivos gobiernos, hoy abominan de su actuación infame en Gaza y se manifiestan a diario para expresar el rechazo a su Gobierno y a la indiferencia ante el destrozo humano. Prioriza el objetivo de reducir a cero una Franja que, como pretende Trump, busca convertir en un destino turístico de lujo.  Operación inaceptable cuando parte de un despreciable origen.

Dicho esto, en su conferencia en la universidad de Columbia, el presidente español nos ha escandalizado a unos cuantos. Se presentó como adalid y defensor de la libertad de expresión -vaya cara-, presumió de su política de inmigración -si de algo no puede presumir es precisamente de sus iniciativas en ese sentido- y llegó al despropósito cuando torpemente hizo un paralelismo entre Hamás y ETA.

ETA es, o fue, una organización terrorista, cruenta, con casi mil asesinatos en su haber y centenares de heridos -también por eso es tan doloroso ver ahora a sus defensores como socios del Gobierno- es un despropósito que Pedro Sánchez se exprese ante los estudiantes de Columbia en esos términos, y se permita sugerir que para acabar con Hamás hay que aplicar la misma metodología que se utilizó contra ETA, justicia y diplomacia.

Pedro Sánchez, uno de los pocos españoles que no es consciente de cómo está desprestigiando a España con iniciativas escasamente democráticas, como ocurre con su denostado Donald Trump, sigue presumiendo de gobernar con una eficacia que es asombro del mundo. No llega -todavía- a declarar que merece el Nobel, pero todo se andará si mantiene esa postura tan llamativa de dar lecciones a todo el mundo sobre cómo se deben hacer las cosas en política.  

«Sánchez será adalid de progresismo, pero no consigue sacar adelante ni una sola de sus iniciativas parlamentarias»

Será adalid de todo, de progresismo, vanguardia, cifras económicas y una política exterior que marca camino al resto de miembros de la UE, pero no consigue sacar adelante ni una sola de sus iniciativas parlamentarias. Lo que indica que el capítulo de aciertos lo lleva mal, y su imagen internacional no anda muy allá. Ha pasado de ser el gobernante europeo al que casi todos le bailaban el agua, no solo por su encanto personal – que lo tiene cuando quiere- a ser tratado como si solo aportara problemas a la necesaria unidad europea.

Ninguno de los partidos que le apoyan pasarán a la historia como impulsores de grandes hechos. Algunos de sus ministros/as parecen desecho de tienta. Empezó hace años con media docena de figuras que daban a entender que en Moncloa había un equipo capaz de hacer bien las cosas, pero pronto se demostró que la realidad era cruda: aquellos que entusiasmaron de primeras se cargaron su trayectoria anterior con una admiración al líder, una sumisión, rayana en la abducción. El espejismo inicial acabó en nada, con nuevas incorporaciones de trayectoria tan irrelevante que no habrían sido ni subdirectores generales en ninguno de los gobiernos anteriores.

Por eso es tan irritante esa imagen de Pedro el Magnífico que se gasta el presidente de Gobierno. Por ahí fuera quizá engañe a algún estudiante poco leído o a un gobernante de su misma cuerda. Pero son pocos los españoles que ven a su presidente como alguien que soluciona problemas, nos saca de pobres y coloca a España en un pedestal.

Yolanda Díaz ha dicho una verdad como un templo: «En junio casi todo el mundo nos daba por muertos -los sanchistas, se entiende- y ahora estamos peor». Pena que fuera un lapsus lingüístico, porque la vicepresidenta de Gobierno por una vez había acertado.

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