The Objective
Jasiel-Paris Álvarez

A Charlie Kirk lo ha matado Donald Trump

«En una semana, la derecha ‘woke’ ha superado las cifras de despidos, acoso, revelación de identidad y señalamiento que la izquierda ‘woke’ logró en una década»

Opinión
A Charlie Kirk lo ha matado Donald Trump

Ilustración de Alejandra Svriz.

Esta semana ha sido el funeral de Charlie Kirk, que ha sido convertido por Trump en un macro-evento mitad mítin electoral con fuegos artificiales, mitad tele-prédica protestante-evangélica, con todo lo que más le gustaba a Cristo: grandes banderas, muchas pistolas, duras amenazas contra el prójimo («la izquierda», «el LGTBQ», los «ilegales») y discursos contra el perdón y la «otra mejilla», recomendando mejor la venganza y el «ojo por ojo».

Lo más bello que se puede decir de Kirk en estos días de despedida es que, pese a lo polémico de sus ideas, siempre estuvo dispuesto a debatirlas ante los demás, reconociéndoles puntos de razón y deseándoles el bien. Un legado que Trump finiquitó con su discurso fúnebre: «Charlie no odiaba a sus oponentes, quería lo mejor para ellos… ahí es donde estamos en desacuerdo: yo sí odio a mis oponentes y no quiero nada bueno para ellos, lo siento mucho». La primera muerte de Charlie Kirk la produjo una bala en su garganta, su segunda muerte provino de la garganta de Trump. Con estas palabras quedó enterrado Kirk y también el último resquicio de buena voluntad en las derechas yanquis.

En manos de Trump, el legado de Kirk (férreo luchador contra la cultura de la cancelación) es una persecución a lo largo de todo el país de decenas de profesores, periodistas y cualquier ciudadano que se haya alegrado de la muerte de Kirk (los menos) o se haya atrevido a criticar su figura en tan mal momento (los más). En una sola semana, la derecha woke ha superado las cifras de despidos, acoso, revelación de identidad y señalamiento que la izquierda woke logró en toda una década. Mal juego el de las izquierdas estos años tonteando con listas negras, reglamentos anti-periodistas e incluso violencia política y fantasías guerra-civilistas… la evidencia histórica sugiere que las derechas saben ganar ampliamente en todas esas ligas.

Con el sepelio se han soltado los lastres kirkianos del «conservadurismo clásico» y queda ya únicamente la despiadada falta de caridad del trumpismo, caracterizado por –según mi compañero Ricardo Dudda– «una crueldad sin matices ni medias tintas que ya no es daño colateral, sino objetivo principal», buscando -por ejemplo- «no solo expulsar a inmigrantes, sino humillarlos de formas inhumanas». Ante una izquierda poscristiana (que se alegra de la muerte de un adversario y ha olvidado pedir perdón) surge una derecha pseudocristiana, cristiana in name only (solo en nombre), pero en realidad radicalmente contraria al Evangelio.

«Esta izquierda y esta derecha, supuestamente tan contrarias, se hacen una misma pregunta bíblica: ¿por qué debo amar a mi enemigo?»

Esa izquierda se pregunta por qué debería lamentar la muerte de alguien que «sembraba el odio» (xenófobo, tránsfobo y todos los fobos). Y esa derecha se pregunta -el propio Charlie Kirk lo hacía- qué tontería es esa de la empatía: ¿no es una cosa de débiles?, ¿cómo voy a tener empatía con quien quiere destruirme, o con quien no pertenece a mi civilización? Esa derecha pseudo-cristiana que condena la empatía, tras el crimen se escandaliza ahora de que la izquierda poscristiana no les muestre tal empatía. Esta izquierda y esta derecha, supuestamente tan contrarias, son en realidad dos voces que se hacen una misma pregunta bíblica: ¿por qué debo amar a mi enemigo?

Tucker Carlson (periodista del trumpismo) afirmó -exageradamente- que Kirk le recordaba a Cristo: ambos asesinados por decir la verdad. El comentario, por cierto, fue condenado por el lobby sionista, que considera antisemita citar el Nuevo Testamento (1 Tesalonicenses 2:14). No les gusta leer que «gente de un pueblo en concreto» crucificó a Cristo. ¡No se puede saber qué pueblo fue!, quizás fueran los iraníes, quizás los norcoreanos. Da que pensar: no han reconocido ni eso desde hace dos mil años, como para reconocer el genocidio en Gaza. Pero volviendo al tema: el parecido entre los tiempos de Cristo y los de Kirk está en que nadie entiende (ni quiere entender) eso de amar al enemigo.

Hoy serían un progre y un facha los fariseos que cuestionan a Jesús. Y entre ambos lo volverían a crucificar, igual que entre ambos han matado a Kirk dos semanas seguidas, en cuerpo y en alma. Al final es una discusión estúpida qué pueblo fue el culpable por aquel entonces o qué ideología es la culpable ahora: su sangre fue de todos y para todos y, si seguimos empeñados en matar a hierro y a hierro morir, será de todos y para todos nuestra sangre.

Publicidad