The Objective
Alfredo Hidalgo Lavié

La desmemoria de la ONU, Palestina y el fracaso de la ultraizquierda

«Tras los reconocimientos, ¿qué? ¿Esperamos otros 77 años ya que es el turno de los israelíes para que cambien de opinión?»

Opinión
La desmemoria de la ONU, Palestina y el fracaso de la ultraizquierda

Ilustración de Alejandra Svriz.

Tuvo gracia el presidente Donal Trump al señalar la fatalidad del complejo de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York a raíz de las anécdotas de los fallos de la escalera mecánica y del teleprompter. Su decoración demodé, los fallos técnicos, y la enorme burocracia que acompaña cada una de sus puestas en escenas, por no mencionar sus acciones, abate a cualquiera que, con buen propósito, anhele infundir esperanza al mundo con su discurso. No sorprende que muchos delegados en sus intervenciones soliciten urgentes cambios en su funcionamiento.

De todos ellos, el más elocuente fue sin duda el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, quien vino a recordar que los conflictos no se resuelven con palabras o con gestos. Con enorme pesar sentenció que «el derecho internacional no funciona del todo a menos que uno tenga amigos poderosos que lo defienda porque no hay garantía de seguridad sin amigos ni armas», añadiendo, con palabras serenas, pero firmes, «fíjense en Israel, ha pasado casi dos años y los rehenes no han sido liberados». De hecho, fue uno de los pocos que recordó al mundo otras tragedias humanas que asolan a la humanidad. También, el presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, sacó en escena el informe del Índice Global de la Paz de este año recordando que ya en 2023 hubo 59 conflictos interestatales, el número más alto desde el final de la II Guerra Mundial y en la misma línea, el presidente de Kenia, William Ruto, expuso que la ONU ha perdido eficacia, legitimidad y respeto y «no se puede condenar el sufrimiento en un lugar y hacer la vista gorda en otros».

Sin embargo, Israel es el único país miembro que obtiene el primer puesto en número de resoluciones en su contra. Como es de justicia, el primer ministro de Japón, Shigeru Ishiba, afirmó que «toda guerra es criminal sin importar donde ocurra». Pero no, señor Ishiba, por más razón que tenga, muchos le dirán que no. Vamos que, al parecer, hay criminales a tiempo parcial y otros consagrados a full time, sólo tiene que ver la ausencia de banderas, concentraciones y protestas en favor de las mujeres afganas o iraníes, la desolación de los sudaneses y tantos otros cuyas causas son ignoradas incluso por los medios de comunicación internacionales. Dios os bendiga hermanos armenios que vosotros también habláis por experiencia propia.

«Cabe uno preguntarse, ante tanta desolación y dolor, por qué nadie ha rescatado de la memoria las oportunidades fallidas»

Para todos los que hemos defendido siempre la solución de los dos estados, hemos echado muy en falta de los oradores ciertos recordatorios históricos, así como un análisis profundo de las causas de los sucesivos fracasos. Cabe uno preguntarse, ante tanta desolación y dolor, por qué nadie ha rescatado de la memoria las oportunidades fallidas y ha recordado, por ejemplo, a los delegados egipcios, iraquíes, sirios, libaneses, jordanos y a los voluntarios libios, saudíes, sudaneses, paquistaníes y yemeníes aquella invasión de sus fuerzas militares en 1948 cuando la comunidad internacional aceptó la partición para garantizar la paz, la convivencia y la seguridad de la que tanto vienen hablando estos días. ¡Cuánto sufrimiento se habría evitado! O si se prefiere y mucho más cercano al presente, las palabras de Hillary Clinton: «Mi marido, con el gobierno de Israel de ese momento en el año 2000, ofreció un Estado a los palestinos dirigidos entonces por Yasir Arafat, el cual lo rechazó… o yo misma se lo ofrecí cuando era secretaria de estado. Israel abandonó Gaza y sacaron por la fuerza a 50.000 israelíes que vivían allí, abandonando todas las infraestructuras, incluyendo plantaciones de frutas, verduras y flores porque los palestinos merecían una productiva y próspera economía, pero Hamás llegó y básicamente destruyó todo eso matando a muchos otros palestinos».

Al menos, un aspecto positivo de todo este amplísimo reconocimiento para la creación de un estado palestino es el descomunal fracaso de la ultraizquierda occidental. Su grito de guerra Palestine from the river to the sea se ha dado de bruces ante el consenso universal del reconocimiento de la existencia del Estado de Israel y las garantías necesarias para su seguridad. De modo que ya ni río ni mar, sino espacio para compartir, que es lo que se ha venido intentando tras tantas frustradas oportunidades y que ahora presentan algunos como recién llegados a un conflicto histórico.

Y la pregunta ahora es: tras los reconocimientos, ¿qué? ¿Esperamos otros 77 años ya que es el turno de los israelíes para que cambien de opinión?

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