Trump, premio Nobel de la guerra
«Lo más penoso es que Trump, como jefe virtual de la OTAN, es quien deberá dar permiso para que los timoratos países europeos sobrevolados por los drones rusos se decidan a poner pie en pared…»

El clon de la semana.
Si no fuera el hombre más poderoso del mundo (todavía hoy, ¡y sin hablar chino!), el talante, la catadura, la vis cómica involuntaria, el cociente intelectual y hasta el tipito serrano de Donald Trump darían para una parodia chaplinesca (o al menos cantinflesca) a lo El Gran Dictador (1940), aquel film mítico sobre Hitler cuando aún no era del todo Hitler. Toda proporción guardada, por supuesto, como dicen los franceses…
El matón con ínfulas de amo del mundo de aquellos aciagos años 30 que retrataba Chaplin bien es cierto que ya aplicaba unas leyes raciales que prefiguraban el Holocausto, y que en 1938 anexionó los Sudetes y Austria, y había invadido Polonia en 1939 mientras se rodaba la película; pero movía a la risa y contaba con admiradores en medio mundo, incluso en el mundo democrático, donde muchos quintacolumnistas compartían el odio a los judíos (y a los comunistas, éste ciertamente más compartible). Y luego pasó lo que pasó.
El mundo estadounidense de hoy es uno en el que se detiene a los inmigrantes (la mayoría hispanos), incluso fuertemente arraigados y que trabajan por la economía nacional, y en muchos casos se los expulsa como si fueran una raza inferior, escoria de la tierra: hispanos que van camino de convertirse, sin saberlo ni quererlo, en los nuevos judíos, y que Yahvé me perdone por la licencia bíblica.
En cuanto a su política exterior, Trump se asemeja más a los payasos apaciguadores ingleses y franceses tipo Chamberlain, Daladier et alii que le bailaron el agua a Hitler en 1938 y luego se bajaron los pantalones, y que son corresponsables de la mayor guerra que la humanidad haya conocido hasta la fecha de hoy.
Bravucón con los débiles, débil con los bravucones, sobre todo con el chino, un apaciguador de pacotilla que sólo ve en las guerras, y en las reconstrucciones posteriores, oportunidades de negocio para su país y, sobre todo, para su bolsillo.
En su grotesco afán por que le concedan los noruegos en unas semanas el Premio Nobel de la Paz (bien es verdad que le ampara el precedente de Obama, concedido ridículamente con carácter preventivo, y la cocandidatura de Pedro Sánchez, para quien lo pide Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial y (des)memoria Democrática), Trump saca pecho por las supuestas «7 guerras 7» a las que presuntamente habría puesto fin, y por sus amazing dotes pacificadoras en las dos guerras más sangrantes y sangrientas de la época que nos ha tocado vivir, en Ucrania y en Gaza.
Es tal la fatuidad del personaje que si hubiera un Premio Nobel de la Guerra (Justa), Trump ya estaría planeando un «desembarco por la libertad» en la Venezuela del sátrapa Maduro, o en la Cuba donde agoniza el siniestro Raúl Castro junto con su pueblo martirizado.

Lástima que su delirante discurso del otro día ante la ONU no levantase más carcajadas en la sala, pero al cabo, unos por lacayos y otros por cobardes, y otros más porque son dictadores de pura ley, todos prefieren reírle las gracias o tomarlo (supuestamente) en serio. Y el único que no lo hace es Sánchez, pero por las razones de supervivencia política interna más vergonzantes, y las más obscenas en lo tocante al sufrimiento de los palestinos.
Trump en este alucinante segundo mandato (alucinante que lo obtuviera por semiincomparecencia de la rival, pero también por la cantidad de aberraciones con que va jalonando su gobernanza interior, y eso que solo lleva tres tristes trimestres) va dando todo tipo de bandazos temperamentales e irracionales en política exterior (apoyo a Putin en sus pretensiones, cuernos de Putin con China, despecho con Putin; humillación a Zelenski, drones ucranianos magistrales, elogio a Zelenski; puteo otanesco y arancelario a su aliada Europa; apoyo a Netanyahu en Irán, cuernos a Netanyahu con las viles petromonarquías, pero puteo al líder de los cisjordanos, esos palestinos que prueban técnicamente que no son objeto de un genocidio); en lo único en lo que hay poco cachondeo en Trump es con China, que es con quien se juega los cuartos.
En materia doméstica, con un gabinete de fieles incompetentes, negacionistas, iluminados y corruptos, sus desmanes van de la ya mencionada expulsión y detención de inmigrantes, hasta la guerra abierta contra los jueces y fiscales no adeptos/adictos, y hasta contra el jefe del FBI, ¡al que lleva a los tribunales!, pasando por «la represión de expresión» de los medios que él considera hostiles, incluidos los humoristas, ese gremio pajarito del grisú en la mina de toda democracia plena y verdadera.
Es cierto que los líderes del Partido Demócrata, salvo un sobresalto en las próximas mid-terms, parecen haber desaparecido del tablero y se lo están poniendo a güevo. Solo Kamala Harris (que buena vasalla si hubiera gran señor) ha sacado hace unos días la nariz con ocasión de la publicación de su libro de memorias, donde da cuenta de su breve campaña electoral y de algunas claves de por qué casi pudo ganar, si hubiera habido algunos minutos basura, al peor presidente norteamericano de lo que va de siglo XXI.
Lo más penoso es que Trump, como jefe virtual de la OTAN, es quien deberá dar permiso para que los timoratos países europeos sobrevolados por los drones rusos se decidan a poner pie en pared y comiencen a abatirlos, como lo que son: armas de un ataque militar a la soberanía territorial de los miembros de la OTAN.
Coda turulata) Jordi Turull, para algunos la eminencia grisácea del Procés, se ha abierto de capa a la manera de su tocayo Jordi Pujol: «Nosotros, a mucha gente de la clase media y trabajadora que financia el estado del bienestar no le podemos dar ayudas a las becas comedor, a la ley de dependencia. Y con el dinero de los catalanes, los andaluces se subvencionan el gimnasio y que puedas tener un perro de compañía. No son solo las competencias en materia de inmigración es la financiación»; así lo ha declarado en el ente público La 2 y Ràdio 4. Naturalmente, sobre todo la inmigración: «Como herramienta para salvar la nación y la identidad». No aclaró si se refería a la inmigración extranjera, mayormente musulmana (Ripoll bien vale una misa) o a la nacional, “ni gitanos, ni murcianos, ni gente de mal vivir”, según el adagio atribuido a Carlos III.
Con estas palabras de botiguer, Turull cree robar esos votos racistas a Aliança Catalana que cree le pertenecen por linaje, pero en realidad se los está dando a Juanma Moreno en Andalucía, y a partes iguales al PP de Alejandro Fernández y a Vox en Cataluña, los dos partidos que tarde o temprano gobernarán de la mano en España y que tendrán que enfrentar, como todo gobierno español, el problema catalán.
Coda brunesca) La mejor respuesta a la cacicada del Tribunal Correccional (la palabra lo dice todo) de París al expresidente Sarkozy, absuelto de los tres principales delitos por supuesta financiación de su campaña presidencial con dinero manchado de sangre del coronel Gadafi, pero condenado a 5 años de cárcel por el cuarto delito de «asociación de malhechores» (es decir por haberlo planeado con otros, pero sin éxito), la ha dado su esposa Carla Bruni: a la salida de la sala de audiencias, después del canutazo de Sarkozy a lo Capitán Dreyfus, ella le quitó la espumilla al micrófono del medio Mediapart que se cernía sobre su marido, y lo arrojó delicadamente al suelo. El auto del Tribunal dictaminaba que el documento incriminatorio en árabe de Mediapart que destapó en su día el caso era más que probablemente falso, que y lo desechaba como elemento probatorio.
Sarkozy irá en unos días a la cárcel (el tercer «jefe del Estado» en hacerlo, después de Luis XVI y del felón Mariscal Pétain), con su presunción de inocencia intacta, a la espera de que se ventile su apelación y sin que se den los supuestos de riesgo de fuga, destrucción de pruebas u obstrucción a la justicia. En todas partes cuecen jueces camperos.
Coda sevillana) El exministro Jordi Sevilla y unos cuantos hombres buenos del socialismo tradicional conspiran a la luz del día contra «el sanchismo en estado terminal». No por odiar a César menos, sino por amar a Roma (al PSOE) más.
Coda popular) Que sea un jurado de nueve madrileños al azar el que vote sobre la culpabilidad o inocencia de la supuestamente corrupta Begoña Gómez, señora de Sánchez, parecerá a algunos un caso de doping ayusesco, pero no deja de tener algo de justicia poética y de una suerte de veredicto electoral por anticipado al sanchismo.
Coda real) El Rey pudo evitar pronunciar el tecnicismo jurídico «genocidio» en la ONU al referirse a las matanzas de palestinos en Gaza. Todavía hay jefes en Zarzuela.