El rey moderador
«Su discurso sobre Gaza ha dejado claro que Felipe VI es quien mejor representa a los españoles y quien más dignifica la política»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Estaba el Gobierno de España dedicado a su labor favorita, que es la de dividir a los españoles todo lo posible, cuando el Rey, jefe del Estado español, se subió a la tribuna de las Naciones Unidas a decir lo que la mayoría de los españoles pensamos sobre la tragedia de Gaza, que es lo que piensan también la mayoría de los que votan al PP y de los que votan al PSOE sin ser meros aduladores del líder.
El Rey demostró lo sencillo que resulta tomar una posición firme sobre ese asunto sin necesidad de sabotear ningún espectáculo deportivo ni de explotar las pequeñas diferencias de vocabulario para emprenderla contra el vecino. El Rey ha elevado el prestigio de nuestro país con su extraordinario discurso, pero sobre todo ha dejado claro que la batallita contra el PP que a propósito de Gaza se trae desde hace días el señor Sánchez no responde en realidad más que a una obvia estrategia política puramente local y coyuntural. No hay nada de humanitario en esa conducta. De hecho, resulta más bien cruel utilizar a los muertos de Gaza para atacar a compatriotas a los que les duele esa matanza, al menos tanto como a él, aunque aludan a ella con diferentes términos.
El Rey dijo lo que resulta evidente para cualquiera que siga los acontecimientos en aquella parte del mundo: que es insoportable el castigo desproporcionado e inhumano al que el Gobierno de Netanyahu está sometiendo a la población de Gaza por los crímenes execrables cometidos por Hamás el 7 de octubre. Añadió que la incomprensión y la tristeza son aún mayores al tratarse de un país como Israel que ha gozado siempre del cariño y el respeto de los españoles.
Tanto el Gobierno como el PP tuvieron que admitir en público que compartían y se sentían representados por las palabras del Rey. Pues claro, porque en realidad siempre han estado de acuerdo, por mucho que Sánchez se empeñe en levantar muros y cavar trincheras. ¡Ah, pero no mencionó la palabra genocidio! Pues no, ni falta que hace. No cabe más contundencia contra el Gobierno isarelí en el discurso del Rey. Las palabras usadas fueron las precisas. El resto son trampas que Sánchez va dejando constantemente en el camino para tratar de deshacerse de rivales políticos. ¿No es genocidio lo que está ocurriendo en Gaza? Sinceramente, no lo sé. Tal vez lo sea, en el sentido de que da la impresión de que se pretende el exterminio de toda la población de un determinado territorio, como es Gaza. Pero también podría no serlo porque parece igualmente claro que no se busca la eliminación de todo el pueblo palestino, que reside mayoritariamente fuera de Gaza. Por otra parte, es más que comprensible la prudencia al usar la palabra genocidio en relación con el único pueblo que en los tiempos modernos lo ha sufrido de una manera atroz.
La intervención del Rey en la ONU tuvo otra magnífica consecuencia: irritar a Vox. El partido de Abascal -suyo, completamente suyo- lleva tiempo incómodo con las actuaciones del Rey o con sus silencios, porque tanto unas como otros dejan en evidencia las dos españas que ambos simbolizan. Cada palabra del Rey a favor del Estado de Derecho, del entendimiento entre los españoles, del respeto a las instituciones y las leyes, de nuestro compromiso con Europa, retrata a la perfección la apuesta rupturista y divisoria que nos ofrece Vox.
No quiero quitar con esto valor a las dificultades a las que hoy se enfrenta el Rey para poder desarrollar su función moderadora en la sociedad española. Es cierto que, atrapado en la pinza que han construido el sanchismo y la extrema izquierda por un lado y la extrema derecha por el otro, el papel del Rey se ve disminuido y cada día más difícil de entender. Sin embargo, ese reducido espacio político en el que parece encontrarse Felipe VI es paradójicamente el que representa un mayor número de españoles corrientes y es también el de mayor altura moral.