México, un recuento de pérdidas
«Recibieron un país con libertad de expresión, inédita en nuestra historia, y lo han convertido en un país con censura y autocensura»

Claudia Sheinbaum.
Es cierto. Lo lograron. El Gobierno de López Obrador, y su continuación en el de Claudia Sheinbaum, que tomó posesión hace ahora un año, ha sido un parteaguas en la historia de México. Recibieron, es verdad, un país con malos servicios públicos en áreas estratégicas, como la seguridad, la educación y la salud. Recibieron también, es cierto, un país desigual y terriblemente impune y violento. Y han logrado el fácil milagro de empeorarlo.
Pero. Recibieron un país democrático y lo han transformado en un régimen autoritario. Recibieron un país con división de poderes y lo han transformado en un país en que todo depende del presidente, humillando al poder legislativo, que es tan solo decorado y correa de transmisión de los caprichos presidenciales, y doblegando la independencia judicial con un sistema de elección de jueces que será una losa para las libertades y garantías de todos, incluidos los que la propiciaron y alentaron.
Recibieron un país con prestigio exterior y una voz independiente en el mundo, y lo han transformado en una vergonzante cabeza de ratón del populismo latinoamericano, incluida la respiración asistida a la decrépita dictadura cubana. Recibieron un país con una relación privilegiada con España —la vieja y la nueva España trabajando unidas en el valiente Nuevo Mundo— y lo han transformado en un encono artificial, fruto del victimismo, la peor manera de encarar una historia común de tres siglos, cuyos frutos son evidentes para cualquiera.
Recibieron un país con el sistema cultural más amplio y plural de Hispanoamérica, modelo para los países de nuestro entorno, y lo han reducido a un empobrecido sistema ideológico a las órdenes de Palacio. Recibieron un país con los militares en los cuarteles, dedicados tan solo a labores de auxilio en desastres naturales y sus funciones inherentes de defensa nacional, y lo han transformado en un país militarizado, donde no solo controlan la seguridad ciudadana, sino que manejan áreas enteras de la administración civil, como puertos, aduanas, aeropuertos y demás. Con una ventaja cierta: las investigaciones por corrupción ponen en riesgo la seguridad nacional.
Recibieron un país con libertad de expresión, inédita en nuestra historia, y lo han convertido en un país con censura y autocensura.
Recibieron un país con disputa democrática por todos los cargos de elección popular y lo han transformado en un país sin alternancia real en los hechos, capturando los órganos electorales, cancelando en los hechos el tribunal electoral y convirtiendo el Gobierno en una ajustada maquinaria electoral.
Recibieron un país en guerra con el crimen (mal planeada y mal ejecutada) y lo han transformado en una camaradería vergonzosa con los criminales, que hoy tienen la llave de la gobernabilidad y la estabilidad, empeorando los índices de violencia e impunidad.
Recibieron un país con instituciones, fideicomisos y órganos autónomos, muchos de ellos modélicos para la región, y lo han transformado en un erial, cancelando o desvirtuando su razón de ser en áreas clave como la competencia, la regulación de las telecomunicaciones, los derechos humanos, el sistema de estadística y censos, etcétera.
Recibieron un país con estabilidad macroeconómica y sin déficit público, y lo han transformado en un país que requiere deuda externa para cuadrar sus presupuestos, en serio riesgo de crisis estructural, debido a su ceguera ideológica en términos energéticos y a sus inversiones caprichosas y sesgadas en términos de infraestructura.
Recibieron un país que iba a contar con el tercer mejor aeropuerto del mundo, verdadero escaparate y motor de crecimiento, con la construcción al 35% y la financiación completa —que tuvieron que pagar para cancelarlo— y lo cerraron para poner todos los empeños en transformar una vetusta base aérea militar en un aeropuerto civil de cuarta categoría, lejano y mal comunicado, ya rebasado en términos de pasajeros y vacío al mismo tiempo.
Recibieron un país con élites corruptas, acostumbradas a mantener privilegios por encima de la ley y ganancias por encima de la lógica del mercado y las han mantenido, al tiempo que han formado una nueva clase extractiva, política y empresarial, con picaporte en Palacio Nacional y vínculos con el crimen organizado, que roba a manos llenas mientras contenta a las masas empobrecidas con discursos de odio.
En fin, que la transformación ha sido un éxito. Felicidades.
Pero la historia no se detiene. Nada de lo que reluce es permanente. Nos toca volver a sembrar semillas democráticas, con paciencia y pedagogía. Mantener la unidad opositora donde se pueda. Intentar ganar el Congreso en el 2027, aunque los dados estén cargados. Apostar a la reserva moral del pueblo de México, que algún día despertará de la distopía. Cuando vengan tiempos de cosecha, hay que hacer justicia sin venganza y volver a empezar, como dicen los versos del Cementerio Marino de Paul Valéry: la mer, la mer, toujours recommencée.