San Antonio Moreno Bonilla
«La deducción veterinaria del presidente andaluz es pan para hoy y votos para mañana, pero nada que cambie el futuro de los jóvenes»

Ilustración de Alejandra Svriz.
En Andalucía, el presidente Juan Manuel Moreno Bonilla ha tenido la absurda ocurrencia de que quienes tengan perro o gato puedan desgravar hasta 100 euros en gastos veterinarios. En un país donde tener un hijo cuesta miles de euros al año y apenas recibes ayudas, sale más a cuenta comprarse un caniche que formar una familia.
La demografía lo confirma, en España hay al menos 11 millones de perros y gatos frente a unos ocho millones de menores de edad. Basta con mirar alrededor, los parques se han convertido en territorios caninos colonizados por mascotas sin bozal ni correa, repletos de excrementos que nadie recoge, mientras los niños brillan por su ausencia.
Medidas como la del presidente andaluz ilustran hasta qué punto la política española ha perdido el norte. Premiar fiscalmente, como pretende el PP, a quienes tienen un perro o un gato; o subir, como ha hecho el PSOE, las pensiones máximas de jubilados que ganan bastante más que cualquier joven trabajador, mientras seguimos sin apostar por educación, vivienda asequible, innovación o salarios dignos, no es gobernar, es cortoplacismo en estado puro, un cóctel de populismo fiscal y geriátrico.
Desde la pandemia, los trabajadores menores de 30 años han perdido un 3% de su renta, mientras los pensionistas han ganado un 18%. Así, con esta miopía intergeneracional, no es de extrañar que entre los jóvenes crezcan opciones políticas como Vox, Aliança Catalana o Podemos. El sistema tradicional les ofrece poco más que precariedad y promesas incumplidas.
La ironía es que, en lugar de conceder deducciones fiscales a propietarios de mascotas, lo razonable sería plantear un impuesto específico sobre animales domésticos, como existe en países como Alemania o Suiza, excepto para perros guía y similares. Un tributo que financie el coste real que generan perros y gatos en el espacio urbano como limpieza, control sanitario, campañas de esterilización y convivencia en los parques.
«En lugar de premiar con deducciones comprar un ‘husky’, podríamos invertir en el futuro de quienes sostendrán el país en 20 años»
Y, lo más importante, ese dinero podría destinarse a lo que de verdad necesita España: políticas para jóvenes. Vivienda pública de alquiler, becas, ayudas a la emancipación, estímulos a la natalidad y programas de inserción laboral. En lugar de premiar con deducciones la compra de un husky, podríamos estar invirtiendo en el futuro de quienes sostendrán el país en 20 años.
El PSOE tampoco se queda atrás en este festival de incoherencias. Su famoso bono cultural se presentó como una gran apuesta por la juventud, pero en realidad es otra muestra del cortoplacismo político. Una ayuda que se concede por igual a todos los jóvenes de 18 años, sin tener en cuenta los ingresos familiares. El resultado es una política universal mal diseñada, más pensada para la foto que para corregir desigualdades. Igual que la deducción veterinaria de Moreno Bonilla, es pan para hoy y votos para mañana, pero nada que cambie el futuro de los jóvenes.
Lo más grotesco de todo es que, mientras se regalan estas deducciones, los mismos dirigentes políticos se quejan de que Cataluña quiera una hacienda propia. ¿Con qué autoridad puede el PP afear a la Generalitat sus aspiraciones fiscales si en Andalucía se reducen ingresos para pagar vacunas a chihuahuas? No puedes pedir más transferencias cuando te empeñas en recortar tu propia recaudación con medidas electoralistas.
La incoherencia es de manual, se rebajan impuestos o se inventan deducciones para colectivos populares y luego se grita que el sistema autonómico es injusto. Reducir ingresos para boutades es, sencillamente, darle argumentos a Cataluña para reclamar que no quiera seguir transfiriendo dinero.
«Los jóvenes son menos y votan poco; mientras los pensionistas son mayoría y van más a las urnas»
Lo malo es que esto no es un caso aislado. Es la tónica general de la política española, donde se piensa siempre en el corto plazo. Los jóvenes son menos y votan poco; mientras los pensionistas son mayoría y van más a las urnas. El resultado es un sistema que prioriza a quien asegura votos hoy, no a quien sostendrá el país mañana. Mientras tanto, apenas se destina ayuda a vivienda, los salarios de muchos jóvenes no alcanzan para salir de la pobreza, y el horizonte es demoledor, en 2050 habrá solo dos trabajadores por cada jubilado.
Quizá entonces no sean los jóvenes quienes sostengan el sistema, sino los perros salchicha, que además de animar los parques, tal vez acaben pagando nuestras pensiones con sus deducciones fiscales. Para entonces, Moreno Bonilla habrá entrado en el santoral político como un San Antonio postmoderno, encabezando procesiones perrunas por las calles de Sevilla.