El lamentable lado correcto de la Historia
«Creerse el bueno de la película solo lo hacen los tontos, los canallas o los liberticidas, deseosos como es obvio de apoderarse de la Historia misma»

Ilustración de Alejandra Svriz.
El Gobierno de Sánchez bate todos los récords imaginables en la contratación de asesores que le ayuden a él y sus ministros. Al parecer más de 400 dependen directamente de la presidencia. Pero con tanta gente improvisando la gramática de su relato, Pedro Enamorado comete errores imperdonables en los mensajes que proyecta. Uno de ellos es ese mantra que tanto le gusta según el cual el Partido Socialista está en el lado bueno de la Historia. Un dicho tan extendido que bien podría alguno de sus desleídos asesores haberle advertido de lo inconveniente de su uso. La democracia y la sabiduría son fruto de la interrogación y de la duda, cuna del pensamiento crítico. Creerse el bueno de la película solo lo hacen los tontos, los canallas o los liberticidas. Grandes asesinos, a comenzar por Hitler, y todos los populistas por pequeños que acaben siendo, han presumido de estar en ese inexistente lado correcto, deseosos como es obvio de apoderarse de la Historia misma.
El Führer lo confesó en el primer capítulo de su libro fundacional, Mi lucha, al recordar su época de estudiante: «Mis mejores notas correspondían a la geografía y todavía aún más a la historia universal». Consecuentemente tomó dos decisiones: «Me hice nacionalista y aprendí a comprender y apreciar la historia en su verdadero sentido». Ya sabemos en qué consistía este. En la vertiente radicalmente opuesta, Mao, también en el primer capítulo de su famoso Libro rojo, aseguraba que ningún partido podría llevar la revolución a la victoria si no posee una teoría adecuada «y un conocimiento de la historia», lo que ha llevado a su actual sucesor, Xi Jinping, a predicar hace menos de un mes que «el pueblo chino permanece con firmeza en el lado correcto de la historia». Lo mismito que el PSOE.
Es tan manida la frase que vale para cualquier ideología. Y Ben Shapiro, famoso filósofo y agitador judío americano, hoy público defensor de Netanyahu y de la invasión de Gaza, escribió hace unos años su más famoso libro, titulado precisamente así: El lado correcto de la historia. Para él, que es un fundamentalista radical pero ilustrado, ese lado consiste en la tradición judeocristiana y la ley natural de la Grecia antigua, desfiguradas por la legalización del aborto, las teorías de género, el materialismo científico, las políticas progresistas o los gobiernos autoritarios. También, asegura, por las «grandes oleadas de inmigrantes que llegan a nuestros países pero no muestran familiaridad con los valores que nos han engrandecido». Los que, según el autor, justifican ahora el apoyo a la política criminal de Netanyahu.
Ni Shapiro ni Sánchez están en ningún lado diferente al de sus propias pasiones y ambiciones, frecuentemente ilegítimas si emanan del poder político o de la petulancia intelectual. Ahora una nueva frase ha venido a incorporarse al diccionario del sanchismo, que acuñó ya la fachosfera. «Defendemos la verdad» ha declarado en Nueva York el presidente de nuestro desgobierno, y la carcajada del público ha traspasado los océanos. El mentiroso más compulsivo que ha conocido la historia política española desde el rey Fernando VII, famoso por su felonía, se bautiza a sí mismo con un apotegma casi evangélico: él es la verdad. Pues bien, algunos hemos decidido en nombre de la decencia democrática concederle el beneficio de la duda. Para probar que por fin es sincero en sus promesas le bastará con que nos ilustre sobre unas pocas cuestiones que afectan a la estabilidad social del país y al honor perdido del partido que encabeza.
La primera y más importante se refiere al incidente, nunca aclarado, del aterrizaje en Barajas de la vicepresidenta de Maduro. Según testigos del encuentro entre ella y Ábalos, Delcy Rodríguez había sido invitada oficialmente por nuestro Gobierno hasta el punto de que habló con Sánchez desde el aeropuerto para aclarar la situación. Y alguien ha explicado en público que el motivo fundamental del viaje era un encuentro de la propia vicepresidenta con José Luis Rodríguez Zapatero para hablar de negocios. ¿Podría aclararnos el expresidente, o en su defecto el mismo presidente del Gobierno, de qué negocios? Delcy Rodríguez, además de vicepresidenta ejecutiva de su país, es ministra de Hidrocarburos.
«Zapatero, que emprendió la destrucción del llamado Régimen del 78, pensará que está también en el lado correcto de la Historia»
Y uno de los presentes en el vodevil de Barajas era Víctor de Aldama, imputado por la Audiencia Nacional por un fraude de 180 millones de euros en el IVA de transacciones precisamente de Hidrocarburos. Aldama ha decidido colaborar con la Justicia a fin de poder reducir las penas para él solicitadas por la fiscalía. Y es sabido que la empresa nacional de Petróleos de Venezuela burla el embargo que sobre ella pesa por parte de Estados Unidos y la Unión Europea a base de refinar su petróleo en otros países.
En cualquier caso, un fraude de 180 millones sirve para repartir mucho y seguro que el señor Aldama nos podrá ilustrar a su debido tiempo al respecto. Rodríguez Zapatero, que fue quien emprendió la destrucción del llamado Régimen del 78, pensará que está también en el lado correcto de la Historia. Fue él quien inauguró las concesiones al nacionalismo supremacista y al separatismo irredento a cambio de un puñado de votos que le alzara al liderazgo de su partido. Y ahora se desempeña como negociador de una dictadura y correveidile de un prófugo de la justicia. No contaré cuantas veces el socialista honesto y capaz que fue Alfredo Pérez Rubalcaba me llamó desesperado por los comportamientos del mequetrefe de su jefe. Ahora tiene Zapatero la oportunidad de ganar alguna indulgencia si es capaz de aclararnos sus negocios con el régimen de Maduro.
En cuanto a Sánchez, que nos promete no mentir más y defender la verdad, tiene ocasión de explicar las circunstancias en que hizo fortuna su familia política antes de que él llegara al poder; o su compadreo viajero con sus dos secretarios generales del partido sometidos a investigación judicial después de que él mismo fuera sancionado por intentar dar un pucherazo en las elecciones al comité federal. No son muy nobles semejantes pedigrís, y la cultura de puticlub que Koldo encarna no resulta la mejor para negociar nada en nombre del PSOE.
Pero nadie está libre de pecado y sería injusto no atender a otros de sus méritos. Bastaría que explicara qué hacía su esposa en la asamblea mundial del Turismo en San Petersburgo, otra vez ante la mirada del testigo Aldama; qué conversaciones mantuvo con el consejero delegado de Air Europa en momentos críticos para su empresa, que financió generosamente la cátedra que ella dirigía sin título académico que lo justificara; y que si ella, después de escribir ante el asombro de la opinión pública cartas de recomendación de las empresas del señor Barrabés al Gobierno de su marido, no tuvo ni siquiera un momento de intimidad con este en el que le ampliara el contenido de las misivas y justificara el empeño en apoyarle. Aunque solo fuera para explicar que en ningún caso se podía vincular a ningún favor que ella recibiera.
«Informar sobre las investigaciones judiciales a Begoña Gómez ante el silencio del Gobierno no es ningún acoso a la familia de Sánchez»
Ahora que la fiscalía europea ha tomado carta en este asunto no está de más recordar cómo describe el Código Penal español el delito de tráfico de influencias en su artículo 429: «El particular que influyere en un funcionario público o autoridad, prevaliéndose de cualquier situación derivada de su relación personal con este o con otro funcionario público o autoridad, para conseguir una resolución que le pueda generar directa o indirectamente un beneficio económico, para sí o para un tercero, será castigado con las penas de prisión de seis meses a dos años».
La esposa del presidente del Gobierno goza de la presunción de inocencia a que tiene derecho todo ciudadano y personalmente yo le deseo lo mejor. Pero informar sobre este particular, y del curso de las investigaciones judiciales ante el silencio y la negativa reiterada de todo el Gobierno, no es ningún acoso a la familia de Sánchez como a coro recitan servilmente sus ministros. Junto a las leyes de los códigos están también las de la ética y la estética, de las que la actual dirigencia socialista poco puede presumir por el momento. Sigan disfrutando, pues, de su lado correcto de la historia. Si es como ellos dicen y hacen, yo y muchos como yo preferimos el incorrecto.