The Objective
Santi González

Niños, víctimas de campamento

«La sociedad vasca ha sufrido un fallo multiorgánico. No han funcionado ni las instituciones responsables de los menores, ni la justicia, ¡ni los partidos políticos!»

Opinión
Niños, víctimas de campamento

Imagen del campamento en Álava.

A Pedro Ugarte, notable escritor bilbaíno, le ha bastado un tuit en X para calificar con precisión unos hechos que con lenguaje común podríamos calificar de ‘incalificables’: «La atrocidad que ha ocurrido en Bernedo no solo retrata a los organizadores (del campamento). También a las familias responsables y a las innumerables administraciones vascas. Lo que ha ocurrido en Bernedo retrata a mi país: por los que imponen su ideología y por los cientos de miles que callan».

El asunto de Bernedo viene de muy lejos. En 2019 unos padres denunciaron ante el Gobierno vasco que a su hija de diez años la obligaron a ducharse desnuda con otros niños y un monitor de 20 años. Educadoras de la Diputación de Guipúzcoa revelaron a la Ertzaintza que tres menores tutelados que fueron enviados a Bernedo entre 2021 y 2024 habían expresado malestar. Ya en enero de 2025 se recibe en la comisaría de Zarauz un aviso de posibles agresiones sexuales a tres menores en un udaleku (campamento). La Policía autonómica termina sus diligencias el 30 de abril y las entrega al Juzgado de Instrucción número 3 de Vitoria.

Y el campamento seguía abriendo sus puertas a menores que seguían siendo obligados a ducharse en espacios comunes con menores de otro sexo y con monitores adultos. Los organizadores sostienen, entre otras majaderías, que «las duchas, más allá de ser un simple espacio de higiene, también son una oportunidad para normalizar todos los cuerpos, romper estigmas y liberarse de la vergüenza y la sexualización».

Nada trascendió hasta que El Correo publicó las primeras informaciones y el udaleku siguió con su actividad. Cinco meses ha tardado el juzgado número 3 de Vitoria en ordenar diligencias previas. Pablo Martínez Zarracina daba cuenta, también en El Correo, del ominoso silencio que sobre el campamento de Bernedo se ha extendido por todas las instituciones: las tres Diputaciones forales y el Gobierno vasco habían recibido quejas de cómo funcionaba es citado campamento, sin que eso bastara para que se tomaran en serio el asunto. Se conformaron con trasladar las denuncias y van algunos casos alejar del centro a los menores que estaban a su cargo, sin sentirse afectadas por los ajenos. Ayer, a la hora de escribir esta columna, solo un partido había reaccionado ante los hechos: el PP de Álava que ha pedido una comparecencia en las Juntas Generales.

Los «educadores» de este campamento han hecho público este viernes un comunicado en las redes sociales en el que denuncian que los medios de comunicación han publicado «un relato muy alejado de la realidad» porque han «fomentado el sensacionalismo y el morbo». El campamento se basa en valores transfeministas y busca «crear espacios seguros para todas las identidades y cuerpos» lo que pasa por «romper estereotipos de género».

El campamento anunciaba su funcionamiento sobre tres ejes: el euskera, la naturaleza y el feminismo. También se les adoctrinaba sobre su condición de vascos como no españoles, se escenificaban manifestaciones en favor de Palestina, obligando a unos niños a hacer de palestinos y a otros de policías que los reprimían corriéndolos a palos. A las duchas comunes se añadía la exigencia de que las niñas chuparan los pies a los monitores si querían merendar.

Uno de los organizadores, el bertsolari Aner Peritz escribió un artículo inenarrable en el diario Berria en el mes de febrero, titulado Los niños y el esencialismo de género en el que vertía dislates como «queremos mariconizar a vuestros niños para que no los heterosexualicéis como hicisteis con nosotros (…). A la violencia machista se responde con violencia transfeminista y a la educación heterosexual se responde con educación transmaribollo», y todo en este plan.

Tenía razón Ugarte: la sociedad vasca ha sufrido un fallo multiorgánico. No han funcionado ni las instituciones responsables de los menores, ni la justicia, ¡ni los partidos políticos! ¿Y qué decir de las familias? ¿Cómo es posible que durante tantos meses, años incluso, se hayan perpetrado aberraciones como las descritas contra sus hijos sin que se encendieran todas las alarmas desde el primer momento?

Lo relevante es el quién. ¿Se imaginan algo remotamente parecido si el campamento ‘Sarrea Euskal Udaleku Elkartea’ que así se llama el antro de Bernedo, fuera organizado por la derecha? ¿Se imaginan esta pasividad si las víctimas, en vez de niños, fuesen perros maltratados? De ninguna manera. Se habrían producido manifestaciones, protestas clamorosas, interpelaciones parlamentarias. La deshumanización llevaba a esto, cada vez hay más parejas que sustituyen a sus niños por mascotas.

En este desdichado país hemos tenido una ministra de Igualdad, la discapacitada Irene Montero que en la Comisión de lo suyo del Congreso llegó a decir (22 de septiembre de 2022): «Los niños, las niñas y les niñes tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento». Estamos rodeados de enfermos.

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