The Objective
Esperanza Aguirre

Los pasajeros del Falcon

«La opacidad sobre los vuelos oficiales es otra prueba para saber cuáles son los peores defectos de Sánchez, basta con escuchar de qué cualidades presume»

Opinión
Los pasajeros del Falcon

Ilustración de Alejandra Svriz.

Hace ya más de 11 años un oscuro apparatchik del PSOE, que había llegado de rebote –por dimisiones de miembros que le precedían en las listas– a ser concejal del Ayuntamiento de Madrid y a diputado, saltó a la primera fila de la política nacional al presentarse a las primarias de su partido. Las ganó y desde entonces hasta ahora, cuando ya lleva más de siete años en la Moncloa, hemos ido descubriendo día a día que la mentira es la clave no sólo de su política, sino también de su personalidad.

Así, cuando le oímos presumir de algo sabemos que ese algo es una de sus carencias. Los ejemplos son innumerables, pero aquí señalaré sólo algunos: la limpieza frente a la corrupción, el feminismo de su Gobierno y la transparencia de su gestión.

Es imposible encontrar en los gobiernos de los países occidentales un primer ministro rodeado de más casos de corrupción que Sánchez, que, sin embargo, no para de proclamar que llegó al poder para limpiar a España de la presunta corrupción del Gobierno anterior y que su Gobierno actual es el más limpio de la Historia.

Por no hablar del feminismo de un Gobierno y un partido que aprueba Leyes como la del sí es sí (también llamada ley sueltavioladores), que permite a un hombre convertirse en mujer solamente declarándolo en el Registro y de este modo poder participar en competiciones deportivas femeninas, y cuyas estadísticas demuestran que en los siete años que lleva de presidente las agresiones con penetración han crecido un 275%, mientras él sigue proclamando que el suyo es el Gobierno más feminista de la Historia.

¡Y qué decir de la transparencia de su gestión! Después de presumir constantemente de la luminosa claridad con la que lleva a cabo su acción de Gobierno y sin sonrojarse por la total opacidad de sus negociaciones con los golpistas de Waterloo, aquí ocupa un lugar destacado la absoluta oscuridad que ha creado en torno a un asunto tan significativo como es el uso del Falcon. Por más que se les pregunta sobre este asunto, sus monaguillos y él mismo se niegan a facilitar a través del Portal de Transparencia el coste, el destino y los ocupantes de los aviones oficiales en los viajes realizados por el presidente del Gobierno, una información que debe ser pública.

«El Gobierno todavía no ha aclarado los 63 viajes realizados a República Dominicana»

El Gobierno, por ejemplo, todavía no ha aclarado los 63 viajes realizados a República Dominicana, el principal destino de los Falcon y los Airbus oficiales fuera de Europa, y el país que, por cierto, la trama Ábalos-Aldama eligió para el lavado de dinero procedente de los contratos de mascarillas.

Cuando el PP ha exigido conocer cuántos viajes realizó Begoña Gómez, con qué justificación y quién la acompañó, Moncloa se ha escudado en la Ley de Secretos Oficiales de Franco para negar esa transparencia de la que su marido presume, sosteniendo que se trata de ¡«materia clasificada con el máximo grado de protección»!

Es evidente que está lleno de lógica que el presidente tenga siempre a su disposición los aviones que hagan falta para cumplir con sus funciones. Exactamente eso, sus funciones. Pero si se niegan a dar los datos que se les piden, lo lógico es sospechar que esos aviones se han utilizado también para viajes que nada tienen que ver con las funciones de un presidente del Gobierno. Y que han podido ser utilizados por otras personas que no son él.

Aceptemos que su mujer, sus hijas y hasta sus padres le acompañen siempre en sus viajes en el Falcon cuando va de vacaciones, pero lo que ya no sería aceptable es que en viajes no estrictamente oficiales fueran amigos o no digo nada si se trata de socios de los negocios de sus familiares.

«En su declaración de la renta, Sánchez tendría que cotizar por el dinero que los españoles hemos regalado a sus acompañantes»

Hace poco le escuché a mi amigo Marcos de Quinto que, cuando fue alto ejecutivo de Coca-Cola en Estados Unidos, usó con cierta frecuencia aviones privados de la empresa y que, si invitaba a algún amigo a acompañarle, los administradores de Coca-Cola calculaban el precio del vuelo y se lo añadían a sus ingresos, de manera que, después, también tenía que declararlo como ingreso.

Eso es, sin duda, lo que tendría que pasar si los aviones oficiales del presidente del Gobierno son utilizados por personas que nada tienen que ver con las funciones propias de su cargo. De manera que, después, en su declaración anual de la renta Sánchez tendría que cotizar por todo el dinero que los españoles hemos regalado a sus amigos y acompañantes a los que ha llevado en los aviones oficiales para asuntos muy particulares.

Este comportamiento respecto al Falcon es otra demostración de cómo la mejor manera de saber cuáles son los peores defectos del antisemita que tenemos en la Moncloa, basta con escuchar de qué cualidades presume. Nunca, como con él, se cumple el refrán de «dime de qué presumes y te diré de qué careces».

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