The Objective
Marta Torent López de Lamadrid

Usted, como quien oye llover, señor Sánchez

«Le insto, señor Sánchez, a dejar de desmembrar el Estado español, a dejar de vendernos al rey de Marruecos y al ya grotesco Puigdemont»

Opinión
Usted, como quien oye llover, señor Sánchez

Ilustración de Alejandra Svriz.

Hoy, 50 años después del inicio de nuestra democracia, asentada sobre el esfuerzo ingente de nuestros mayores, estamos sumidos en el «todo vale» de un gobierno irresponsable, indecente y desaprensivo. En los últimos tiempos, la izquierda de este país ha puesto tanto empeño en desvalorizar y ridiculizar lo que nos hace españoles que la Navidad parece pagana, los belenes son de chichinabo, los católicos casi han de pedir perdón por ir a misa y cualquier cosa que digamos es políticamente incorrecta o racista. 

Muchos de esos políticos han convertido en cruzada personal derribar estatuas de prohombres que pertenecen a la historia de todos y proclamar a machamartillo que vivimos en un Estado tan aconfesional que hay que proteger las religiones ajenas; es decir, la musulmana. Por eso, no contentos con haber ido retirando crucifijos de algunos centros escolares, hemos aceptado dinero del Gobierno marroquí para la construcción de mezquitas y el sustento de imanes, hemos financiado con dinero público centros para menas y nos ha dado pena prohibir a las niñas musulmanas que vayan a clase con hiyab, mientras que a nuestros hijos les prohibimos asistir con capuchas o gorras. De aquellos barros, estos lodos.

Esa izquierda que alardea de progresismo e igualdad parece haber olvidado que venimos de un patriarcado no tan lejano donde el varón mayor heredaba propiedades, empresa y títulos, y donde la mujer no podía abrir una cuenta bancaria sin autorización del padre o el marido. Nos ha costado mucho conseguir sueldos más igualados, que se compartan las tareas del hogar y contar con alcaldesas, parlamentarias y mujeres que presidan consejos de empresa. ¿Tanto empoderamiento para que ahora nos sintamos racistas por no hacer concesiones a una cultura instalada en el machismo y unas costumbres retrógradas? 

No dejo de preguntarme cuántos de nosotros nos atreveríamos a entrar en una mezquita sin cubrirnos la cabeza o a reclamar en un país árabe, desde la asociación católica o atea de turno, la construcción de iglesias, que los colegios impartieran lengua y cultura españolas e incluyeran en su menú una simple tortilla de patatas. Si en Cataluña, sin ir más lejos, se aprende de pasada a situar en el mapa las comunidades autónomas del resto de España, irónico sería acabar haciendo más horas lectivas en inglés y árabe que en castellano.  

Le insto, señor Sánchez, a dejar de desmembrar el Estado español, a dejar de vendernos al rey de Marruecos y al ya grotesco Puigdemont, a sacarse las manos de los bolsillos del pantalón en presencia de nuestro rey, quizá así parecerá que recibió usted cierta educación. Y aun a riesgo de que lo abucheen por enésima vez, le invito a dar un paseo por un sinfín de barrios de Madrid, Barcelona, Tarragona, Alicante, Baleares, Canarias, Pamplona…, por mencionar solo algunas poblaciones que rozan ya el hartazgo, para que vea de primera mano el resultado de sus nefastas –y ojalá punibles– decisiones en materia de política migratoria con África. Es inadmisible que cada mena (o no tan mena) nos cueste más de 4.000 euros al mes, y que esa partida supere ampliamente las destinadas a la discapacidad o la atención a las personas mayores. 

Le recuerdo que no está usted dejando entrar a refugiados de guerra, sino a ninis y delincuentes, señor Sánchez. Detenga ya el efecto llamada y que el Gobierno marroquí emplee su dadivosidad en llevarse a sus ciudadanos de vuelta, que para eso son suyos. Que todos los inmigrantes ilegales que nos está usted trayendo se vayan a su país a exigir los derechos que osan exigir aquí. No quiero padres magrebíes dejando aquí a sus hijos para beneficiarse de nuestra red de acogida. No quiero, entérese de una vez, ver a mujeres con burka en nuestros parques, ni a grupos de marroquíes paseando chulescos con barras de hierro y mirada desafiante. Nuestras fronteras son bien anchas de entrada, pero también de salida. 

Si le queda algo de dignidad, señor Sánchez, que mucho me temo que no, lárguese a algún paraíso fiscal y deje que otros arreglen su desastre nacional. Será usted recordado como el peor presidente de la democracia y el peor presidente socialista de la historia de este país. Y tenga muy claro que, si usted nos desasiste y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado no dan abasto para protegernos, el pueblo no solo salvará al pueblo, sino que lo defenderá a ultranza.

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