Rebeldes con causa
«Una nueva rebelión se presenta ante nuestros ojos, la de la Generación Z, que apunta a una revuelta juvenil de alcance universal y desenlace impredecible»

Ilustración de Alejandra Svriz.
A partir de las reflexiones de Octavio Paz sobre el tema, cabe distinguir entre tres variantes de un mismo denominador común, el levantamiento de toda o una parte de la sociedad contra el poder establecido: «Revuelta», movilización acéfala contra el poder; «Revolución», cambio radical en las relaciones de poder; y «Rebelión», movilización determinada contra una opresión y por un objetivo. Las tres se diferencian de los procesos de cambio gradual, por importantes y decisivos que estos acaben siendo.
Octavio Paz aporta otro elemento explicativo, que permite entender ese carácter puntual, de fractura en el tiempo histórico, propio de todas ellas. Pueden surgir de manera repentina, pero esa falsa espontaneidad, encubre unas causas, una presión de fondo, que acaba dando lugar al estallido. La sublevación de independencia mexicana en 1810, pone como muestra Paz, fue «un sacudimiento popular que sacó a la luz lo que estaba escondido».
Otro tanto cabe decir de tantas movilizaciones registradas en el último siglo, desde los movimientos utópicos de 1968 o la toma del poder por el castrismo, a la revolución islámica de Jomeini en Irán o a la propia Primavera árabe de 2010. Revoluciones, rebeliones o revueltas por su distinto contenido, sometidas a un caudillo o acéfalas, son siempre expresión de crisis no resueltas por las estructuras de poder, aunque aparezcan a primera vista como sorpresivas o inexplicables.
En este sentido, una nueva rebelión, radicalmente novedosa, se presenta ante nuestros ojos, la de la llamada Generación Z. En sus primeras manifestaciones, apunta a una revuelta juvenil de alcance universal, con un desenlace todavía impredecible. No obstante, por su acefalia cabe presagiar una restauración del orden, similar a la que siguió a la Primavera árabe, su antecedente inmediato. Los móviles e internet que hicieron posible la revolución no-violenta a partir de El Cairo, según la fórmula de Gene Sharp, no tardaron en encontrar respuesta represiva eficaz por parte de los Estados. El orden volvió a reinar en el mundo árabe, igual que sucedió más tarde en Cuba al ser aplastado el movimiento del 21-J.
Recapitulemos para la Generación Z. Prólogo en Bangladesh, julio-agosto 2024, de movimiento estudiantil contra la discriminación en empleos públicos a movilización hasta caída del Gobierno. Cientos de muertos y victoria. Nuevo brote en Indonesia, agosto 2025. La fase actual arranca el pasado septiembre. Epicentro de las explosiones en cadena, en Nepal, del 4 a 13 de septiembre de 2025, de masivas protestas contra cierre redes sociales a deposición del Gobierno. Estudiantes y jóvenes. Coordinación digital. Extrema violencia, 72 muertos y destrucciones. Caída del Gobierno. Perú desde 13/09, protagonismo juvenil, contra reforma pensiones, contra el Gobierno; heridos y detenidos. Sigue. Ecuador, desde 15/09, contra encarecimiento del diesel y contra Gobierno, protagonismo de indígenas, paro nacional, heridos y detenidos. Sigue. Marruecos, desde 27/09, estudiantes y jóvenes por Sanidad y Educación frente al Mundial de fútbol, contra la marginación de la juventud y la corrupción (no contra el Rey), coordinación digital Discord, como en Nepal. Muertos, heridos, detenidos. Sigue. Madagascar, recién llegado y explícitamente como Generación Z, tiene la deposición del presidente como objetivo. Sigue…
«La Generación Z es algo radicalmente nuevo, producto de esa revolución traída por la inteligencia digital»
Tras el prólogo victorioso de Bangladesh en 2024, la primera sorpresa en la secuencia de movilizaciones juveniles de septiembre, reside en que el epicentro del sismo se localizó en un punto inesperado: Nepal, registrándose sucesivas explosiones en cadena en los países citados. Arcaísmo y modernidad se conjugan. Los levantamientos urbanos por simpatía, en el sentido físico del término, al tener conocimiento en una capital de los triunfantes en otros lugares, reproducen la dinámica de las revoluciones de 1848. También enlaza con ese pasado el precio pagado en muertes. La novedad reside en la tecnología, en el papel jugado por la comunicación, por las redes, para activar y dar cohesión a los levantamientos. Así como en el protagonismo generacional de los nacidos a partir de 1990.
La revolución tecnológica es lo que separa, no solo estas movilizaciones de septiembre de las anteriores, sino al sujeto que las protagoniza de ese pueblo revolucionario actuante en los levantamientos urbanos desde 1789, e incluso de la juventud estudiantil que pasó a primer plano en mayo del 68. La llamada Generación Z, de los 15 a los 35 años hoy, busca respuestas a problemas similares a los de movimientos anteriores –malgobierno, corrupción, opresiones varias–, pero es en sí misma algo radicalmente nuevo, producto de esa revolución traída por la inteligencia digital que da nueva forma a la vida humana desde la misma infancia. Su relación con todos los niveles de la existencia, desde el conocimiento a la cultura y el ocio, es otra. Se sabe superior técnicamente a las generaciones anteriores, y sin embargo siente su inferioridad para materializar esa primacía, e incluso para acceder a una vida digna. Y eso que apenas entramos la siguiente fase: la inteligencia artificial, donde la distancia entre los competentes y los anticuados, será abismal.
De esa conciencia diferencial, surge inevitablemente la propensión a la rebeldía, ahora en curso, así como el enlace con quienes comparten esa situación en otros lugares. Jóvenes Z del mundo, uníos, por lo menos en la acción, en la revuelta. Parece ser la nueva consigna.
Hasta ahora, los efectos se acusan a escala mundial, pero con una clara distancia entre los países desarrollados y los del antes llamado Tercer Mundo. En estos es donde se convierte en explosivo el contraste entre esa juventud que adquirió la formación a pesar del subdesarrollo, dominante en ese plano y en el demográfico, y unas estructuras de poder, herencia del pasado. Algo parecido a una olla a presión destinada a explotar, precisamente, como ocurriera en el 700 con la Revolución francesa, porque se ha registrado antes un crecimiento sostenido, que al detenerse descubre la irracionalidad del sistema de dominación.
«Los miserables no hacen las revoluciones ni las rebeliones, el sentimiento de privación relativa sí»
El lejano Nepal democrático, pobre y corrupto, pero mejor ordenado y más justo bajo el maoísta Prachanda que la boyante India de Modi –o al menos eso creí ver yo en mi visita a ambos países hace un año– acumulaba el potencial de ruptura en la juventud instruida, cuyo paso a la acción tuvo lugar el mes pasado. Otro tanto ha sucedido con ese Marruecos realmente en auge, que yo conozco y estimo. Conviene advertir que más allá del musical, los miserables no hacen las revoluciones ni las rebeliones, el sentimiento de privación relativa sí, cuando un colectivo experimenta un empeoramiento radical de su situación respecto del pasado, caso del 1789 francés y como sucedió tras la crisis de 2008, o percibe la propia inferioridad midiéndose con una referencia exterior.
En todos los casos mencionados, una fuerte emigración contribuyó a sostener el nivel de vida en el país emisor, pero como el cuento de la Reina de Blancanieves acabó sirviendo de espejo del malgobierno propio. En este punto, entra en juego para la juventud, la frustración en lo que llamaríamos la motilidad, las expectativas de movilidad social ascendente, claves para entender las actitudes de la juventud, por encima de su situación efectiva. Recordemos el título del panfleto que sirvió de catecismo para el Mayo francés: De la miseria en el medio estudiantil. No era una realidad, sino una percepción desfavorable de la misma, lo que llevó a los estudiantes a movilizarse. Solo que ahora esa percepción está bien fundada.
El análisis ha de trasladarse así de la política a la psicología social. Los fundamentos de una rebelión, o de una simple contestación, necesitan ser activados por un factor, incluso por un acontecimiento que sirve de detonante. En el 68, había sido la píldora anticonceptiva lo que cambió las relaciones sexuales y sobre esa apertura a la libertad, fue una decisión restrictiva, prohibiendo el acceso a residencias de otro sexo en la Universidad de Nanterre (París), lo que activó el conflicto. Tenemos el caso bien próximo de las grandes manifestaciones pro-palestinas en Italia y en España, que no se produjeron frente a las reiteradas vueltas de tuerca bélicas de Netanyahu sobre Gaza, sino a la vista de un episodio en apariencia menor como la flotilla, convertido en espectáculo movilizador. Antes había actuado aquí como factor irritativo la presencia de un equipo israelí en la Vuelta. Fue la mecha que desencadenó el incendio.
En Bangladesh irritó un cambio en las cuotas para la función pública, en Indonesia las sinecuras de los funcionarios, en Nepal la prohibición de redes sociales, en Marruecos un trágico incidente sanitario, en Perú la restricción en las pensiones, etc.
«La mayor originalidad reside en el modo de acción subversiva de la Generación Z, basado en la comunicación digital»
A partir de ahí, entra en juego la movilización progresiva de la juventud, en bola de nieve, con una consiguiente radicalización en el contenido de las reivindicaciones, amen del recurso a la violencia, que puede no estar limitado a las fuerzas del orden. Cuentan aquí la naturaleza del régimen y los antecedentes: la democracia nepalí estuvo precedida por una sangrienta guerrilla, con Prachanda ejerciendo de discípulo confeso del Sendero Luminoso peruano. El enorme grado de destrucciones le convierte así en el alguacil alguacilado. Por contraste, en Marruecos, hasta ahora, el Majzen, el centro de poder al servicio del Rey, todo lo mide.
Antes o después, el obstáculo a abatir acaba siendo el sistema político establecido, del gobierno autoritario de la Liga Awami en Bangladesh al de Prachanda en Nepal o a los de los presidentes de Perú y de Ecuador. Solo el rey de Marruecos sigue siendo intocable.
La mayor originalidad reside en el modo de acción subversiva de la Generación Z, basado en la comunicación digital, con una alta capacidad de organización y dirección internas, compatibles con la acefalia política del movimiento. La plataforma Discord de Nepal, imitada por Marruecos, llevó su grado de intervención hasta designar la primera ministra que ejercerá en funciones la gestión del país. Es un proceso cuya evolución no cabe aún prefigurar, pero cuyo contenido rupturista es ya innegable, al utilizar un lenguaje innovador. Acuden a la IA y a fórmulas propias que generan un espacio de comunicación comunitario, tales como el hashtag –el signo # seguido de frase sin separación de palabras–, sobre el fondo de una crítica inmisericorde y del sarcasmo. Han sido superados los eslóganes de hace 15 años, acuñados para la revolución no-violenta.
De momento, Europa permanece relativamente inmune a la revuelta generacional, en tanto proceso autónomo, en la medida que la juventud europea parece haberse dividido en el bivio que de un lado implica su incorporación a movimientos previos de protesta y de otro lleva a la extrema derecha, al ofrecer esta una fórmula inmediata y eficaz de rechazo al sistema de valores e institucional establecido (régimen de libertades, partidos tradicionales, UE). Hay factores compartidos con la Generación Z, tales como la denuncia de la corrupción, al lado de otros de viejo cuño magnificados, como la xenofobia. Ello es consecuencia de que Europa se encuentra al otro lado del espejo y una parte de sus gentes busca precisamente impedir que los jóvenes de Nepal o de Marruecos resuelvan a su costa, supuestamente, las aspiraciones de motilidad.
«La generación de la posguerra contaba con el 35% de la riqueza en 1970; hoy dispone del 70%»
Eso no significa que la juventud europea carezca de motivación para la rebeldía. Todo lo contrario. Uno de los efectos del gran zigzag experimentado por nuestras economías desde 1945, ha consistido en la considerable acumulación de riqueza en las primeras generaciones llegadas, hasta que tiene lugar el cambio de coyuntura, culminado en la crisis de 2008, propiciado por la corriente tecnológica de fondo. Por ella resultan desmanteladas las estructuras, de poder y de empleo, vigentes en los años dorados del affluent worker, del trabajador opulento en las sociedades industriales. Un auténtico paraíso perdido. Crece de nuevo la desigualdad y la juventud resulta ser su primera víctima.
Los datos aportados por Paul Pasquali en Francia o por Kiko Llaneras en España dan cuenta de que la desigualdad generacional adquiere mayor relevancia a corto plazo que la tradicional de la bipolaridad de clases, sin suprimirla. Para España, a los años de crecimiento, un 85% en la renta per cápita de 1985 a 2005, siguió la crisis y una lenta y escasa recuperación. Consecuencia: unos se han forrado, y ahí siguen; otros, aun estando mejor preparados, acceden a un espacio económico de precariedad demasiado real. Los nacidos en la posguerra, los llamados boomers, fueron los más ricos y siguen siéndolo, mientras la generación más joven se ha empobrecido. Aquellos compraron su vivienda, que se ha revalorizado, mientras los segundos carecen de ella, salvo que vayan a heredarla. Aquellos se apresuraban a dejar el hogar paterno; los segundos tardan cada vez más en hacerlo. Hay más jóvenes pobres que jubilados y en Francia pasa lo mismo. La generación de la posguerra contaba con el 35% de la riqueza en 1970; hoy dispone del 70%. Para los jóvenes se cumple la profecía pesimista de Octavio Paz: «Asistimos al crepúsculo del futuro».
La consecuencia política de tal desigualdad es clara. Los mayores defienden la situación adquirida, con una argumentación centrada en sí mismos y a favor de su peso electoral en sociedades envejecidas. Los jóvenes se orientan hacia el rechazo de unas instituciones y unos valores dominantes que nada les ofrecen. En Francia votan al Rassemblement National de Le Pen y Bardella, aquí la Generación Z camina hacia Vox. En contra del esquema clásico de la derechización con la edad, solo una minoría de boomers les votará.
En cuanto a la propensión a movilizarse, en Europa occidental se encuentran ya con marcos radicales, a izquierda y derecha, dispuestos para su captación. Al modo en que Podemos captó la insumisión del 15-M, la cual no logró inicialmente. En la circunstancia actual, la guerra de Gaza ha sido y es una ocasión óptima para vehicular otras insatisfacciones –lo vemos en España con los independentistas vascos y catalanes– a través de la solidaridad con Palestina, sirviendo así de imán para atraer a los jóvenes. Lo vemos con especial intensidad en Italia, enlazando con formas tradicionales de oposición sindical y política. Una jornada con dos millones de manifestantes no es mala cifra. Y la movilización general sigue. La juiciosa solidaridad con Gaza dentro del orden, practicada por Giorgia Meloni, incluyendo protección armada a la flotilla y formas concretas de asistencia material, se ha visto superada.
«En España, ha sido el Gobierno quien se apresuró a lanzar la gente a la calle, como recurso frente al cerco por la corrupción»
En España, ha sido el Gobierno quien se apresuró a lanzar la gente a la calle, como recurso para autolegitimarse frente al cerco por la corrupción, a partir de los incidentes en Bilbao por la presencia de un equipo israelí en la Vuelta. Estuvo entonces a punto de quedar como aprendiz de brujo, desbordado, pero la conquista/destrucción de Gaza decretada por Netanyahu, le aupó al pedestal como gran denunciante internacional del genocidio «israelí». Mientras Putin y Ucrania quedaban en el olvido, una vez activado el incendio, la reacción masiva de jóvenes y/o radicales por la captura de la flotilla, favoreció el enlace entre los intereses de Sánchez y la movilización juvenil de masas. Resultó a partir de entonces imposible distinguir entre la solidaridad y la designación de Israel como chivo expiatorio. Al deseo de paz se impone la consigna lanzada por los aliados del Gobierno: «¡Palestina vencerá!». Es, por el momento, un ejemplo afortunado de captación de la Generación Z por una causa política. El futuro acaba de comenzar.
Apostilla: Pedro Sánchez ha tenido la delicadeza de elegir el día de hoy, en el aniversario del 7-0, para romper la relación militar con Israel. Es también la ocasión de ver los documentales que ofrece Movistar: We will dance again, sobre la matanza por Hamás de los jóvenes de la fiesta musical, título en inglés para que pase desapercibido, Un día de octubre y Gritos antes del silencio, solo hasta el día 14, imágenes del horror, más allá de la muerte y la violación, infligido en esa fecha a las mujeres. Recomendable especialmente para Ada Colau y para las feministas de guardarropía que dirigen Sumar y Podemos...